Padre Almansa recorre camino a beatificación | El Nuevo Siglo
Miércoles, 11 de Mayo de 2016

UNA GRAN noticia alegra los corazones del pueblo creyente, puesto que ayer en una reunión entre el papa Francisco y el cardenal Ángelo Amato SDB, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el Santo Padre reconoció las virtudes heroicas del siervo de Dios Rafael Manuel Almansa Riaño, sacerdote diocesano colombiano, de la Orden de los Hermanos Menores, primer paso en el proceso de beatificación.

 

Este sacerdote, de familia de clase media, perteneció al clero secular de la Arquidiócesis de Bogotá desde 1897 hasta su muerte ocurrida el 28 de junio de 1927 y en la parroquia de San Diego, a la que sirvió durante 30 años.

 

Conocido como el padre Almansa, trabajó con los fieles en Cúcuta, Bucaramanga, y fue capellán de la iglesia de San Francisco en Bogotá. Fue famoso por sus consejos a los habitantes de todas las clases sociales de la ciudad. Al fallecer, el Consejo de la urbe levantó un monumento de mármol en su tumba situada en el Cementerio Central de la ciudad. Para que se autorice la beatificación es necesario que se cumpla un milagro por la intercesión del Siervo de Dios Almansa.

 

Abierto el proceso para su beatificación por parte del Cardenal Pedro Rubiano Sáenz (en sus dos elementos medulares de la heroicidad de las virtudes y la comprobación de un milagro atribuido al siervo de Dios), y terminada su fase canónica diocesana, el mismo fue llevado a Roma en 1996 por el Postulador de la Causa en Bogotá, monseñor Álvaro Fandiño Franky. Hoy el proceso, estimulado por el cardenal Rubén Salazar Gómez, prosigue su curso en la Congregación para la Causa de los Santos.

 

Su niñez se desarrolló alrededor del Convento de San Francisco y en un ambiente impregnado por el franciscanismo. Su padre, Ambrosio, además de carpintero, era sacristán de la iglesia de San Pablo, hoy La Veracruz, situada detrás del convento, a cargo de los mismos padres franciscanos, y vivía al costado del mismo templo con su esposa, María del Rosario. En ese mismo sitio nació el Siervo de Dios.

 

Por ello, nacido el niño el 2 de agosto, fiesta de la Virgen de los Ángeles patrona de la Orden franciscana, al día siguiente, 3, lo llevaron a bautizar a su parroquia que, a la sazón, era la de Nuestra Señora de Las Nieves. Sus padrinos fueron Francisco Gaitán y Francisca Navarro.

 

Todo el contexto anterior explica por qué el Siervo de Dios golpeó a las puertas del Convento de San Francisco para hacerse sacerdote. Allí transcurrieron sus estudios de seminarista, hasta llegar a su segundo año de teología en 1862.

 

Es de notar que en 1934, el papa Gregorio XVI había nombrado Arzobispo de Bogotá al joven y destacado sacerdote caucano de 34 años, Manuel José Mosquera y Arboleda. Durante la vida episcopal de monseñor Mosquera nació, pues, en 1840, el padre Almansa.

 

Éste, quien exhibía públicamente sus insignias de masón grado 33, era, además, un codicioso de los bienes de la Iglesia, particularmente de los de las comunidades religiosas. En virtud de lo que él dio en llamar la “desamortización de bienes de manos muertas”, suprimió a sangre y fuego las comunidades religiosas en todo el país y se apoderó de sus bienes.

 

Ante la dolorosa situación anterior, el seminarista Almansa, quien se empeñaba en responder a su llamado sacerdotal, hubo de huir a tierras lejanas, dejando atrás a su madre, sus hermanas, su comunidad religiosa, su ciudad natal. Con cartas dimisorias del sucesor de monseñor Mosquera, el Arzobispo Antonio Herrán y Zaldúa, el Siervo de Dios se dirigió a la entonces lejanísima Pamplona, donde fue recibido y ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1866 por el obispo Bonifacio Antonio Tozcano.

 

Era el año de 1897. No se retiró, sin embargo, sino después de que el superior de la Orden le concediera el privilegio de seguir usando el hábito franciscano, que llevará hasta su muerte. El Arzobispo lo envió, entonces, como clérigo del presbiterio de Bogotá, a ejercer su ministerio sacerdotal en la iglesia recoleta de San Diego, que el mismo Arzobispo había recibido de manos de la Comunidad Franciscana.

 

Otros beatificados

María Laura de Jesús Montoya

Misionera católica reconocida por su don de maestra y evangelizar la comunidad indígena. Fue fundadora de la Congregación de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena. Declarada beata de la Iglesia Católica en el año 2004, luego de reconocido un milagro concedido a un médico. Primera santa de Colombia

 

Juan Bautista Velásquez Peláez

Se caracterizó por ser alegre, jovial, piadoso y por servir a los enfermos. Por su trágica muerte fue considerado mártir y beatificado el 14 de mayo de 1991.

 

Eugenio Ramírez Salazar

Se caracterizó por ser sencillo, dócil, entregado a la oración y a la penitencia. Se dedicó a servir a los enfermos. Al igual que otros seis compatriotas fue declarado mártir luego de morir por causa de la Guerra Civil Española. Fue beatificado el 14 de mayo de 1991.

Arturo Ayala Niño

Es recordado por su dedicación, piedad, responsabilidad y vocación en enfermería, en la que se caracterizó por ser caritativo con los enfermos. Fue beatificado el 14 de mayo de 1991.

Fray Melquíades Ramírez

Se caracterizaba por ser sencillo, paciente y entregado al cuidado de los enfermos. En unión con los otros seis hermanos colombianos mientras viajaban a Barcelona para embarcarse rumbo a su país de origen fue asesinado el 9 de agosto de 1936. También fue beatificado el 14 de mayo de 1991.

Mariano de Jesús Euse Hoyos

Se caracterizó por ser sencillo y con gran fortaleza de espíritu. Fue beatificado el 9 de abril de 2000 por Juan Pablo II.

Gaspar Páez Perdomo

Se distinguía por su pureza, sencillez y caridad fraterna. Era devoto a la Santísima Virgen María. También fue beatificado el 14 de mayo de 1991 y se desconoce el lugar donde se encuentran sus restos.

Rubén de Jesús López Aguilar

Siempre se distinguió por ser magnífico compañero y amplio compartiendo lo que tenía. Se había propuesto dedicar su vida a favor de los enfermos mentales.