Colombia es, sin duda, un país bendecido. No se puede decir lo contrario de un territorio que tiene más de un millón 140 mil kilómetros cuadrados de extensión de los cuales al menos una tercera parte de encuentra en el selva Amazónica, el principal pulmón del planeta. Somos el segundo país más biodiverso del mundo, y poseemos el 10 por ciento de todas las especies de flora y fauna existentes, al menos las hasta ahora conocidas.
Tenemos dos océanos, el río más caudaloso del mundo, la mayor reserva de páramos, el mayor número de parques naturales, la mayor cantidad de especies de aves y todos los climas.
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Todo ello nos hace un país único, y así lo reconocen los demás, al punto de que Colombia ha sido considerada la despensa del mundo.
Pero también es cierto que muchos de nuestros males son antrópicos motivados por diferentes razones, especialmente económicas, y si a ello se le suma la acción propia de la naturaleza pues podría decirse que Colombia es como un gran laboratorio donde se entremezclan la voracidad del hombre con la saña de los fenómenos climáticos.
Es un hecho que nuestro país es afectado dos veces al año por intensas temporadas invernales, una temporada seca y las fuertes heladas de comienzo de cada enero, y que cada vez es más recurrente la escasez de agua potable.
A lo anterior se suman fenómenos naturales que dejan miles y miles de damnificados por la acción de las lluvias, como sucedió este año que hasta hace pocas semanas había afectado a 25 departamentos del país y más de 350 mil colombianos.
También se suman otras desgracias como el incendio en Riosucio, Chocó, que destruyó un barrio entero, y ni qué decir del huracán Iota, el único de categoría 5 que ha llegado a nuestro mar Caribe arrasando todo a su paso, como la isla de Providencia que destruyó en más del 98%.
Pero es justo, igualmente, reconocer que cuando hemos padecido las peores tragedias es cuando sale a relucir la solidaridad del colombiano, pues el dolor une a los pueblos, y en nuestro caso sí que hemos estado acostumbrados al dolor de patria no solo por las más de seis décadas de conflicto sino también por los efectos propios de un territorio ubicado en la línea meridional del trópico.
Parodiando un poco a un viejo comercial de una entidad bancaria, sin lugar a dudas se puede afirmar que “lo mejor de Colombia es su gente”.
Solidaridad en pandemia
Tal como sucedió en todo el mundo, ningún país estaba preparado para enfrentar una pandemia tan letal como la provocada por el virus del covid-19. Desde hacía un siglo, al menos en nuestro caso, el país no vivía un confinamiento tan estricto con todo y sus implicaciones para la economía nacional y, sobre todo, para la vida de las personas.
Es un hecho que no solo la pandemia puso en evidencia las necesidades de millones de colombianos sino que también desnudó las falencias el Estado y puso en blanco y negro la crisis de muchos sectores, como los de salud y educación, solo por citar dos casos.
Pero también ratificó que s hay algo que caracteriza al colombiano es la solidaridad. Y así lo demostraron desde el más rico hasta el más pobre.
El empresario Luis Carlos Sarmiento, Angulo, por ejemplo, cuando comenzó la crisis por la falta de ventiladores mecánicos para atender a pacientes covid, donó $80 mil millones para impulsar la compra y fabricación de estos artefactos. Es la mejor muestra de filantropía.
Pero también hay que destacar el espíritu bondadoso de quienes no tiene nada. Cuando comenzó el confinamiento, en todas las ciudades del país las ventanas de vieron ‘adornadas’ de cuanto trapo de color rojo hubo disponible en señal inequívoca de hambre. Y cuando las ayudas estatales y privadas llegaron fue ejemplarizante la lección de solidaridad.
Y frente a los desastres naturales, la empresa privada también mostró de qué está hecha. Promigás donó $22 mil millones para ayudar al sistema de salud pública, Postobón lanzó la campaña ‘Litros que ayudan’ para donar agua potable a los damnificados por el invierno en Putumayo y Chocó, mientras centenares de compañías no estatales hicieron sus aportes en especie, servicios y dinero en efectivo para atender las emergencias.
En La Guajira la multinacional Drummond entregó $6.000 millones en ayudas para insumos médicos para hospitales locales; y la Andi, a través de su campaña Unidos Somos Más País, concitó a más de un centenar de empresas en torno de donaciones con destino a la población más vulnerable.
O la empresa arrocera Diana, que donó un millón de libras del cereal para ser entregadas a los más pobres.
Y como estos, son muchos los ejemplos de la solidaridad del colombiano cuando de causas nacionales se trata.
Toda ayuda cuenta
A la larga lista de iniciativas de apoyo en épocas de crisis se suman iniciativas estatales como ‘Ayudar nos hace bien’, la campaña que lidera la Primera Dama, María Juliana, que ha llevado toneladas de ayudas humanitarias los damnificados de Putumayo, Antioquia, Chocó y San Andrés.
A esta iniciativa se han sumado entidades estatales como iNNpulsa y no oficiales como la Fundación Solidaridad por Colombia, que lleva medio siglo enarbolando esa bandera.
Pero también están quienes de forma anónima hacen aportes al bienestar de otros colombianos necesitados, y que muchas veces a pasan desapercibidos.
Por citar algunos ejemplos, la Fundación Adopción Animal, que se dedicó a buscarles hogar a las mascotas que en plena pandemia fueron abandonadas a su suerte por sus dueños; la empresa de transporte que ofreció ese servicio gratuito al personal médico y del sector salud; o los colectivos femeninos que nacieron con la pandemia para ayudarse entre madres cabezas de hogar.
Los artistas también hicieron su aporte con conciertos virtuales y gratis para recaudar donaciones, y los gremios impulsaron la ‘Papatón’ para impulsar el consumo del tubérculo antes las multimillonarias pérdidas del sector.
Y como estos son miles los ejemplos que dan cuenta de la tenacidad y perseverancia del colombiano en los momentos de adversidad, y de la gran fortaleza que como pueblo nos caracteriza.