Otra visión del caso Colmenares | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Enero de 2013

No cesa el alud informativo sobre la trágica muerte del joven Colmenares. En los últimos días ha surgido un nuevo filón noticioso, con ocasión de la solicitud formulada por la actual fiscal del caso, quien, luego de una labor de verificación de los testimonios presentados como pruebas en el proceso que se le sigue a Carlos Cárdenas, ha concluido que quienes afirman haber visto que en la madrugada del 31 de octubre de 2010 se golpeaba inmisericordemente al estudiante de la Universidad de Los Andes, deben ser considerados como mentirosos.

Lo sorprendente de este último episodio es que tan solo ahora se proceda a la verificación de los dichos expuestos por testigos que la propia Fiscalía presentó al proceso, cuando ha transcurrido más de un año desde la celebración de la audiencia en la que, por el presunto homicidio de Colmenares, les imputaron cargos por encubrimiento, falso testimonio y coautoría, a Laura Moreno y a Jessy Quintero, y se dispuso privarlas de su libertad con base precisamente en las declaraciones de quienes ahora son considerados como embusteros.

Esas declaraciones, además de haber servido como soporte probatorio para imputar, acusar y disponer la privación de la libertad de Laura Moreno y Jessy Quintero, e imputarle cargos a Carlos Cárdenas, disponiendo también la privación de su libertad, han tenido adicionalmente el efecto perverso de alimentar un morboso escándalo mediático, que ha inducido a la opinión pública a dar por cierto que efectivamente se cometió un homicidio, en el que los tres investigados habrían participado, o por lo menos estarían encubriendo.

 Convicción generalizada que puede ser apreciada en cualquier tertulia informal, y que probablemente perdurará en el recuerdo de la gente, aún en el caso en que procesalmente se declare la inocencia de los actuales sindicados, con las graves consecuencias personales y sociales que de tal creencia se derivan para los implicados y sus familias.

Para nada ayuda a disminuir esa convicción la nulidad propuesta por la Fiscalía, sustentada por demás en su propio error, ni las declaraciones que sobre la persistencia de la hipótesis del homicidio ha hecho la fiscal del caso, la que, por razón de la denegación de su solicitud, se verá obligada a continuar con la acusación en dos procesos soportados en pruebas que ella misma, con razones más que justificadas, se ha encargado de demeritar, y sin posibilidad de aportar nuevos elementos de convicción, al menos en uno de los dos procesos que se surten.

 

Hipótesis diferente

Sin embargo, y contrario a la opinión generalizada, hay elementos sobre los que es posible construir, a partir de la información que hasta ahora se ha suministrado a través de los medios de comunicación, aunque no suficientemente resaltada por estos, orientados hacia los aspectos más ruidosos del caso, que apuntarían a una hipótesis diferente a la del homicidio.

El primero de ellos es la imposibilidad de un pacto de silencio sobre un hecho de tanta gravedad como un homicidio, entre un número plural de personas que habría estado al momento de la supuesta golpiza, o llegaron al sitio de los hechos en los instantes subsiguientes a la desaparición del joven Colmenares.

No puede desconocerse que fue la propia Laura Moreno quien esa misma madrugada se comunicó con la madre de Andrés Colmenares, la que se hizo presente en el parque El Virrey, lugar al que también concurrieron miembros del cuerpo de bomberos, con los que se continuó la búsqueda del estudiante.

No resulta posible creer que en el breve transcurso de una o dos horas, y en el estado anímico que asumimos debe producir una riña que termina en homicidio, en personas no familiarizadas con el delito y cuyo único vínculo es ser compañeros de universidad, se pueda producir un acuerdo de voluntades con el fin de ocultar los hechos y elaborar una historia que incluya llamar inmediatamente a los deudos del difunto para que concurran al sitio de los hechos.

Menos creíble resulta la versión según la cual Colmenares, muerto o al menos malherido, fue subido a un vehículo y, más tarde, depositado su cuerpo en los alrededores del mismo sitio donde se supone que fue objeto de una atroz golpiza.

Si bien entendemos, la búsqueda de Colmenares se prolongó hasta clarear el día, y su cadáver fue descubierto cuando apenas surgían las primeras sombras de la noche del mismo día. Ello significaría que su cuerpo fue depositado en horas diurnas, atravesando espacios por los que permanentemente transitan vecinos, paseantes y deportistas, y donde se encuentra un CAI,  ubicado justamente a un costado del puente bajo el cual se encontró el cadáver, sin que absolutamente nadie se percatara de movimientos extraños y tan aparatosos como lo es el transporte de un cuerpo inerte.

Finalmente, y sin que con ello se agoten los indicios que desvirtúan la hipótesis del homicidio, no merece menos atención el hecho de que entre Laura y Jessy no existía ninguna amistad, sino cercanía de cada una de ellas con el infortunado estudiante. ¿Qué razón habría entonces para que ambas se confabularan para participar en el homicidio, o para encubrir  a sus autores?

Basta con observar el caño del parque El Virrey, para percatarse que a una persona común y corriente, en condiciones plenas de motricidad, no le resulta fácil salir de él por sus propios medios. De manera que, si por la razón que fuere, alguien en estado de alicoramiento cae a dicho caño, e intenta salir por sí solo, fácilmente podría exponerse a una caída cada vez que lo intente, y ocasionarse lesiones que podrían resultar fatales.