Aunque Siria queda muy lejos de nosotros, la cruenta guerra que allí se registra, y que tiene al mundo estupefacto, ha impactado en Colombia, pues nuestro país actualmente preside el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), precisamente el organismo que está en el ojo del huracán por su impotencia para detener el desangre en la nación árabe.
Es la segunda vez que Colombia (que ocupa uno de los 10 escaños rotativos) asume en el último año la presidencia del Consejo. La última vez que lo hizo la crisis era la guerra en Libia, pero allí sí hubo una actuación más definitiva de la ONU y el régimen de Gadafi cayó.
Sin embargo, en el caso de Siria el pulso entre las cinco grandes potencias con asiento permanente y poder de veto ha impedido tomar una decisión concreta para forzar al régimen del presidente Bashar al Asad a frenar la cruenta ofensiva sobre los rebeldes.
¿Qué está pasando? ¿Cuál ha sido la postura de Colombia? EL NUEVO SIGLO entrevistó al experto internacionalista Juan Daniel Jaramillo Ortiz, columnista de este periódico, acerca de la evolución reciente del Consejo de Seguridad de la ONU.
Jaramillo es, con el ex presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y ex embajador Rafael Nieto Navia, uno de sólo dos colombianos que han ocupado altas posiciones dentro de organismos dependientes en forma directa del Consejo de Seguridad de la ONU: los Tribunales Penales Internacionales para la antigua Yugoslavia y Ruanda.
EL NUEVO SIGLO: Colombia preside el Consejo de Seguridad de la ONU en el preciso momento en que más se cuestiona a esta instancia. ¿Qué es lo que está pasando?
JUAN DANIEL JARAMILLO: El Consejo de Seguridad, entre muchas otras rigideces estructurales, adolece de una muy delicada, que es el derecho de veto, facultad que se reservaron desde la fundación de Naciones Unidas cinco países: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China. Los actuales miembros permanentes parecen decididos a no dejar que prosperen propuestas de reforma que introducirían cambios no únicamente en el número de miembros, ampliándolo, sino en la naturaleza misma y alcances del derecho a vetar.
ENS: Siria se desangra en una guerra sin cuartel, pero el Consejo de Seguridad de la ONU no toma ninguna decisión para frenarla. ¿Es posible que cambie de parecer?
JDJ: China y Rusia, pese a la situación extrema en Siria, no parecen dispuestos a permitir la aplicación de las medidas coercitivas contempladas en el Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, al no aceptar que cuanto ocurre en este país se encuentra impactando negativamente la paz y seguridad internacionales. Pero detrás de esta posición gravitan sin duda razones geopolíticas y de interés propio de estas naciones, que desde hace décadas se han convertido en escuderos de Siria en el seno de Naciones Unidas. Creo que anclados en una visión propia de la Guerra Fría ven a este país como eslabón estratégico en el Mar Mediterráneo, omitiendo que el genocidio que se viene perpetrando en Siria y los crímenes de lesa humanidad no pueden pasar hoy impunemente para una sociedad civil global que es actora principal del juego estratégico internacional.
ENS: ¿Cuál ha sido la postura defendida por Colombia en el tema sirio? ¿Cómo la evalúa? ¿Tienen razón quienes sostienen que nuestro país se pliega a la línea Washington?
JDJ: Anoté en alguna columna mía en EL NUEVO SIGLO, aparecida hace cerca de un año, que Colombia debía abanderar dentro de Naciones Unidas una reacción a las violaciones continuas al Derecho Internacional Humanitario que se estaban dando en Siria. Es que Colombia tiene en Siria y Líbano, al lado de la indígena, española, alemana, italiana, vasca, francesa, entre otras, una de sus fuentes de conformación nacional. El componente sirio-libanés es fundamental en Colombia y ello amerita un interés preferencial de nuestro país en la situación que allí se está desenvolviendo. En esa columna solicité al presidente Santos, quien se encontraba en visita oficial en Turquía, referirse al problema sirio. La canciller María Ángela Holguín ha impulsado en buena hora una resolución condenatoria dentro del Consejo de Seguridad. No se trata aquí de plegamientos a Washington, sino de la defensa de derechos humanos esenciales.
ENS: La última vez que Colombia estuvo presidiendo el Consejo el asunto central era la crisis en Libia y la forma en que el régimen trataba de aplacar a sangre y fuego a los rebeldes. Allí el desarrollo fue diferente, hubo intervención extranjera y el dictador cayó. ¿Cuál es la diferencia en estos dos casos? ¿Por qué la ONU no actúa en forma similar?
JDJ: En Libia, Rusia y China, que también se opusieron a una intervención multinacional, finalmente cedieron. Con Libia, sin embargo, los lazos no han sido históricamente tan fuertes e intensos como los que se han dado con Siria. Hay una relación especial entre Damasco tanto con Moscú como con Beijing desde hace bastante tiempo.
<INTERTIT>¿Y las reformas?
<BODY TEXT>ENS: Desde hace muchos años se viene hablando de una reforma al Consejo. ¿Hay algo en concreto?
JDJ: Como he dicho, el Consejo de Seguridad es una entidad anacrónica si se observa desde el punto de las nuevas realidades de la política y de los polos de poder global. India, México, Brasil o Indonesia deberían contar con un puesto permanente. Alemania es otra potencia importante, que encarna principios de paz y seguridad, cuya ausencia no se entiende cuando cuentan con asiento permanente Francia y Gran Bretaña. No se trata de escoger un país u otro al azar, sino de incorporar actores decisivos en el concierto internacional, que reflejen no sólo factores cuantitativos demográficos y económicos, sino adherencia a un conjunto de valores globales que, mal que bien, dentro de un relativismo imperante han venido asentándose gradualmente dentro de la comunidad de naciones.
