Por Catherine Nieto Morantes
Periodista EL NUEVO SIGLO
CRÓNICA. Una cortina de billetes de diferentes denominaciones y nacionalidades cubre la puerta de vidrio de El Sol Naciente, uno de los curiosos y escasos negocios dedicados a coleccionar dinero para su comercialización.
El local de 2 metros de frente por 2 de fondo ubicado en el pasaje Veracruz, en el centro de Bogotá, exhibe a través de una vitrina, una ventana y una pared, infinidad de billetes cuya actividad es conocida como la notafilia. Así mismo en varios recipientes repletos de monedas plateadas, doradas y en cobre, son expuestas para el mismo fin y su relación tiene que ver con la numismática. Le complementan la filatelia, para estampillas y la numismalia, en el caso de las medallas que en Colombia no es tan común.
Cuando se recorre la Avenida Jiménez, por la calle 10ª, cerca de cuatro hombres de edad se sientan cada uno en una pequeña silla de madera, acompañados por un catálogo con billetes también para su comercialización, forma en la que empezó hace 20 años don Juan Andrés Jiménez en el negocio de la numismática y filatelia.
“Esto si se puede tomar como algo brusco se inició como un rebusque, como cuando una persona como yo, no preparada en nada, empieza a trabajar en algo. Yo trabajé en la calle primero y ahí saqué filo en este negocio y de ahí se me dio la oportunidad de montar un local ya porque el negocio lo amerita es muy hermoso, muy fino, no es para toda la gente, es para determinadas personas que tengan algo de solvencia económica, que les guste, que sean inquietos, que tengan un nivel cultural sobresaliente porque no todas las personas se inclinan por este tema”, afirma Jiménez, quien duró en la calle dedicado a esta actividad cerca de 3 años.
“En la calle corría peligro, pues uno tenía que estar en la jugada, pero en ciertas personas esto no despierta ningún interés, mi negocio es escueto en vidrio porque aquí nuestro nivel cultural no da para tanto, pero es un negocio hermoso. La calle es terrible, allá uno no gana sino experiencia, las oportunidades son mínimas porque aquí puedo enseñarte con confianza lo que quieras, afuera no. Afuera no le ofrecen un negocio de 10 millones”, cuenta.
Interesante inventario
Para él, su negocio es como los árboles, debido a que tiene muchas ramas, ya que en el mundo se han emitido millones de billetes, que una vez salen de circulación, vienen a dar al negocio de la notafilia.
En su local contiene un inventario cercano a los 3 mil billetes, con denominaciones de más de 100 países, cada uno con sus personajes representativos, su correspondiente idioma, material y color.
Verificando dichos billetes, algunos países de los que Jiménez tiene son de Zambia (África), Afganistán, Corea del Norte, Corea del Sur, Camboya, Myanmar (Asia), Costa de Marfil, EE.UU., Madagascar, Filipinas, Serbia, Argentina, Irán e indudablemente Colombia.
De Guatemala me enseña un billete elaborado en polímero, una tendencia que actualmente la mayoría del mundo está manejando, según el comerciante. En cambio, el material del billete colombiano es en algodón y lino.
Aunque la percepción de don Juan Andrés sobre el billete de $100 mil colombiano no es la mejor, afirma que nuestro país es muy rico numismáticamente, pero por sobre todo los billetes antiguos, como el de la fundación de Bogotá. “Los antiguos de Colombia eran más artísticos. Hay uno de la fundación de Bogotá, son ángeles, para mí es uno de los billetes más hermosos que han existido en Colombia. Este billete vale $2.500.000, si esta nuevo vale $5 millones, entonces imagínese, valen el oro y el moro”, afirma.
“El de $100 mil es feo, horrible. Colombia que tiene tantas cosas hermosas y le dieron un espacio repetido a una estatua y foto del mismo personaje, y por el otro una palmera sin crédito al dueño de la pintura en seguridad. Pero lo que tiene este billete es que es infalsificable, óptimo. Teniendo un ojo educado tiene unos billetes de seguridad enormes. Si le soy honesto cogen a la gente de boba y les meten un billete fácil de identificar, a ojo sé si es bueno o malo”, destaca Jiménez, a quien es difícil que le metan un billete falso en el local.
El negocio lo surte comprando a nivel mundial, “me traen, hay personas que se dedican a recorrer el mundo y llegan a mis manos. Miramos fecha, estado y tipo y ahí se negocia”.
Sobre sus clientes, Juan Andrés afirma que “la clientela no es mucha, esto no es como vender empanadas. Hay gente con mucho dinero, gente industrial pesada que colecciona”, dice mientras me enseña un billete de 2 centavos y medio colombiano que cuesta millones.
Tener el billete más valioso para este comerciante sería como un sueño dorado, pues es de $500, del año 1923, cuyo valor ronda un poco más de 165 mil dólares, unos $500 millones, “así se arregla un poquito el caminado, me compro un apartamentico”, cuenta entre risas.
Sobre los precios que se les ponen a estos billetes, el negociante afirma que “lo emocional no existe, existe lo real. Mi idea romántica ya no existe, el romanticismo lo maté en el momento en que me volví comerciante porque antes guardaba cosas y le sustentaba un valor, pero cuando mata todo se vuelve real, para eso hay catálogos, hay una base en subastas, en el mercado, es real el precio y dependiendo del comerciante”, aclara.
“Para tener una buena clientela que se vuelva algo sustentable es mejor vender a los precios que son, esto no vale más de $1.000 (mientras muestra uno de $50), pero si lo necesitaras ,la persona te puede pedir $10 mil, aunque nunca llegue a valer eso”.
La amenaza de la numismática radica en la lluvia, debido a que si la mercancía se moja, pierde valor, “si llueve, un billete que está nuevo lo daña y deja de ser estado 10. Tener un negocio de estos vale mucha plata porque hay que tener mucha, mínimo hay que tener $20 millones invertidos, fuera hago en efectivo para hacer negocios grandes porque es un barril sin fondo, en otras partes del mundo se mueve más”, destaca.
“Mi negocio se mueve al instante: compro ya y vendo ya, porque tener un stock es muy difícil, a veces tienes $500 millones pegados en la pared y no se ven, entonces el sistema es tener fluidez de caja”, afirma Jiménez, quien ni se toma la tarea de contar las monedas que para él son más engomadoras que los billetes.
Algunos de los negocios dedicados a la numismática se ubican en el centro Comercial Granahorrar, en la calle 73 y 83 y tal cual en el centro, pero están ubicados a la vista.
“Realmente este negocio sí vale la pena tenerlo en un local, volverlo serio porque se presta”, define el hombre, quien dice que su forma de subsistir es gracias al dinero fácil, pues trabaja de lunes a sábado entre 9:30 a. m., y 5:30 p. m., en horario de oficina y recibiendo lo que más gusta entre todas las personas, el dinero.