Tres son los hechos más destacados durante el arranque de la gira del Papa Francisco por África. En primer lugar, el fervor popular con que el máximo jerarca fue recibido en Kenia y Uganda, en donde cada uno de sus actos tuvo una asistencia multitudinaria, lo que evidencia que este continente el cristianismo tiene un futuro muy provisorio, pese al avance de otras confesiones religiosas, incluso radicales, y los ritos tribales que aún perduran.
El segundo aspecto a destacar es que el Pontífice ha sido muy directo en sus diagnósticos sobre las causas de la crisis política, social, económica e institucional que agobian al continente africano, en especial con sus advertencias de que el terrorismo muchas veces es alimentado por la pobreza, la desigualdad, el tráfico y comercio ilegales, entre otros.
Y, por último, el Papa Francisco ha sacado espacios en todos sus pronunciamientos para dar campanazos en torno a la importancia que tiene para la supervivencia de la raza humana, la cumbre sobre cambio climático que arranca mañana en París, advirtiendo que un fracaso en las negociaciones entre todos los países sería catastrófico para el mundo entero.
A todo lo anterior debe sumarse, que el Papa logra, por encima de las diferencias del idioma y costumbres, cautivar a multitudes con su particular carisma y cercanía hacia todas las personas, sean católicas o no.