Entre las cualidades de este reclusorio están los numerosos talleres de resocialización y las condiciones dignas en las que viven los presos, ya que es de las pocas que no tiene hacinamiento.
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En una esquina de un salón de la Cárcel Distrital de Varones y Anexo de Mujeres de Bogotá un hombre con una apariencia de menos de 30 años, tez morena y delgado se encuentra con una aguja en su mano. Sentado al frente de una mesa donde tiene a su disposición un telar cose la figura de un perro de raza bull terrier. Sostiene una madeja a la que le ha dado en un extremo una forma triangular que afirma será la cabeza del temerario can.
La costura ha sido durante las últimas semanas la actividad que el hombre de la esquina hace entre 8 y 11 de la mañana y 2 a 4 de la tarde, todos los días, en la cárcel. “He sido muy reacio a todo y esto me enseña a ser paciente”, afirma mientras sostiene en su mano la cabeza del bull terrier.
A la cárcel llegó, afirma, por “hurtos”. Su delito pasa a un segundo plano en medio del taller donde comparte clases con hombres acusados de delitos sexuales, que duermen en dos pabellones del recinto, y mujeres que en su mayoría son detenidas por tráfico de estupefacientes y robos, y que viven en otro de los pabellones del lugar.
El establecimiento tiene cuatro pabellones más para hombres acusados de delitos diferentes a los de tipo sexual.
“Uno aprende que hay que tomar otras decisiones en la vida. Soy más tolerante y ahora sé que si las cosas se hacen mal se repiten”, menciona el hombre del bull terrier que afirma que, de a poco ha bajado el consumo de clonazepam, que requiere por decisión médica. Asegura que cuando recupere su libertad, en lo único que piensa es en estar con sus cuatro hijos. “Lo más duro de la cárcel es no estar con quien se ama”, asevera.
Como el costurero de terrier, decenas de los 980 privados de la libertad en la Cárcel Distrital, entre las que se encuentran cerca de 80 mujeres, se encuentran en talleres que el gobierno local define como de resocialización y parte de su modelo para garantizar un encierro digno.
Clases de costura, estampados, manejo de la madera, escrituras creativas y justicia restaurativa sumado al trabajo en la cocina y en la emisora del recinto carcelario hacen parte de las actividades que les permiten a los reos ocupar las horas mientras llega la ansiada libertad y, cuando la motivación en el encierro lo permite, transformar sus vidas.
Los programas de la emisora; las mochilas, las bufandas, los chales y las carteras; los barcos de decoración y tableros de ajedrez en madera, así como las figuras de animales en lana son indicios de que la motivación es alta en un gran porcentaje de los hombres y mujeres privados de la libertad en la cárcel distrital.
“Nunca pensé que iba aprender a esto”, afirma uno de los reos dedicados al diseño de los contenidos de la emisora, mientras enseña alguna de las cortinillas de un programa donde se les enseña a sus compañeros sobre el sistema de justicia colombiano y a no caer en los caprichos de los abogados que consideran “mediocres”.
“Vamos bien en tu proceso, pero si te puedes volar, vuélate”, “aplacemos la audiencia” y “mis colegas me llaman el abogado arreglador” hacen parte de las sarcásticas cortinillas del programa dedicadas a quienes no han logrado sacarlos del encierro.
Otro de los integrantes de la emisora expone una plantilla con los contenidos de la emisora que incluye los programas ‘Salsa, son y sabor’, de clásicos salseros; ‘Los años de antaño’, de boleros y música clásica; “Nitro Mix” de reguetón y reggae, y ‘El momento de su presencia’, de contenidos religiosos.
“No podemos llegar a todos los radioescuchas”, afirma uno de los privados de la libertad en la cabina y dice que aspira que la difusión de la emisora llegue a toda la cárcel y no a unos cuantos pabellones como en este momento sucede.
“Hemos trabajado por todo esto, a ser menos egoístas y a compartir”, detalla sobre su experiencia en la emisora al tiempo que cuenta que escribió un libro, entre 2016 y 2018, tras las rejas.
“Son ocho historias donde se perfila a unos individuos condenados para saber las razones por las que cometieron sus delitos”, afirma el hombre de la emisora.
La mezcla de los privados de la libertad sin importar sus delitos o si son hombres o mujeres durante los talleres, más no en los pabellones, responde a la convicción de las directivas de la cárcel de que se deben naturalizar las relaciones humanas para tener una mejor convivencia dentro de las áreas comunes del recinto.
Por eso más allá de un nombre, un delincuente, un sospechoso o un crimen, tampoco mencionados en esta nota en coherencia con la filosofía de la cárcel, en el establecimiento los guardas, los funcionarios y los trabajadores ven a seres humanos que tienen derecho a una vida digna.
Las condiciones ofrecidas en la Cárcel Distrital de Varones y Anexo de Mujeres fueron reconocidas, en mayo de 2018, por la Asociación Americana de Correccionales (ACA) que la certificó por sus buenas prácticas de atención a los presos y los estándares de seguridad de sus funcionarios. Fue el primer premio de ese tipo a una cárcel latinoamericana.
Sonia Peñón, directora de la cárcel distrital, afirma que las condiciones del establecimiento se han logrado porque se “cumplen los parámetros”. Ese es el secreto detrás de la certificación de ACA y de que el lugar permanezca sin hacinamiento.
Peñón afirma que de acuerdo a la ley se niega el acceso a la cárcel a personas con condenas por delitos graves, mujeres embarazadas o enfermos mentales para mantener el establecimiento sin hacinamiento.
“Hemos aprendido a decir no. No se puede pese a que se necesitan los cupos que tampoco nos sobran. Se recibe al personal para el que por ley se creó esta cárcel”, relata Peñón.
La directora indicó que al recinto carcelario llegan personas que son investigadas, aunque alberga a unos pocos individuos con “condenas pequeñas”. “Buscamos que las personas acá no tengan sentencias superiores a seis años. De hecho, la infraestructura no da para que alguien se quede tanto tiempo”, manifestó.
La líder del establecimiento carcelario añade que entre capacitaciones y talleres hay 18 actividades a las que tiene acceso el 86% de los privados de la libertad.
“Le apunto a todos porque la persona que está acá busca aprender cosas nuevas o tener su mente ocupada en otra actividad. Muchos tratan de capacitarse en un oficio para poder ayudar a sus familias porque no lo pudieron hacer en libertad”, sostuvo Peñón que detalló que una docena de privados de la libertad que trabajan en la cocina reciben un salario.
Las prácticas de la cárcel distrital no cambian el agobio del encierro y los límites a la locomoción, pero les ofrece una vida digna a los privados de la libertad en un país donde la población carcelaria está hacinada en un 53% y las buenas condiciones de las prisiones se negocian a la baja.