Seamos novios, no juguemos a los novios | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Mayo de 2018

El noviazgo debe ser bastante antiguo, aunque seguramente no era primordial cuando se nacía con un destino predeterminado por ser mujer, por ser hombre, por ser de una tribu, por ser de la realeza o por no ser nada en especial. Pero las veces que el noviazgo fue importante, produjo resultados dignos de resaltar. Por el contrario, cuando fue tomado como un juego, llevó a situaciones muy complejas y dolorosas a esos jugadores. En el mundo actual, y precisamente por tanto fracaso a la vista, convendría volver a pensar qué es un noviazgo y cómo vivirlo con seriedad para que regale frutos generosos a quienes lo han establecido.

La forma como vive mucha gente joven hoy en día puede haber cambiado la connotación de esta vida de pareja. Lo han despojado de cierta ritualidad y formalismo y lo han llenado de una lozanía que quizás lo hace más atractivo que en otras épocas. Pero también es cierto que el noviazgo tiene en estos días una dosis de confusión respecto a su identidad y quienes están involucrados en el mismo no siempre saben, en últimas, de qué se trata esa relación ni cuáles son sus objetivos, ni sus límites. Se siente hoy con fuerza que para muchas personas el noviazgo significa sobre todo compañía, pero sin que se esté pensando en que sea permanente y mucho menos para toda la vida. Un estado curioso. Desde luego, sigue habiendo gente, y mucha, que se ennovia para preparar la futura vida matrimonial.

Entre la sofisticación artificial de la vida moderna y la informalidad de las relaciones, no son pocas las personas que están involucradas en algunas que no les dicen ni les ofrecen nada. Por eso es que valdría la pena volver a llamar al escenario el noviazgo, aunque parezca muy cándido y hasta pasado de moda. La esencia de la vida aboga por este tipo de relaciones en las que se puede establecer una basada en el amor, caracterizada por el respeto, capaz de hacer procesos con naturalidad y, sobre todo, capaz de proponer progresivamente un proyecto de vida. Y, también, un tipo de relación en la que se aprende a amar con sentido de realidad, es decir, con conciencia de que el ser amado viene con virtudes y defectos, con días de sol y días de sombra.

La obsesión moderna por la diversión y el gozar puede en ocasiones desbaratar aun los proyectos de amor más sinceros. La razón es que suelen terminar por cosificar a las personas y aprovecharse indebidamente de ellas. El noviazgo podría ser una escuela de relaciones humanas que se rige por el amor y el respeto, que apunta a fines importantes y que se toma la vida en serio, sin por ello dejar de ser alegre y divertido. Si todo esto se diera, podría aparecer la palabra matrimonio en el horizonte. Sin esto, mejor ni pronunciar esta palabra que es santa.