ENS: ¿En su concepto, cómo debería ser, de acuerdo al mapa geopolítico y geomilitar actual, el Consejo?
JDJ: He explicado que el Consejo debe reconfigurarse. Ninguna institución puede permanecer igual durante casi 70 años, como es el caso de este cuerpo multilateral, sin que sean introducidos cambios que lo actualicen, vivifiquen y proyecten de manera constructiva hacia el futuro. Menos dentro de unas dinámicas de cambio cada vez más aceleradas, en las cuales muchos escenarios están reformulados, hay nuevos retos, nuevas prioridades, nuevas necesidades.
Un Consejo de Seguridad que deba pasar agachado, por razón de rigideces estructurales, frente a masacres horrendas como las que azotan a Siria, pierde legitimidad. Ninguna legitimidad pueden reclamar por ello las Naciones Unidas dentro del conflicto sirio. Colombia, y esto también vengo pidiéndolo hace tiempo, debe abanderar una modificación del Consejo de Seguridad, reclamando liderazgo dentro de reformas institucionales de la organización.
El verdadero liderazgo no se encuentra en tomar una u otra posición burocrática efímera y transitoria, sino en dejar huella profunda en el cuerpo de normas que rigen la Organización. Este es un reto al que deben responder el presidente Santos y la ministra Holguín. No es fácil porque implica salirse de los afanes de las obligaciones más apremiantes, de la inercia del día a día, pero es necesario hacer el esfuerzo. Estos aportes son los que abonan la historia.
<INTERTIT>¿Repetir lo de Irak?
<BODY TEXT>ENS: En Irak, los "aliados" actuaron sin consentimiento del Consejo. ¿Podría pasar algo similar en el caso sirio?
JDJ: Las condiciones no están dadas para repetir la aventura de Irak. En primer lugar, el presidente Obama, en medio de una campaña presidencial en la cual busca distinguirse de lo que ha sido en tiempo reciente el Partido Republicano, jamás se embarcaría en una operación de esa naturaleza. No olvide que Obama terminó escogido por ese margen flotante del electorado norteamericano cuyo perfil tienen muy bien identificado los pollsters y especialistas de la industria electoral, una de cuyas características es el desdeño por la fuerza no institucional.
ENS: ¿Debe el mundo reevaluar conceptos como "conflicto interno", "guerra civil", "insurrección interna", "amenaza terrorista"…, muchos de los cuales se utilizan como excusa para facilitar o frenar una intervención externa?
JDJ: Sí, definitivamente. Las Convenciones de Ginebra de 1949 y los Convenios Adicionales de 1977 han sido superados por formas nuevas de confrontación y ataque bélico. El terrorismo, por ejemplo, no tiene aún una definición cierta en las leyes internacionales. Hay que definirlo. La insurrección interna tiene muchas características no plasmadas en el universo de convenios internacionales y resoluciones del Consejo de Seguridad. Parece que los hechos nuevos hubieran dejado atrás, muy atrás, la letra de leyes internacionales.
ENS: Con base en lo que está pasando hay analistas internacionales que sostienen que la ONU, no sólo el Consejo, es un ente anquilosado al que el mandato de garante de la paz mundial ya le quedó grande, pues no puede imponerse a los criterios de las potencias. ¿Su opinión? ¿Hay que repensar la ONU? ¿Cómo evitar que siga el mismo rumbo de la OEA, que terminó prácticamente amarrada de manos?
JDJ: No es que le haya quedado grande un mandato al Consejo de Seguridad. Lo que ocurre es que el que tiene está paralizado y los hechos han venido superándolo. La ONU ha sido, es y seguirá siendo el mejor canal para resolver los problemas comunes a la humanidad y para dar solución a emergencias graves en los distintos países. Al terminar la Segunda Guerra se hizo un esfuerzo titánico para dar una nueva versión a la Sociedad de Naciones. El dolor de la guerra condujo a ello y de un holocausto donde murieron millones emergió un compromiso colectivo de atenerse a unas normas fundamentales contenidas en la Carta de Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos. Desde 1945 se ha hecho mucho.
Las conquistas son inmensas. Pero han aparecido carencias y los mecanismos institucionales van más despacio que el crecimiento de problemas y retos. Los afanes del corto plazo van eclipsando esos objetivos grandes que con frecuencia sólo se visualizan bien tras grandes padecimientos y conflagraciones. Por ello es preciso hacer altos reflexivos en el camino para focalizar muy bien los rumbos, enderezar rutas y prepararse mejor para lo que viene.
Hubo un proyecto de reforma de la ONU que presentó el secretario General Kofi Annan, pero en letra muerta permanece. No creo que sea justo esperar a otra hecatombe humana para actuar. No es justo hacerlo y ahí tiene una oportunidad de liderazgo global el presidente Santos. Lo mismo ocurre con la OEA. Son muchos los mecanismos que es preciso repensar, como Usted dice, aunque ha hecho bastante. El mundo corre, la sociedad civil muta en un abrir y cerrar de ojos y las instituciones dan la impresión de vivir asustadas y miedosas. Hay que arriesgarse a los cambios con generosidad, pensando que a las futuras generaciones no se les puede legar un conjunto de mecanismos enmohecidos, oxidados, vetustos, cuya renovación resulte en costo inmenso para ellas. Pero para hacerlo hay que atreverse a pensar y yo no veo a muchos líderes con la inclinación a hacerlo. Santos es una valiosa excepción.