Para Farc no hay dilema entre guerra y paz | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Junio de 2016

LAS  Farc, en un acto de pedagogía por las redes sociales y a través del negociador, Carlos Antonio Lozada, sostuvo ayer que “nosotros estamos esperando el pronunciamiento de la Corte (Constitucional). Consideramos que en esa consulta debe ganar el pronunciamiento masivo de refrendación de los acuerdos, pero si gana el NO, no significa que eso tenga que dar al traste con el proceso, porque la paz como derecho síntesis no puede llevarnos a tomar esa decisión de continuar una guerra tan dolorosa”.

 

Esto quiere decir, certeramente, que las Farc han tomado la decisión indeclinable de dejar su historia armada y hacer transición a la civilidad y la política bajo, según se ha dicho, el epíteto de “Frente Amplio por la Reconciliación de los Colombianos” (Farc).

 

El Frente Amplio, como se sabe, es una sombrilla de colectividades políticas izquierdistas y progresistas que ha tenido éxito en Uruguay. La coalición permanente ha permitido que al gobierno uruguayo lleguen exguerrilleros como José Mujica y se haya reelegido Tabaré Vásquez.

 

En Colombia se pretendió, en algún momento, una actividad similar que aglutinara sectores de izquierda, fruto de la unión entre la Alianza Democrática (AD-M19) y el Polo, lo que después se conoció como Polo Democrático Alternativo. Todo ello terminó en división. El exalcalde de Bogotá Lucho Garzón, uno de los promotores de la idea, hizo tolda aparte; Antonio Navarro, otro de los baluartes, se retiró para terminar hoy en la Alianza Verde; y el entonces alcalde capitalino Gustavo Petro, fundó el Progresismo, también saliéndose del Polo, y en la actualidad con un solo concejal de representación en Bogotá. El mismo Polo Democrático sufre, en estos momentos, una tensión política al interior por el ingreso de Clara López al gabinete, en tanto ya es casi un hecho la virtual candidatura presidencial del senador Jorge Enrique Robledo, proveniente del MOIR. No es descartable, tampoco, el lanzamiento del senador Iván Cepeda, más cercano a otras facciones de izquierda. A ese Frente Amplio también ingresaría la denominada Marcha Patriótica, algunos sectores de las llamadas “dignidades agrarias”, ciertos sindicatos y la Unión Patriótica, encabezada por Aída Avella, exconstituyente y excandidata vicepresidencial.

 

La perentoria declaración de las Farc, a través de Lozada, significa, como lo han dicho textualmente, que en modo alguno volverán a la guerra, aún si el plebiscito produce un resultado negativo a los acuerdos de paz de La Habana entre el gobierno Santos y la organización guerrillera.

 

Ello contrasta considerablemente con las recientes expresiones del Primer Mandatario, según las cuales en caso de votarse negativamente el plebiscito, las Farc estarían prestas a una “guerra urbana”. Del mismo modo, tampoco parecería cierta la disyuntiva entre paz y guerra, planteada estratégicamente por el Gobierno de cara al plebiscito, vista esta nueva declaración de las Farc que desestima esa posibilidad. Por el contrario, como lo ha sostenido EL NUEVO SIGLO en sus editoriales, la paz es irreversible cualquiera sea el resultado del plebiscito. Otra cosa, ciertamente, es si los acuerdos habaneros deben ser ajustados, en caso de triunfe el NO o si se mantienen exactamente en las mismas condiciones, luego del SÍ.

 

La semana pasada, cuando las Farc acogieron el plebiscito propuesto por el Gobierno como mecanismo de refrendación, se superó una de las discusiones pendientes de surtirse en el punto 6 de la Agenda. En ese momento, la organización guerrillera señaló que no necesariamente acogía la figura en los términos emitidos por el Congreso sino que quedaba pendiente del dictamen de la Corte Constitucional, y los eventuales ajustes de fondo o de forma que haga la corporación en las discusiones de estos días.

