Todavía el pueblo colombiano no entiende –como en el cuento del atolondrado “Echeverri”, el de ‘Sábados Felices’— el cambio de ritmo y de promesas que le imprimió el presidente Santos a las cifras inherentes a la política de vivienda.
Se evaporaron 900 mil. Cuando el Presidente apenas era candidato les ofreció a sus compatriotas la construcción de un millón de viviendas, en sus cuatro años. Ahora, transcurridos veinte meses de su período, el Mandatario que se autodenominó populista y traidor en Málaga, Santander, sin ruborizarse, cambió la promesa: ya no es de un millón sino cien mil viviendas.
Titulares. Cabe recordar que, recién instalado el primer gabinete santista, los medios titularon en voz del Presidente: “El Gobierno construirá un millón de viviendas”.
A menos de cien días del segundo aniversario del gobierno, el titular es bien distinto: “El gobierno entregará cien mil viviendas”. ¿Qué se hicieron las otras 900 mil?
Desmemoriados. Hoy se agota la tinta y las rotativas se aceleran para salvar una desgastada y deteriorada imagen, al compás del ruido generado por la promesa de las cien mil casas, dentro de la otra promesa, ya incumplida, del millón de soluciones habitacionales: ¿Serán acaso mentiras a plazos y posfechadas?
Sin aspavientos. El barquero recoge la noticia producida por el ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo en la Comisión Quinta del Senado, el martes último: “Estoy entregando 32.000 viviendas campesinas porque el campo colombiano tiene un déficit de vivienda rural.” (Razones a Bolívar para que las entienda Santander).
Sin alharacas, el ministro Restrepo realiza un trabajo silencioso en esta materia, mientras el nuevo ministro de Vivienda Germán Vargas ya da como un hecho la construcción de cien mil viviendas este año.
Preguntamos: ¿Si no pudieron construir una casita en Gramalote, pueblo al que se lo tragó la tierra, cómo van a construir 100 mil viviendas en el corto plazo?
Consejos. El manual “Las 48 leyes del poder” advierte que cuando un gobernante se convierte en príncipe, en este caso de Anapoima, no debe designar en los cargos de comando a sus más cercanos, pues los amigos siempre se consideran con credenciales y piensan que el príncipe los designa porque les debe; se relajan y olvidan sus obligaciones.
Lucho no cabe. La designación de Federico Renjifo como Ministro del Interior es merecida y responde al pago de lealtad con el santismo. Pero en el fondo termina siendo una mala decisión del Presidente, quien con este nombramiento no le aporta nada nuevo a la Unidad Nacional, ya que se profundizan las grietas del santismo y el uribismo, dejando por puertas al Conservatismo y a Lucho Garzón.
El reino vallecaucano. Resulta asombrosa la robusta cuota que tiene el Valle del Cauca en la alta nómina burocrática nacional: 1) Angelino Garzón, vicepresidente. 2) Federico Rengifo, Ministro del Interior. 3) María Fernanda Campo, Ministra de Educación. 4) Mariana Garcés, Ministra de Cultura. 5) Henry Eder, consejero presidencial. 6) Miriam Villegas, directora del Incoder. 7) Santiago Castro, director de la Aerocivil. 8) Juan Carlos Mira, secretario privado de Santos. 9) La consejera Catalina Crane, esposa del nuevo Mininterior. 10) Los embajadores en España, Orlando Sardi; en Francia, Adolfo Carvajal y en Corea, Jaime Alberto Cabal. Finalmente, el entrante presidente del Senado, Roy Barreras, impuesto desde Palacio.