País de apostadores | El Nuevo Siglo
Miércoles, 26 de Marzo de 2014

Así como se dieron por montones las apuestas entre los jugadores compulsivos sobre si se mantenía en el cargo o colapsaba el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, ahora el jueguito consiste en tratar de adivinar si el presidente Santos se saldrá con la suya o si, por el contrario, se hundirá el proceso de paz con las Farc, con cuya defunción sueña el uribismo por la desconfianza que siempre le ha inspirado la muy detestada organización terrorista.

Pesimismo internacional. Se palpa en distintas esferas del continente cierto pesimismo alrededor del proceso de paz que adelanta el  gobierno del presidente-candidato Juan Manuel Santos en La Habana con la guerrilla más antigua de América Latina.

El partido del senador electo Álvaro Uribe Vélez ha sido el sector que con más vehemencia se ha opuesto a las conversaciones entre la administración santista y la insurgencia que ha fracasado en su empeño de tratar de alcanzar el poder por la vía de las armas, por considerar que la subversión le miente y engaña al pueblo colombiano.

¿Encallaría el proceso? Coinciden los pronunciamientos llegados del exterior en que las conversaciones pueden encallar de un momento a otro en razón de que no se pactó desde el principio un cese bilateral del fuego que diera a la mesa de conversaciones un comienzo libre de presiones, de enfrentamientos y de muertos de ambos bandos, que al tomar dimensiones trascendentes en cualquier momento puedan dar al traste con el proceso de manera rotunda y sin reversa de los diálogos de paz en Cuba.

¿Referendo?El principal obstáculo -según los expertos internacionales- estriba en el desacuerdo sobre la posibilidad de llevar a cabo un referendo ante el pueblo, posterior a las negociaciones. Las posiciones son bien radicales. Mientras las Farc insisten en la necesidad de convocar una Constituyente, los comisionados del Gobierno rechazan tal probabilidad.

Un aval.Justamente exponen, con criterio autorizado, que  la finalidad de ofrecerle un aval popular a los acuerdos de paz, resulta un fiasco si se tiene en cuenta que el número de temas es grueso, que es difícil explicarlos y que podrían sacar ventajas de favorabilidad electoral las posiciones de quienes cuenten con reconocimiento y confiabilidad de la opinión pública, así no expongan con serenidad, prudencia e inteligencia moderada, a la opinión pública, las consecuencias sociales, económicas, jurídicas y políticas que se deriven de los acuerdos. La manipulación de la opinión puede generarse ineludiblemente y no valdría la pena exponerse a semejante desafío, después de asfixiante negociación.

¿Tirar la toalla?Señalan, coincidentemente, que tiempos largos, o años de dilatación de las negociaciones, producen efectos contraindicados, pues cualquiera de las partes puede desesperarse, cansarse y abandonar la mesa de negociación, más aún cuando el presupuesto aprobado consiste en que “nada está acordado, hasta que todo esté acordado”. Hay mucha tela para cortar sobre estos válidos elementos de juicio de autorizados expertos en la tarea tan intrincada de lograr la paz.

El difícil logro es, pues, verdadera tarea de romanos.