Por Laura Wills Otero, directora de Congreso Visible
Especial para EL NUEVO SIGLO
Elegido con el 51 por ciento de los votos y una ventaja de casi seis puntos porcentuales sobre su contrincante, el presidente Santos recibió un claro y legítimo mandato para gobernar otros cuatro años a Colombia.
El nuevo período le servirá al presidente para dar continuidad a algunas iniciativas, comenzando por supuesto por las negociaciones de paz con las Farc, y ahora con el Eln; para retomar algunas otras que no pudo llevar a término en los primeros cuatro años (entre otras: reformas sustantivas a la justicia, a la educación, y al sistema de salud); y para replantear y/o proponer políticas que respondan a las expectativas de los ciudadanos que lo apoyaron y de los aliados políticos que prendieron sus maquinarias el domingo 15 de junio, o que decidieron manifestar públicamente su apoyo a una salida negociada del conflicto armado.
La agenda del nuevo gobierno es amplia y está cargada de compromisos, y la posibilidad de cumplir no depende solo de la buena voluntad del presidente y de su aparato burocrático. El Congreso elegido el pasado 9 de marzo cumplirá un papel muy importante.
De este dependerá que iniciativas legislativas del Poder Ejecutivo se discutan y se lleven a buen término. También será el Congreso la institución responsable de sopesar el poder del presidente y de ejercer control político sobre los miembros de su gabinete.
Por eso es importante preguntarse por la configuración del poder en el nuevo Congreso, y por las relaciones que se darán entre este y el presidente reelecto.
El nuevo Congreso
El Congreso que elegimos el pasado mes de marzo no es igual al que tuvimos durante el cuatrienio 2010-2014. Tampoco serán iguales el tamaño de la coalición que apoyará al nuevo gobierno, ni el tamaño de la oposición que le hará control político.
Durante su primer período, el presidente contó con una poderosa “unidad nacional” integrada por cuatro partidos, a saber: el Partido de la U, el Partido Liberal, el Partido Conservador y Cambio Radical. Estos partidos sumaron el 76 por ciento del poder político, es decir, una holgada mayoría que fue aún más fuerte con la decisión del Partido Verde de sumarse a la misma.
Santos I tuvo niveles de éxito legislativos más altos que los de su antecesor y hoy opositor Álvaro Uribe. Esto se explica no solo por tamaño de la coalición, sino además por el comportamiento relativamente disciplinado de los partidos que la integraron.
Por otro lado, el tamaño de la oposición durante el cuatrienio que termina fue reducido en tanto estuvo compuesta por un único partido minoritario que además sufrió fracturas internas que afectaron su desempeño y sus niveles de disciplina interna: el Polo Democrático Alternativo (PDA).
La tarea central del PDA en el cuatrienio anterior fue el de control político al gobierno. Frecuentes citaciones a ministros y apoyo manifiesto a movilizaciones sociales (sobre todo por temas agrarios) fueron las acciones más frecuentes del Polo durante el primer gobierno de Santos.
Ahora bien, como quedó claro en los comicios de este año, a partir del 20 de julio, cuando se instale el nuevo Congreso, y después del 7 de agosto, cuando se vuelva a posesionar el presidente electo, será evidente un reacomodo de fuerzas, y con este, una nueva dinámica en las relaciones entre las ramas Ejecutiva y Legislativa.
Como va quedando claro en las acciones y discursos poselectorales, el tamaño de la coalición del gobierno será menor y menos estable que la anterior, y el de la oposición será más grande e influyente.
Al parecer, ninguno de los dos grupos será de tamaño estable. Es probable que este varíe según los temas de las iniciativas que se discutan. A continuación planteo algunas especulaciones relacionadas con esta idea.
Santos II: coaliciones y oposición
El Partido de la U, el Partido Liberal y Cambio Radical serán la base, probablemente estable, de la nueva coalición de Santos II. El Partido Conservador sumará apoyos, pero no lo hará como colectividad sino a partir de decisiones individuales de algunos de sus miembros.
Al menos eso es lo que han manifestado quienes decidieron mover sus maquinarias electorales en favor del presidente reelecto, y algunos otros que defienden la salida negociada del conflicto.
Otro sector del partido que decidió apoyar a Marta Lucía Ramírez en la primera vuelta y seguir su decisión de apoyar a Zuluaga en la segunda, no necesariamente entrará a la coalición y, al contrario, posiblemente se quede en la oposición. Esto, claro está, pone en riesgo la unidad del partido y atenta contra su disciplina interna.
La base sólida de la oposición será el Centro Democrático, con el expresidente y ahora senador Álvaro Uribe a la cabeza. Con 20 senadores y 19 representantes a la Cámara, será un grupo opositor más grande que el de Santos I, que además tendrá potencial para crecer, así sea en alianzas temporales.
Es probable que algunos conservadores apoyen iniciativas legislativas de este grupo y emitan votos en contra de las iniciativas del grupo mayoritario, así como llamados de control político a los ministros que presenten proyectos de iniciativa ejecutiva.
Por su parte, el PDA será un partido “bisagra” que apoyará iniciativas del gobierno cuando estas aborden temas que favorezcan a los grupos que este partido defiende, o cuando eventualmente se empiece a legislar para llevar a cabo los acuerdos con las Farc y el Eln.
Pero el Polo también cumplirá un papel crítico y de control frente a iniciativas relacionadas con estos temas, y con otros donde ha venido siendo crítico, por ejemplo: los TLC, la “locomotora minera”, o la política agraria.
El Partido Verde también cumplirá un doble papel: apoyará al gobierno y a su coalición cuando sienta cercanía a las propuestas en temas relacionados con la paz, pero será también un gran crítico.
Sus congresistas han declarado repetidamente que uno de sus papeles será el de combatir la corrupción y la “politiquería”, bien denunciando actos relacionados con estos fenómenos, bien legislando para controlar su ocurrencia.
En síntesis, el segundo gobierno de Santos no será igual al primero. Los apoyos electorales que tuvo y los que empiezan a vislumbrase pasadas las elecciones serán diferentes, lo cual incidirá sobre su agenda política, que ahora debe incluir asuntos que interesan a aliados que antes fueron de la oposición, así como temas que, a cambio de los votos que sumaron en la segunda vuelta, serán incluidos en iniciativas de diferentes tendencias, partidos y regiones.
El presidente reelecto también tendrá un grupo opositor con gran poder en el Congreso, que hará el control político a la coalición del gobierno y a las iniciativas del Ejecutivo. Se anticipa un cuatrienio con grandes debates que girarán alrededor de temas de real trascendencia nacional.