Por: Hernando Suárez Albarracín
Otra tarde con extraordinario tiempo vivió la afición en la Monumental de Manizales. Entradón en los tendidos para ver la primera corrida de la Feria, que anunció en el cartel a los españoles Rubén Pinar y David Galván, y al colombiano Juan Sebastián Hernández.
Desde Albacete hasta la capital del café llegó Rubén Pinar para vérselas con el que abrió plaza: Un negro que desde que saltó a la arena acusó el defecto de rematar las suertes lanzando hachazos arriba y embestir de manera tosca. Pinar no tuvo inconveniente en renunciar y decidió echarse él mismo el toro encima sin hacer un solo intento de doblarse con él; trajín a muleta trompicada y terminamos viendo casi una corraleja. Mató de muy mala manera. Dos avisos. Pitos.
En su segundo, cuarto de la tarde, toro de baja nota, no pudo estar a gusto. El de Dos Gutiérrez careció de movilidad y ahogó las intenciones del español. Estocada traserilla y descabello. Silencio tras un aviso.
David Galván debutó en Manizales y en Colombia. En su primera aparición pechó con un ejemplar demasiado pobre de fondo que, aunque se movió, careció de transmisión. La faena de rayó en eléctrica, además porque encimó demasiado al toro y privó con ello de lucimiento su labor. Estocada trasera, tendida y desprendida para luego pasaportar de descabello. Palmas al toro en el arrastre.
A su segundo, quinto de la tarde, le ejecutó una faena que no resultó lo deseable estéticamente porque el toro fue descaradamente distraído, blando y de recorrido corto. El gaditano, a base de tandas cortas y aprovechando la escasa potencia del toro, logró por momentos encelarlo en la muleta y ejecutar incluso pases nada ortodoxos y bullidores que agradaron a buena parte de los tendidos. Meritorio que el gaditano no se arrugó ante los líos que le armó el toro y libró la papeleta encendiendo los tendidos con la poca materia prima que tuvo. Estoconazo ligeramente trasero, de efecto tardío. El público premió el pundonor. Una oreja.
La cuota colombiana de la corrida fue Sebastián Hernández, torero nacido en Sogamoso, quien lidió en primer lugar un azabache al que no pudo corregir el defecto de salir abierto de la muleta a desparramar la vista. Había que bajar el engaño y tirar del toro dejando la muleta en su cara para hacerse con él y embarcarlo. No lo hizo y el toro se rajó. El diestro terminó de perder los papeles tras dejar un estoconazo perpendicular, tres pinchazos y cinco descabellos. Cuando iba a ejecutar el sexto, sonó el tercer aviso. Pitos en el arrastre.
Cerró la tarde con una meritoria faena a un toro que no embestía: arrollaba. El boyacense arrancó con la fuerza que le dieron sus ganas de triunfar, muletazos que incluso ligó en tres tandas en la zona de tablas. El astado tuvo fijeza; atendió las citas del diestro pero de manera áspera, derrotando a los aires y saliendo suelto. Estocada en todo lo alto. Otra vez asomó el pundonor. Una oreja.
La corrida ofreció muchas dificultades, especialmente por la baja calidad de la embestida y el exiguo motor de los toros. Así es la fiesta. No siempre se disfruta entre la apoteosis, pero siempre deja algo qué rescatar.