CRÓNICA.Con la filosofía de que cualquiera puede convertirse en un gran músico, el profe Carlos Motta, uno de los nominados al premio Compartir al Maestro 2016, puso en práctica un experimento pedagógico para cambiar la historia de 25 estudiantes al compás de la batuta.
A sus 18 años, Cristian Amaya no titubea al afirmar que la música es la pasión que guía su vida. Lo demuestra con el sonido del trombón, produciendo esos característicos ecos que nacen con la vibración de sus labios contra la boquilla y que desde que cursaba octavo se convirtieron en la banda sonora de sus días.
Al mover la vara del trombón demuestra la experticia con que interpreta cada una de las notas musicales, pero en realidad, el de Cristian con este instrumento de viento, es un amor reciente y a primera vista, como lo recuerda en la sala de su casa, en el barrio Luna Park, a pocas cuadras de su colegio.
Apenas en 2014 tuvo la oportunidad de conocerlo de cerca, cuando convenció al profesor Carlos Motta de aceptarlo en la orquesta del colegio Guillermo León Valencia, luego de perder dos años y adquirir la fama del estudiante que evadía clase ‘por estar jugando monedita’, como él mismo cuenta.
Bajo la batuta del profe Motta, Cristian empezó a entonar una nueva melodía para su vida. “La música me cambió totalmente. Antes me dejaba influenciar mucho, era muy vago e irrespetuoso. Me concentré en esto y ahora soy otro”, dice con seriedad el joven de tez trigueña y ojos negros.
La historia de Cristian es el reflejo de muchos de sus compañeros. Jóvenes que en medio de las dificultades sociales y económicas que existen en el barrio el Restrepo, al sur de Bogotá, cambiaron su ‘chip’ gracias a la orquesta y ahora dan vida a canciones como ‘Oye cómo va’ -la preferida por todos los estudiantes- y ‘Playa, brisa y mar’, entre más de 40 temas de su repertorio.
A la orquesta, que se conforma por 25 estudiantes del grado 10° de esta institución educativa, Cristian y cada uno de sus compañeros llegaron sin haber tocado nunca antes un instrumento, como parte de un proyecto pedagógico en el que el profe Motta convirtió el curso que dirigía en una escuela musical para la vida.
Convencido del talento oculto que hay en cada ser humano, este maestro le apostó a la música como el camino para transformar a sus estudiantes. Por eso, en vez de escoger a los mejores para conformar una orquesta, logró que todos los jóvenes de su curso se convirtieran en grandes músicos y soñadores.
A los más escépticos, los que no tocaban ‘ni la pandereta en las novenas’, el profe Motta les dijo: “denme la oportunidad de demostrarles que ustedes sirven para la música o para cualquier cosa que se propongan”.
En efecto, lo logró. Esta es su segunda generación orquestal y basta con escuchar la perfecta combinación de instrumentos para comprobar la suma de talentos que consiguió con esta fórmula, con el apoyo de los profesores Guillermo Ospina y Hernán Correa.
Cuando la vida es una orquesta
“Un, dos, tre’, cua’”, dice con entusiasmo el maestro que lleva la batuta en la orquesta del colegio Guillermo León Valencia. Saxofones, bombardinos, trompetas y trombones prenden la fiesta en el salón de ensayo, lugar en el que todos los miércoles las asignaturas se transforman en gramática musical, técnica instrumental y ensamble.
El imponente sonido de la agrupación musical inunda todos los rincones de esta institución educativa de la localidad de Antonio Nariño, en donde se creó una relación inquebrantable entre los jóvenes y sus instrumentos.
Para Daniel Corredor, el único saxofonista masculino, el impacto ha sido igual en todos sus compañeros. “Yo era de esos ‘chinos’ tan mamones que ‘ni hacía ni dejaba hacer a los profesores’. En séptimo, cuando entré al curso de la orquesta, empezó todo mi cambio, que ha sido muy drástico. La música nos lleva a todos por el mejor camino”, asegura el joven, que muy pronto se encantó con las blancas y las corcheas de las partituras.
Aunque los ensayos generales ocurren solo a media semana, cualquier descanso, hora libre o clase se convirtieron en una oportunidad para darle rienda suelta a la interpretación e irrumpir con sonoras melodías en la vida cotidiana del colegio. Así es el día a día de unos estudiantes para quienes la vida es una orquesta.
Música que cambia realidades
El éxito de este experimento trasciende lo musical, pues gracias a él, asegura el profesor Motta, los estudiantes se desarrollan integralmente como seres humanos y tienen mejores resultados académicos. “En el colegio sufrimos mucho de ausentismo. Con la orquesta, en este curso, logramos que los chicos vengan a estudiar con interés todos los días, pero, además, que tengan mucho más compromiso con sus familias”, resalta.
Todos los miércoles, al salir de la práctica general, Cristian regresa al restaurante del que es propietaria su madre, la mujer con quien comparte la satisfacción de darle un nuevo rumbo a su juventud para llenarla de orgullo sobre los escenarios locales, distritales y nacionales a los que ha llegado la orquesta.
Él piensa que gracias a la música le causa menos ‘dolores de cabeza’ a su mamá; mientras ella, Martha Moreno, no puede ocultar la emoción que le produce verlo concentrado en algo que verdaderamente lo apasiona y lo hace ‘soñar en grande’.
“La primera vez que lo vi fue indescriptible. Lloré. Verlo tocando y sentir que había una parte de mí en él fue demasiado emocionante”, dice doña Martha, sentada en una de las mesas de color beige de su restaurante, en donde normalmente sirve a sus clientes las recetas que prepara para desayuno y almuerzo.
Eso sí, recuerda que el día en que llegó a la casa con la historia de empezar a tocar trombón fue muy sorpresivo. “Yo lo veía en cualquier cosa, menos en eso. Con el tiempo estaba cada vez más interesado y le dije: ‘si este es el trampolín para que seas un buen músico o un buen profesional, tú sabes que yo te apoyo’. Y sí. Disciplina, responsabilidad, compromiso, imagínese todo lo que ha adquirido”, dice está orgullosa madre de familia.
Testimonios como el de doña Martha, historias de vida como la de Cristian, Yarit y Daniel, y cada día que pasa, le demuestran al profe Motta que hizo la apuesta correcta, que vale la pena creer en el talento de sus estudiantes y seguir conquistando con su música y su trompeta, más que los escenarios, los corazones de los jóvenes de la localidad 15 de Bogotá./educaciónbogotá.edu.co