No avalamos cronogramas unilaterales: De la Calle | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Abril de 2015

Se lastimó la confianza que se había logrado “con temor y tesón”, dijo el jefe negociador del Gobierno, Humberto de La Calle recondando la muerte de los 11 militares en La Esperanza, Cauca el pasado 14 de abril. Al respecto condenó los hechos y exigió a las Farc que "el cese el fuego debe ser serio, verificado y con garantías”, e insistió en que “seguiremos el camino del diálogo para poner fin al conflicto de una vez por todas”.

 

Estas son las declaraciones de Humberto de La Calle:

 

A nombre de la Delegación del Gobierno, expreso nuestro dolor y nuestra indignación por el ataque a los miembros del Ejército en la vereda de La Esperanza. Enviamos un mensaje de solidaridad a los familiares de las víctimas, el cual extendemos a los soldados y policías de la Patria, quienes son responsables de la seguridad de los colombianos. Ellos han sufrido con abnegación heroica las arremetidas de la violencia y por ellos y para ellos también estamos aquí.

No hay justificación para los sucesos que conmueven a todos los colombianos. Por el contrario, es una frustrante paradoja que después de meses de trabajar en medidas para desescalar el conflicto y aliviar la situación de las comunidades que aún viven la guerra, suceda un hecho tan negativo, tan negativo. El camino construido de confianza y esperanza ha sido lastimado.   

Pero tenemos que tener claros los conceptos: 

Desde un principio, la decisión de las partes fue adelantar los diálogos en medio del fuego. Las lecciones del pasado muestran que esta es la senda correcta. Comprendemos que el camino escogido está lleno de obstáculos. Sabemos que hay colombianos que no entienden que las conversaciones avancen en medio de la confrontación militar. No obstante, reitero que tenemos el convencimiento de que esta difícil decisión es la que mejor garantiza la seguridad de los colombianos y la que permite a la Mesa concentrarse en avanzar en los puntos sustantivos de la Agenda para llegar a un acuerdo y terminar el conflicto. Que es justamente de lo que se trata.

Por lo tanto, lo que las Farc han incumplido es su propia palabra. Su promesa de declarar y mantener un cese de fuego unilateral. Es allí, en el terreno de los propósitos de desescalar el conflicto y generar hechos de confianza, donde se ha hecho un grave daño. El mayor daño es a la credibilidad de las Farc. Una falta de confianza de los colombianos que ha sido expresada de un modo que no tiene antecedentes y que hoy se acentúa con la afirmación alucinante de que el Estado es el responsable de lo sucedido. La responsabilidad recae exclusivamente en las Farc.

La indignación actual no es un fenómeno mediático. No es una estrategia ideada por alguien para atacar el proceso, o por la oposición política. No hay que equivocarse en eso. Es una reacción limpia, auténtica, espontánea. Miles de colombianos llevando flores a los cantones militares. Reuniones callejeras para expresar el dolor de los colombianos, que no obedecen a concierto o preparación alguna. Es un acontecimiento inédito que las Farc deben comprender en su verdadera dimensión. El problema de las Farc hoy es con la gente. No con los militares. No con la llamada oligarquía. No con los políticos. Es con la gente.

¿Por qué un suceso de orden público que ha ocurrido antes, durante los cincuenta años de conflicto, conmueve tanto a la sociedad colombiana? La respuesta es esta: porque esta vez los colombianos alcanzamos a acariciar la esperanza.  Es el retroceso y la frustración lo que ha generado este clima.

Como lo dijo el Presidente Santos, este no es el camino para presionar el cese bilateral y definitivo. Un cese de esa naturaleza tiene que ser serio, tiene que ser verificable, y tiene que ser pactado en la Mesa en los términos del Acuerdo General, que es en lo que está trabajando la Subcomisión Técnica.

