Ocho lastres de la expectativa reeleccionista | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Septiembre de 2011

 

Puesta sobre el tapete esa hipótesis, el presidente Santos no se podrá quitar ese ‘piano’, a menos que, contrario a lo que hizo Uribe, resuelva ya esa ‘encrucijada en el alma’.
 
1.LASTRE DE CANDIDATO-PRESIDENTE: la posibilidad -real o fundada- de que un Jefe de Estado pueda aspirar a repetir en el cargo lo convierte de inmediato, quiera o no quiera, en Presidente-candidato en ciernes, y cuando esto pasa toda acción de gobierno empieza a tener dos connotaciones distintas. Una, que se trata de una ejecutoria propia de la gestión contenida en el programa y las metas del cuatrienio en curso. Y dos, que detrás de esas medidas adoptadas hay un claro interés proselitista, es decir de captar o mantener cautivos votos que aseguren un segundo triunfo en las urnas. En otras palabras, Santos quedó convertido, sin proponérselo, ahora en un ‘blanco’ político pese a tener apenas una cuarta parte de mandato recorrido. 
2.FISURA TEMPRANERA EN COALICIÓN: el hecho de que la coalición de Unidad Nacional tenga el dominio de más de 80% de las curules en el Congreso, no significa en modo alguno que los Partidos que de ella hacen parte hayan renunciado a su vocación de poder y menos aún a buscar que uno de los suyos llegue a la Casa de Nariño en 2014. Abrir una puja proselitista a tan solo un año de mandato presidencial, lo único que logrará es acelerar las fisuras en la coalición, afectar la marcha de la agenda legislativa y aumentar la puja de protagonismos partidistas por la autoría de las leyes y reformas.
3.GOLPE A GOBERNALIDAD: en los balances del primer año del gobierno Santos no pocos coincidieron en que su mayor logro fue superar el ambiente de polarización y exasperación institucional y en la opinión pública. El nuevo Presidente calmó las aguas, reordenó la casa y retomó los cauces institucionales. Por esa razón tanto el Congreso como instancias de otros poderes se alinearon en ese nuevo ambiente y dieron un largo compás de espera para que el Ejecutivo, después de poner la casa en orden, arrancara en forma su gestión. La ambiciosa agenda legislativa aprobada en este primer año es una prueba de la disposición a entregarle al Gobierno casi todas las herramientas que pidió. Los balances coincidieron en que Santos ha tenido una larga e inusual “luna de miel” y eso se traduce en gobernabilidad, pero la sola expectativa de reelección es un golpe a esa capacidad de acción oficial. Negarlo sería apenas ingenuo. 
4.‘FANTASMA DE POLARIZACIÓN’: si hay algo que quedó evidente en los últimos ocho años, es que la expectativa de la permanencia, primero cuatro, luego ocho y después hasta de doce años, de Uribe en el poder, generó un ambiente político en el que la prioridad del uribismo terminó siendo mantener el status quo político y burocrático, y por esa vía el país se polarizó a tal punto que cualquier foco de crítica, oposición, fallo adverso o medida en contrario a los intereses particulares del Gobierno o sus agentes, fueron entendidos de forma automática y macartista como un gesto anti-reeleccionista. Todo ello llevó a un ambiente de desinstitucionalización, en el que, al afectarse el equilibrio de poderes y los pesos y contrapesos constitucionales, la corrupción se enquistó en muchas entidades.
5.AHONDAR PUJA POR LA U: si en este primer año del mandato Santos fue evidente que hay un pulso entre las corrientes uribista y santista por el dominio del Partido de La U, introducir ahora el elemento de la eventualidad de una reelección profundizará esa medición de fuerzas al interior de la colectividad y podría llevar, más temprano que tarde, a una posible escisión protagonizada por la facción que esté en desventaja. Por ahora el santismo parece tener las riendas, pero como ya hay una ‘fila india’ de precandidatos, la cuestión será a otro precio. Uribe ha dado muestras evidentes de que lanzará su propio candidato en 2014 y si ello es así, La U podría terminar en una ‘guerra’ política suicida.
6.‘FANTASMA’ DE REUNIFICACIÓN LIBERAL: el hecho de que haya sido precisamente el jefe único de este Partido, Rafael Pardo, quien pusiera a ‘sonar’ la necesidad de analizar, después de los comicios de octubre, el tema de una reelección presidencial, prende de nuevo la polémica sobre si hay una estrategia, entre pública o secreta, para reenganchar antes de 2014 a dirigentes y facciones que años atrás se apartaron del oficialismo de las toldas rojas. No se puede ocultar que los ex presidentes Samper y Gaviria han dicho que el arquitecto de esa reunificación podría ser Santos y muchos sectores del liberalismo comulgan con la idea. El nombre de Germán Vargas Lleras también entraría a jugar en toda esta maniobra de reorganización roja.
7.DIVISIONES INTERNAS PARTIDISTAS: las reacciones en las últimos tres días, luego de que el tema de la reelección se puso sobre el tapete, dejan en claro que por más que Santos tenga una gestión bien calificada y una alta popularidad, no significa ello que las distintas facciones de los Partidos estén totalmente de acuerdo con apostar por un segundo mandato. Por ejemplo, para muchos dirigentes liberales, conservadores o los mismos verdes no llevar a uno de los suyos a la Casa de Nariño en el 2014 podría ser apocalíptico, pues se degradarían, prácticamente, de “partidos” a “movimientos políticos”. Colectividades como la liberal o la conservadora, por su carácter histórico, no aguantarían una nueva estrategia de “bypass”, es decir de pasar de agache en las presidenciales. Si se dividen los Partidos, también su potencial electoral y sus bancadas. 
8.OTRA ‘ENCRUCIJADA EN EL ALMA: nada más desgastante y molesto para el presidente Santos que de ahora en adelante no falte escenario en donde se le pregunte si aspirará o no a repetir en el cargo. Uribe duró dos años y medio con ese sirirí encima, en donde cada palabra, silencio o actitud suya fueron objeto de múltiples hipótesis e interpretaciones políticas, periodísticas y en la opinión pública. Obviamente, Uribe, con su “encrucijada en el alma”, mantuvo conscientemente ese escenario. Muchas veces sus discursos, pronunciamientos y medidas no tenían el menor eco y cada acción era objeto de análisis sobre si, por su dureza, respondía a gastar capital político en ejecutorias obligadas, o, por su amplio recibo o flexibilidad, eran más una estrategia de populismo institucional, económico o electoral.