 

Aun si la Corte ratifica el carácter vinculante de la consulta plebiscitaria o lo deja solo indicativo (que no es obligatorio), y si el resultado electoral es adverso, la noticia adicional ahora consiste en que las Farc se mantendrán sujetas a la salida política negociada y pendiente de las formulaciones que se puedan adelantar para, en esa medida, reencausar el proceso y acoplarlo a la opinión mayoritaria.

De la mayor trascendencia, en todo caso, que las Farc, en su evento pedagógico de las redes sociales, se hayan desprendido de situar el plebiscito en el dilema de guerra o paz, y de tal modo la estrategia gubernamental, que en buena parte sirvió para ganar la segunda vuelta presidencial, en esta ocasión ya no es viable por ausencia de materia.

 

Hondas implicaciones

Con lo anterior, por lo demás, la organización en trance de desmovilización estaría enviando un mensaje a la Corte Constitucional en el sentido de que el plebiscito no necesariamente debe tener carácter vinculante, como en cambio sí ocurre con la consulta popular desarrollada en la Carta del 91. Esa, precisamente, es una de las diferencias de las dos figuras. Asimismo, el plebiscito se refiere o se emplea, en los diferentes países, para indicar que la convocatoria al constituyente primario se refiere a una decisión no formalizada. En caso de darse el SÍ la decisión se acoge formalmente por parte del Presidente, pero en el caso del NO el Primer Mandatario debería tener un margen de maniobra. Sea lo que sea, las Farc dijeron, a través de Lozada, que no valdría la pena echar por la borda los esfuerzos de los últimos cuatro años y dejar la paz en interinidad.

 

Todo ello, claro está, se pudo haber superado en caso de haberse dado un consenso político previo frente a la articulación de los acuerdos de La Habana. Desestimado el asunto, no puede sin embargo quedar el país presa exclusiva de la polarización y sus consecuencias. Según se ha reiterado en diferentes manifestaciones plebiscitarias en el mundo, muchas veces esta figura, si bien haciendo preguntas autónomas e independientes al pueblo, termina convirtiéndose en un voto de confianza o de desconfianza en el presidente y el gobierno de turno.

 

En la actualidad, la popularidad presidencial y de gestión gubernamental oscila, de acuerdo con los sondeos tradicionales, en el 20%. El Gobierno aspira, no obstante, que el proceso de paz y sus resultados paulatinos sean jalonadores de su favorabilidad, lo que no ha ocurrido hasta el momento. Algunos índices del proceso, sin embargo, han mostrado una leve recuperación, aunque no en la proporción esperada. Las preguntas sobre la no prisión efectiva a los máximos comandantes guerrilleros y la participación en política, incluso con representación automática en las corporaciones públicas, siguen teniendo una incidencia negativa.

 

Aun así, algunas encuestas de hace unas semanas mostraron un viraje sobre una votación favorable al plebiscito. Los rubros del NO continúan siendo, en todo caso, bastante importantes y la división en la justa electoral podría equilibrarse, puesto que las encuestas fueron hechas en medio de los anuncios de elevar el pacto de paz a “acuerdo especial” y luego el del cese el fuego bilateral.

 

Los cálculos, asimismo, no tienen mayor certeza por cuanto no se sabe si, de un lado, la opinión reflejada en los sondeos sobre el plebiscito se dio sobre la base de que la gente se mostraba de acuerdo con el mecanismo de refrendación popular, y ello se tomó como la votación afirmativa a su contenido y, de otro lado, la poca claridad tanto en cuanto no hay certeza ninguna de cuál va a ser la estructuración de la figura en la Corte Constitucional, de modo que se preguntaba por algo inexistente.

