Un periodo e incertidumbre fue lo que abrió la muerte del dirigente norcoreano Kim Jong-Il, aunque los analistas descartan la hipótesis del inicio de una profunda crisis para el régimen estalinista, que llevaba dos años preparando la entronización de su hijo Kim Jong-Un.
El anuncio del deceso de Kim, ocurrido el pasado sábado, sitúa a Kim Jong-Un, que todavía no cumplió 30 años, al frente de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), la única dinastía comunista del mundo.
Con la desaparición de su líder, Corea del Norte -que se destaca por su opacidad y la posesión del arma nuclear- queda envuelto en un mar de dudas.
Pero la sucesión, trazada al principio gradualmente pero acelerada tras el accidente cerebral que Kim Jong-Il sufrió en 2008, no debería provocar una "crisis inmediata en la política interna y los asuntos exteriores del Norte", estima Paik Hak-Soon, del Instituto Sejong, un centro de estudios con base en Seúl.
Los medios de comunicación oficialistas ya han pedido respaldar al nuevo jefe de un Estado dividido entre una privilegiada élite y masas indigentes.
La agencia oficial KCNA exhortó a "todos los miembros del Partido (de los trabajadores), los militares y el pueblo (...) a seguir fielmente la autoridad del camarada Kim Jong-Un".
Estas declaraciones demuestran que "Jong-Un ya está al mando y que todos los responsables que están bajo Kim Jong-Il han decidido en el curso de las últimas 48 horas apoyar a Jong-Un como nuevo líder", de acuerdo con Paik.
El ejecutivo norcoreano, añade el experto, "ya lo ha arreglado todo y el régimen parece estable (...). La era Kim Jong-Un ya ha empezado".
Para Baek Seung-Joo, del Instituto Coreano de Análisis Militares, el Norte ha organizado a la perfección la sucesión.
"Durante un tiempo, el ejército y la familia de Kim se esforzarán en confirmar a Kim Jong-Un (en su rol) como líder y se agruparán a su alrededor", estima Baek.
El joven Kim, ascendido en los últimos años a cargos políticos y militares estratégicos, probablemente "no iniciará un cambio de política drástico mientras se dedique a establecer su autoridad".
"Intentará compartir el poder o alcanzar una alianza estratégica con los dirigentes del ejército", añade el investigador, quien no descarta "luchas de poder en el futuro".
En cuanto a la política exterior, el régimen de Pyongyang no tiene intención de modificar su posición, cuando se han producido nuevos contactos directos entre Corea del Norte y Estados Unidos, que dejan entrever una relajación en las relaciones entre ambos países tras años de tensión por el programa nuclear norcoreano.
El Norte, dice Kim Tae-Hyun, profesor de la Universidad Chung-Ang de Seúl, "necesita una gran ayuda y víveres para su pueblo cuando se aproxima (la celebración) de un aniversario político importante" en 2012, que conmemorará el centenario del nacimiento de Kim Il-Sung, el fundador de la RPDC y abuelo de Kim Jong-Un.
El sábado, día en el que falleció Kim Jong-Il, la prensa surcoreana informaba que Corea del Norte había aceptado suspender su programa de enriquecimiento de uranio con fines militares, una condición establecida por Estados Unidos para retomar las negociaciones sobre el desarme y la ayuda alimentaria al país asiático.
Estas informaciones aparecieron tras la intensificación de los contactos diplomáticos entre Pyongyang, Washington y los otros países implicados en las negociaciones multipartitas (las dos Coreas, Estados Unidos, Rusia, China y Japón) sobre la desnuclearización norcoreana.
Las autoridades de Corea del Norte "querrán probablemente retomar las negociaciones con Estados Unidos cuando termine el período de duelo", afirma Baek.
Entre tanto, Estados Unidos llamó al nuevo gobierno de Corea del Norte a cumplir sus compromisos en materia nuclear. "Esperamos que el nuevo liderazgo norcoreano tome los pasos necesarios para apoyar la paz, la prosperidad y un futuro mejor para el pueblo norcoreano, incluyendo" respetar "sus compromisos para la desnuclearización", dijo el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney.
También dijo que es demasiado temprano para hacer juicios sobre lo que la muerte de Kim Jong-Il significa para el futuro norcoreano o de su relación con el mundo exterior, incluyendo las conversaciones sobre su programa nuclear.
AFP