Arde Moscú | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Marzo de 2024

* Putin contra las cuerdas

* Lo que va de Hamás a Isis

 

La hecatombe terrorista, que por lo pronto cobró 137 víctimas mortales y decenas de heridos en un recinto de conciertos de Moscú, tiene por supuesto en jaque al gobierno de Vladimir Putin. Fue, ciertamente, el primer hecho después de la abrumadora reelección en que logró otro mandato.

El atentado auto adjudicado por Isis, y de parecida factura al de Hamás sobre Israel (al menos 1,200 asesinados a sangre fría y 240 secuestrados), aunque en menor escala fatídica, pero con idéntica barbarie homicida sobre los civiles baleados, señala el error mundial de distender los brazos contra el terrorismo y dejarlo prosperar en todos los niveles. Precisamente, la garrafal falla de la inteligencia rusa, al igual que la judía en su momento, demuestra que los organismos respectivos padecen una desastrosa laxitud en su funcionamiento y se distraen en otras labores que nada tienen que ver con su estructura misional. Incluso, luego del tiroteo indiscriminado, los terroristas emprendieron la fuga en un pequeño Renault Symbol, para más burla.  

De suyo, Putin lleva en sus hombros la culpa de no haber hecho caso a las advertencias de Estados Unidos, que desde el pasado 7 de marzo entregó un informe de inteligencia según el cual era inminente un ataque de este tipo sobre la inerme población rusa y que el propio Putin desestimó de manera truculenta y desvergonzada. Los métodos coincidentes entre Hamás e Isis, sea en Israel o Rusia, muestran, evidentemente, que al alero de las viejas tensiones en territorios como los de la frontera israelita y entre países, como en el caso de Rusia y Ucrania, se produce el caldo de cultivo para que las fuerzas no convencionales germinen con impredecibles consecuencias sobre la ya inestable situación mundial.

Desde luego, difícil para Putin reconocer la inseguridad rampante al frente de un Estado policivo que, tal y como lo fraguó él mismo, debe ante todo cuidarse de que circunstancias como éstas jamás ocurran. No en vano, el presidente ruso es el más claro exponente de la KGB en el poder desde su instauración y quien, entre sus más agudas tendencias, tiene precisamente la proclividad hacia la seguridad entendida al estilo estalinista, es decir, más que la misma protección de la ciudadanía, la obsesión porque no se mueva una sola hoja en el país sin el conocimiento del “zar” y sus consecuencias.

Todo eso se vino a pique con el reciente atentado reivindicado casi de inmediato por Isis y que en su proporción recuerda al de las Torres Gemelas, en Nueva York, por su carácter sorpresivo y la estupefacción gubernamental. Esa entidad terrorífica de entraña islámica fundamentalista, supuestamente neutralizada desde hace unos años después de los ataques en capitales de Europa, entre tantos otros, y luego de contrarrestada en sus bases de Siria por Putin, en alianza con Assad, ha vuelto por sus fueros. Lo que puede tener relación con un eventual camuflaje terrorista en la nutrida inmigración proveniente de las antiguas repúblicas islamistas que hicieron parte de la Unión Soviética y que mantiene una considerable presencia poblacional en el multiétnico territorio, ya que los rusos, como los europeos, no quieren acceder a los puestos de trabajo de menor rango.

En todo caso, parecería evidente que el grupo fundamentalista se ha servido de las distracciones bélicas de Rusia, las fricciones raciales y religiosas, y las dificultades económicas por las que atraviesa, no solo esa nación, sino el mundo entero como resultado de la pospandemia del coronavirus y el enervamiento precisamente suscitado por la invasión rusa a Ucrania. La facción de Isis que reivindicó el atentado, y que tiene su origen en enclaves afincados en Afganistán, ya había actuado a comienzos de año, en Irán, con saldo de 100 víctimas fatales. De modo que no parece un accionar circunstancial y podría hacer parte del vacío en que quedó la zona afgana tras la accidentada retirada de Estados Unidos a inicios del gobierno Biden.

En principio, Putin no se ha ido de frente en sus alocuciones, acusando a Ucrania de la hórrida maniobra, pero por supuesto sus áulicos han dejado prosperar esta especie, con base en una presunta investigación que indica el reclutamiento de los terroristas en la embajada ucraniana en Tayikistán. Nadie cree, naturalmente, que esto sea así, sino que es tan solo una más de las “noticias falsas” que preponderan en los motores de búsqueda virtual y servirán para mayor vindicta del régimen en todos los flancos.

No obstante, la verdad monda y lironda es que Putin ahora cuenta con dos frentes de guerra: uno, el abierto por él en Ucrania, ya con dura respuesta sobre sus bases petroleras, y otro el que le ha abierto el terrorismo cerca del Kremlin. Nada más, pero nada menos…