Aproximadamente el 1,3 por ciento de la extensión del territorio colombiano corresponde a páramos, lo que equivale a 1’379.000 hectáreas, distribuidas en 33 complejos naturales, entre ellos: Rabanal, Chingaza, Guerrero y Sumapaz, reconocidos como los más grandes e importantes del país.
Estos ecosistemas, según el informe seriamente amenazados por culpa del cambio climático, suministran agua aproximadamente al 74 por ciento de la población, dato relevante para analizar el efecto de los cambios bruscos e inesperados del clima sobre los páramos del país.
Para Hernando Estupiñan, profesor investigador de la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales – UDCA, la tendencia de desplazamiento de las diferentes zonas en los que están ubicados vaticina su desaparición. “Si el calentamiento global persiste provocaría el ascenso de la zona de páramo y subpáramo lo que ocasionaría que las actividades agropecuarias asciendan generando una mayor presión sobre estos ecosistemas”, señala.
Sin embargo, agrega Estupiñan, “a pesar de que existe suficiente información y hay acuerdo sobre los efectos del cambio climático, la incertidumbre aún es muy grande y falta mucho por conocer sobre cuál es y será el impacto real de este fenómeno global”.
Por ahora, lo único cierto, es que la difícil situación ambiental que se está presentando en el país, por cierto muy delicada de manejar, se está tomando como excusa al cambio climático en el sentido que una gran parte de los problemas son producto de este fenómeno, cuando en esto no es totalmente cierto.
El experto sostiene que la disminución de las fuentes de agua, a punto de generar una crisis energética histórica en Colombia, no es solo culpa de los cambios bruscos del clima. “El problema directo radica en la deforestación que se viene presentado con diferentes propósitos, como es el aprovechamiento de recursos madereros, la explotación minera, el establecimiento de cultivos ilícitos, la ampliación de la frontera agrícola, entre otros, que sumados al efecto del cambio climático, generan daños aún mayores a este tipo de ecosistemas.
El informe también hace un llamado de atención por la situación que actualmente se está presentado como consecuencia de los incendios forestales, que cada vez son más intensos y recurrentes por el Fenómeno del Niño; provocados en parte por las actividades que propenden por la ampliación de las zonas de producción agrícola, generando que muchos de estos terrenos que antes del incendio eran bosques, en su mayoría, se estén utilizando para establecer cultivos, aumentando el área deforestada y causando mayores consecuencias para el clima. “En otras palabras, las consecuencias de estos incendios contribuirán en incrementar los efectos de la variabilidad climática, convirtiéndose en una dinámica cíclica y muy perjudicial para el entorno”, afirma.
El profesor Estupiñan también menciona que muchos recursos económicos están dirigidos a establecer medidas de mitigación y adaptación al cambio climático, lo cual considera un error si se tiene en cuenta que estos dineros se invierten antes de realizar estudios serios de vulnerabilidad que permitan conocer con bases científicas qué tan vulnerables son nuestros ecosistemas a este fenómeno ambiental.
“El cambio climático no se previene simplemente sembrando árboles, ni asignando recursos a las regiones; se previene y se prepara involucrando a toda la sociedad para que brinden información y también la reciban por parte de expertos, para que todos en conjunto afrontemos esta problemática como realmente es y cada quien asuma la responsabilidad que le corresponde”, dice.
Según el experto, el cambio climático se debe abordar como un fenómeno multidimensional, involucrando al estado, representado por el gobierno central, las gobernaciones, las alcaldías y las Corporaciones Autónomas Regionales, así como las empresas que aprovechan directamente los recursos naturales de los páramos, los agricultores y en general las personas que viven y dependen de estos ecosistemas.
El informe por último señala que las medidas de adaptación y mitigación que se tomen para enfrentar al cambio climático deben partir de la evaluación de la vulnerabilidad que tienen los ecosistemas involucrados, los recursos naturales, las formas de utilización de estos recursos y las características socioeconómicas; la vulnerabilidad también se debe zonificar.