Inicia su tercer mandato de uno de los países más pobres del mundo, con hegemonía parlamentaria y el desafío de atacar la miseria, el ex guerrillero Daniel Ortega.
Ortega inicia su segundo período consecutivo en presencia de casi todos los presidentes centroamericanos --la excepción es la costarricense Laura Chinchilla, con quien las relaciones son malas-- y de estrechos aliados como el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad y el venezolano Hugo Chávez.
Chávez, que en noviembre celebró el "contundente triunfo" del líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), reiteró su voluntad de seguir apoyando a Nicaragua, a la cual transfirió unos 500 millones de dólares anuales en ayuda, equivalentes a más de 80 dólares por nicaragüense.
Esa ayuda resulto clave para un país arruinado sucesivamente por décadas de guerras civiles, desastres naturales y la corrupción, y en el cual el 45% de sus casi 6 millones de habitantes están en la pobreza.
Ortega renueva su mandato con dos tercios de los curules de la cámara única del legislativo, suficientes para encarar sin necesidad de alianzas cualquier reforma constitucional, algo que la oposicion denuncia pero que el sandinismo, de momento, ha descartado.
"No queremos luchas armadas que vengan a poner otro dictador", dijo este lunes el octogenario derechista Fabio Gadea, del Partido Liberal Independiente, quien en las elecciones obtuvo un 31% de votos, la mitad que Ortega y que no ha cejado en sus denuncias de fraude.
La maltrecha oposición, que llegó a las elecciones carente de propuestas alternativas que atrajeran al electorado, teme que Ortega aproveche su hegemonía parlamentaria para intentar perpetuarse en el poder.
Inmune a las acusaciones, el presidente reelecto y su vicepresidente, el ex jefe del ejército Omar Halleslevens, recibieron el lunes sus credenciales en la sede del Consejo Supremo Electoral, en el centro de la capital, ante la presencia de miles de simpatizantes sandinistas.
"Abrimos nuevas páginas para seguir escribiendo esta historia brillante de luz, de verdad, inspirados en valores culturales, religiosos y de fe", dijo en radio y televisión este lunes Rosario Murillo, primera dama y portavoz del Gobierno, al calificar la investidura del martes como "un día grande" en la vida de los nicaragüenses.
La ceremonia de reasunción de Ortega se realizará en la Plaza de la Revolución, emplazada en lo que fue el centro de Managua hasta el terremoto que hace 40 años destruyó la ciudad.
Un arco del triunfo, en el extremo norte de la Plaza de la Revolución, remozada para la ocasión, es el escenario preparado para que ocho mil invitados especiales asistan a una ceremonia cuya hora de inicio nunca fue comunicada oficialmente, pero se estimaba hacia las 17H00 locales (23H00 GMT).
Entre los asistentes se contarán, además de Chávez y Ahmadinejad, los presidentes Ricardo Martinelli (Panamá), Porfirio Lobo (Honduras), Mauricio Funes (El Salvador), Alvaro Colom (Guatemala), Desi Bouterse (Surinam), Michel Martelly (Haití) y el príncipe de España Felipe de Borbón.
Cerca de siete mil policías y unidades de élite habían montado el gigantesco dispositivo de seguridad que incluyó el cierre a la circulación vehícular de un área de más de 3 kilómetros cuadrados a orillas del lago que marca el límite norte de Managua.
En un sector cercano a la plaza de la Revolución, a orillas del lago, los militantes sandinistas planeaban por la noche realizar sus festejos populares en el mismo sitio en el que Juan Pablo II ofició misa en Managua.
Ortega, de 66 años, es el primer presidente reelecto desde el triunfo de la Revolución Sandinista que en 1979 derrocó a la dictadura de más de 40 años de los Somoza.
"El presidente tiene todo el poder que nadie en la historia de Nicaragua ha tenido nunca en su mano (...) Con esa fuerza arrolladora (del FSLN) no puede haber ninguna clase de equilibrio", dijo al diario La Prensa el escritor Sergio Ramírez, vicepresidente de Ortega en su primer mandato, en la década de los 80.
Ortega "tiene todo el poder que antes no tenía y si entonces irrespetó las leyes, se puede esperar que ahora haga lo mismo, pero también es su gran oportunidad para decidir ser un dictador o un estadista", dijo el ex viceministro de Finanzas, René Vallecillo.
AFP