Un cese tiene que ofrecer garantías para los colombianos. Para las comunidades a las que les han sido violados sus derechos. Tiene que ofrecer garantías también para las Farc. Eso requiere un fuerte aparato de verificación. Estamos discutiendo con presencia de militares activos los elementos de ese cese definitivo. Hemos avanzado, realmente hemos avanzado mucho. Pero no es bajo la presión de los ataques como vamos a llegar a él. No se trata de pactar treguas imperfectas y frágiles en un momento de desespero. Eso no va a ocurrir.

Recogemos el clamor ciudadano en favor de la celeridad. Esta es nuestra exigencia en la Mesa. No se trata  de dar una palmada en la Mesa para imponer públicamente cronogramas unilaterales, no. Se trata de que las Farc entiendan que, como lo dijo el Presidente, la paciencia de los colombianos se agota, y que entiendan también que mientras más dure el proceso, mayores son las posibilidades de que ocurran hechos que lo saquen de su curso o incluso le pongan fin.

Se ha fracturado la esperanza. Pero cuando la esperanza se quiebra es el momento de la fe. Toda esta energía nacional desbordante debe ser dirigida a un objetivo: continuar la búsqueda del fin del conflicto. El diálogo, pese a todo, a lo que se diga, es el instrumento que puede poner fin a la guerra en forma menos dolorosa, menos prolongada y, sobre todo, más firme y duradera. Poner fin a la guerra es más imperativo ahora que nunca. El liderazgo del Gobierno debe asegurar que el país no caiga en la exaltación de la muerte. Hay que jugársela por la vida. Pero también hay que ser realista. El diálogo no es un fin. Es un medio. No estamos dispuestos a permanecer indefinidamente en la Mesa ni a pactar a cualquier costo. Nuestro deber es buscar soluciones, pero sin sacrificio de las libertades, sin dejar de lado el Estado social de derecho. En democracia, con respeto por nuestra Fuerza Pública y por nuestros valores que nos identifiquen como sociedad.

No vamos a desistir de continuar este camino del diálogo. 

Pero podrán preguntarse los colombianos ¿Cuál es el norte? ¿Cómo vemos el posible Acuerdo final? 

Hay que reconocer responsabilidades. ¿Que no son sólo de las Farc? Cierto. Jamás lo hemos negado. Todos los responsables tienen que mirar a la cara las víctimas, acudir a la reparación, garantizar que no se repitan los graves crímenes. Todos deben acudir a la verdad. Pero también a la justicia. La justicia no es la hermana menor de la trilogía de la justicia transicional. La justicia transicional es también justicia.

El segundo elemento es el fin del conflicto. La garantía de la dejación efectiva de armas. La certeza de que las Farc toman de manera irrevocable el camino a la vida civil. Y que el Estado basa su concepción de seguridad en el respeto de los derechos. 

Una nueva apertura política. Más inclusión. Más limpieza en el ejercicio partidista. Que las diferencias políticas no se resuelvan a tiros. No combinación de formas de lucha. 

Dignidad en el campo, el punto uno. Reconocimiento del papel de la familia campesina. Y por fin todos unidos contra el narcotráfico.

Ese es el país que aspiramos conseguir, En el país que soñamos, la guerrilla, sin armas, transformada en un movimiento político como resultado de un Acuerdo Final,  no tiene que renunciar a sus ideas. En ese país, nadie será perseguido por sus ideas. En ese país, los colombianos tomarán el camino de transformaciones sustanciales en busca de la equidad. No podemos renunciar a ese sueño. Por nuestros nietos.

Termino reconociendo la dificultad del momento. Pero las dificultades   son  oportunidades. 

En resumen queremos decir lo siguiente: 

Primero, se ha lastimado la confianza que se había logrado con cuidado y tesón. Segundo, un cese al fuego debe ser serio, verificado y con garantías. Tercero, insistimos en la terminación del conflicto armado buscando un acuerdo que garantice una paz justa. Y finalmente, los colombianos no debemos desistir de la búsqueda del fin la guerra a través del diálogo. 

El macabro rostro del conflicto con sus peores horrores debe movernos a todos a poner fin de manera firme a la guerra. De una vez por todas.