 

Por lo pronto, parecería haber ponencia favorable en cuanto a dejar la base mínima de aprobación plebiscitaria en el 13 por ciento del censo electoral, unos 4,5 millones de votos. Esa posición ha sido ampliamente discutida por la opinión pública y, aparte de las especulaciones de los medios, no está claro si la Corte va a acoger mayoritariamente esa idea, como tampoco de que el plebiscito tenga carácter vinculante e inmodificable.

 

Al parecer, la Corte Constitucional va a ser particularmente puntillosa en la pedagogía de los acuerdos y las garantías del debate, lo que puede generar un dictamen de mucha mayor envergadura al esperado. Puede decirse que, en general, se trabaja en los cimientos, tanto plebiscitarios como de los protocolos militares para llevar a cabo el cese el fuego bilateral y localizado, ya con un cronograma pero sin fechas precisas, todo pendiente de un Acuerdo Final que tampoco tiene un día específico.

 

Ha quedado ya establecido, sin embargo, que las Farc tendrán 60 de sus integrantes, desarmados, para avanzar en lo que se ha dado en llamar la pedagogía de paz y que se supone un esfuerzo conjunto entre Gobierno y guerrilla para hacer campaña en favor del plebiscito, lo mismo que 10 integrantes guerrilleros por cada uno de los departamentos. Es decir, unas 400 personas de las Farc dedicadas al proselitismo plebiscitario, sin que la organización se haya desarmado por completo, tal cual consta en los cronogramas.

Aparte de los interrogantes sobre las exiguas mayorías plebiscitarias establecidas a iniciativa del Gobierno en la ley aprobada por el Congreso, circunstancia nunca vista nacional ni internacionalmente en eventos de este tipo, quedan pendientes varios temas. El principal tal vez sea, luego de la sentencia de la Corte Constitucional, el acuerdo entre Gobierno y Farc sobre la redacción de la pregunta a realizar. Efectivamente, si la guerrilla acogió el plebiscito propuesto por el Gobierno como mecanismo de refrendación popular, es posible que, igualmente, pida en la Mesa el consenso bilateral para la definición exacta del interrogante.

 

Queda pendiente, por igual, saber si Gobierno y Farc adelantarán campaña conjunta, si solamente estarán unidos en ciertos eventos proselitistas o si harán campaña por separado, a fin de no mezclarse el Presidente con los delegados guerrilleros. Todavía hay incógnitas sobre los mecanismos y financiación de la movilización electoral y sobre si la guerrilla podrá acceder al espectro electromagnético, a través de los canales de televisión y la radio.

 

Referendo británico vs. Plebiscito de paz

En el reciente referendo del Reino Unido, que fue más bien un plebiscito y que produjo el Brexit, el gobierno del primer ministro David Cameron se abstuvo, en la ley que presentó al Parlamento, de establecer umbrales de votación, como pedían integrantes importantes del partido gubernamental, pero a la hora de las urnas hubo una votación de 33 millones y medio de sufragios, más del 72% del censo electoral (46 millones de votos potenciales). Hoy, frente al terremoto del Brexit, están pidiéndose, por el contrario, umbrales del 75% de votación general, en caso de plebiscitos posteriores, y de 60% de votos afirmativos para reformar las leyes que regulan el referendo. En todo caso, aún sin ser vinculante, Cameron aceptó de inmediato los resultados, aunque pudo haber invocado la cláusula de “soberanía parlamentaria” para llevar el Brexit a discusión en la Cámara de los Comunes. Queda ahora, claro está, la aplicación del artículo 50 del tratado de la Unión Europea, en el que se da un plazo de dos años para negociar los términos y ajustes de la salida británica, lo que además debe darse por unanimidad de los demás integrantes. Es decir que falta largo trecho por recorrer. No obsta ello, sin embargo, para que, de acuerdo con el mismo tratado, se pueda volver a pedir el reingreso posteriormente.

