El autor confeso de los ataques del 22 de julio en Noruega, Anders Behring Breivik, considerado el martes "penalmente responsable" por un panel de expertos siquiátricos, comparecerá ante la justicia a partir del próximo lunes por "actos de terrorismo" tras la matanza de 77 personas.
Si su culpabilidad no está puesta en duda -el ultraderechista noruego reconoce los hechos pero se niega a declararse culpable- el juicio determinará su destino: ¿será trasladado a la cárcel o a un hospital psiquiátrico?
Un nuevo informe psiquiátrico cayó este martes como una bomba, al asegurar que Breivik es penalmente responsable, contrariamente a las conclusiones de un anterior informe.
"Hemos concluido que el acusado no era psicótico en el momento de los hechos", declaró el psiquiatra Agnar Aspaas. Pero, en última instancia, serán los jueces en su veredicto -esperado para julio- los que determinarán el futuro de Breivik.
El 22 de julio de 2011, Breivik hizo estallar una bomba que causó la muerte de ocho personas junto a la sede del Primer Ministro noruego, ausente en ese momento.
Luego, disfrazado de policía, abrió fuego durante más de una hora contra cientos de jóvenes laboristas reunidos en un campamento de verano en la isla de Utoeya, a unos 40 km de Oslo.
La matanza causó 69 víctimas, casi todos adolescentes que quedaron atrapados en la isla, rodeada de un lago de aguas glaciales.
Nunca antes una matanza perpetrada por un hombre había causado tantas víctimas, según Jack Levin y James Alan Fox, autores de varios libros sobre los asesinos en masa.
"Han existido otras matanzas más graves cometidas con otro tipo de armas, pero nunca con un arma de fuego", explicó a la AFP Levin, profesor de criminología de la Universidad Northeastern de Boston.
"Los terroristas atentan contra el mayor número de personas, por eso suelen utilizar explosivos", escribió en un correo electrónico.
Breivik, de 33 años, dijo que actuó contra "la invasión musulmana" en Europa y el multiculturalismo, y calificó su gesto de "atroz pero necesario", explicando que había sido "un ataque preventivo contra los traidores de la patria".
En el juicio, los roles se verán invertidos con una defensa que quiere que el acusado sea reconocido penalmente responsable de sus actos y una fiscalía que se apoyará en un diagnóstico de desequilibrio mental.
Si los abogados ganan el caso, lo más probable es que Breivik se exponga a una retención de seguridad que prevé un encarcelamiento de 21 años para el acusado y la posibilidad de prolongar la pena por tramos de un máximo de cinco años si se considera que el detenido sigue siendo peligroso.
El extremista estima, en cambio, que su internamiento en un establecimiento psiquiátrico sería "peor que la muerte" y pide que se reconozca su sano estado mental para que el manifiesto ideológico que publicó el día de los atentados, y que pretendía llamar la atención sobre la ola islámica, no quede invalidado por la justicia.
Para la defensa, no hay dudas: el acusado recobrará su libertad en algún momento. "La perpetua no existe en Noruega. En un momento dado, volverá a la sociedad. No en un futuro cercano, pero dentro de muchos años", informó su abogado Georg Lippestad.
Si, por el contrario, el tribunal acepta el pronóstico de inestabilidad mental, Breivik quedaría internado en un establecimiento cerrado para ser sometido a un tratamiento psíquico que podría durar de por vida.
En la cárcel o en un manicomio, la fiscalía espera que el asesino no recupere nunca más la libertad.
"Nos costaría mucho verlo pasear por la calle dentro de unos años," dijo Svein Holden, uno de los fiscales encargados del caso.
La matanza conmocionó a Noruega, país que entrega el premio Nobel de la Paz, provocando emocionantes escenas de unidad nacional y desencadenando una profunda reflexión sobre el delicado equilibrio entre el liberalismo y la seguridad.
Frente al horror, el Primer Ministro laborista Jens Stoltenberg prometió "más democracia, más apertura, más humanidad y menos ingenuidad".
Bajo la presión de una opinión pública conmocionada, las autoridades debieron presentar sus excusas por haber tardado tanto en detener la masacre.
En las próximas semanas, cientos de periodistas de unas 210 redacciones se encontrarán en Oslo para cubrir el juicio.
"Es el juicio más importante jamás organizado en el país por la gravedad de la hechos y desde el punto de vista logístico", subrayó el presidente del tribunal de Oslo, Geir Engebretsen.
En cuanto a los parientes de las víctimas, dicen sólo esperar una cosa: que se haga justicia.
"Queremos un juicio limpio, serio, que condene al culpable y que esclarezca lo que ocurrió el 22 de julio", confió a la AFP Trond Blattmann, presidente del grupo de apoyo a las víctimas, y que perdió a un hijo en la matanza de Utoeya.