 

En el plebiscito por la paz que se pretende en Colombia, como se dijo, se eliminaron de la ley estatutaria los umbrales de votación, que eran del 50% en la norma precedente, y simplemente se puso un piso mínimo del 13% de votos favorables, quitándole los propósitos de legitimidad que encarnan dentro de la doctrina jurídica universal. En el referendo británico, a su vez, se llegó a un consenso entre partidarios y opositores para definir la redacción de la pregunta, se dio una amplia discusión en torno a si era mejor dividirla en tres partes y se obligó a una amplia pedagogía, mucho más allá de los dos meses que se pretenden en nuestro país. El resultado, como es sabido, fue ampliamente adverso para el Gobierno británico, por haberse concentrado en una sola pregunta y por haber permitido la polarización, en vez de situarse por encima de las pugnas partidistas.

 

Por lo demás, en el Reino Unido hubo claros acuerdos entre Gobierno y la oposición en materia de publicidad, financiación y mecanismos proselitistas, dictados por el tribunal electoral. De hecho, después de desestimar la posibilidad de hacer tres interrogantes sobre las diferentes materias, para que la expresión popular fuera más clara, la redacción de la pregunta definitiva en todo caso fue hecha de manera conjunta, bajo la coordinación del tribunal electoral. Incluso para evitar cualquier sesgo, según dijeron las autoridades correspondientes, se cambió en tres ocasiones el texto del interrogante. Desde el principio fue descartado, en procura de evitar generalidades o direccionamientos, el SÍ y el NO, por lo que finalmente se acordó el “Remain” (Quedarse) y el “Leave” (Salir) de la Unión Europea.

 

Seguramente, si el gobierno de David Cameron no hubiera apuntado todo a una especie de ‘póker sangriento’, completamente confiado de que iba a ganar el referendo (Quedarse), no se hubiera producido un resultado tan adverso a sus intereses. Cuando, de alguna manera, vio el tema complicado, recurrió al aumento de horarios para incrementar el número de inscripciones, lo que a la larga también fue contraproducente. En Colombia, por su parte, la Registraduría ha pedido al menos dos meses para preparar el evento y seguramente tendrán que ser más si se tiene en cuenta que hay que dar todas las garantías de inscripción, especialmente a los que votan por primera vez.

 

Lo más importante, como precisamente sucedió en el Reino Unido, fue que se adoptó una veda política de un par de semanas antes de la fecha para ir a las urnas, en las que tanto un lado como el otro estuvieron impedidos de propaganda televisada, emisión de documentos y proselitismo, a fin de producir un voto a conciencia, libre de presiones mediáticas y de inducción sobre el sufragio. En ello, el tribunal electoral fue totalmente perentorio, llegando inclusive a imponer sanciones.

 

El gran descalabro de las últimas semanas, incluso de los últimos tiempos, en estos temas de las urnas, ha sido el de las encuestas. Mientras la semana pasada, en el Reino Unido, todos los sondeos finalmente presagiaban el triunfo del mantenimiento en la Unión Europea, por varios puntos, el resultado fue exactamente al contrario. Y lo mismo ocurrió el domingo pasado, en las elecciones españolas, donde el dictamen de las urnas fue totalmente diferente al que se pronosticaba en días previos.

 

Tendrán los encuestadores, al parecer, que modificar las bases científicas para llegar a resultados más certeros, por fuera de las muestras aleatorias que no sirvieron de soporte. Un asunto más difícil aún en los temas plebiscitarios, siendo tan volátil el escenario.

 

Fuere lo que sea, el hecho es que las Farc dijeron ayer, con todas las letras, que ya no regresarán a la guerra, ni porque el resultado del plebiscito sea adverso, aunque desde luego pidieron respaldarlo masivamente en las urnas. De modo que en ese caso preferirían un ajuste para no sepultar los esfuerzos realizados en los últimos años. No parecen, pues, dispuestas ni a la “guerra urbana” que advirtió el Presidente hace unos días, ni al ‘póker sangriento’ de Cameron, que algunos ven como norte exclusivo del futuro colombiano. No es, entonces, la guerra o la paz, sino la paz o la paz.