Los niños sueñan con ser astronautas, ingenieros, constructores, escritores o periodistas, pero ninguno sueña con navegar ríos de aguas contaminadas, o que lo estuvieron por décadas y aún exhiben las huellas del maltrato. Luis Alberto Vanegas Rodríguez sí veía un futuro en la navegación, y de hecho era en eso en lo que se estaba capacitando cuando la Corporación Autónoma Regional (CAR) tocó a su puerta y le propuso un trabajo inusual pero que ha sido vital para descontaminar el río Bogotá.
Se trata de recorrer los tramos de este afluente que ya están habilitados para hacerlo con un grupo de espectadores a los que les hace pedagogía sobre su descontaminación, y también tiene la función de hacerle monitoreo, identificando concentraciones de basura o situaciones atípicas que él notifica a la CAR para que se tomen medidas al respecto.
No lo hace todos los días, pero este operario maquinista y uno de los varios trabajadores que maneja las tres lanchas de las que dispone la Corporación para navegar el río, tiene este cauce en la cabeza y conoce palmo a palmo los mejores atributos y los peores defectos de este hilo de agua que evoca el nombre de la capital colombiana.
“Llevo tres años navegando el río Bogotá. Manejo la lancha haciendo recorridos ecológicos a un grupo de personas que previamente se han agendado, desde el Puente de la 80 hasta el Puente de La Virgen, en el municipio de Cota”, comienza Beto su relato, a sabiendas de las preguntas obligadas que vienen y que todo el mundo le hace cuando cuenta en qué trabaja, pues el río sigue siendo, dentro del imaginario colectivo de la ciudad y del país, un afluente de excremento y basura, entre otras cosas; un caudal de aguas negras que, lejos de oler a naturaleza, se ha caracterizado por su pestilencia y podredumbre.
Pero la realidad es que este tramo de unos 17 kilómetros, que Beto ya perdió la cuenta de cuántas veces ha recorrido, es un ejemplo de la titánica labor de descontaminación que la CAR le viene haciendo a este afluente desde el año 2014 y del que, tras ser sometido al uso y al abuso por décadas, en los casi nueve años de esfuerzo por recuperarlo la corporación le ha sacado ocho millones de toneladas de basura.
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Los recorridos
En estos recorridos se les explica a los inusuales “turistas” todos los procedimientos que se le han hecho al río, cómo se ha dragado, cómo está la calidad del agua que se ha recuperado a punta de tratamientos y los sitios críticos de esta cuenca en donde aún se hacen descargas de aguas residuales.
“Yo conozco a fondo todos los puntos del río Bogotá. Les he mostrado a los visitantes, muchos de ellos biólogos, las fronteras de basura en donde la gente no es consciente y sigue usando sus aguas de botadero, como ocurre por los lados de Lisboa. No es una imagen bonita”, añade Beto, quien va y viene del embarcadero Puente La Virgen al de la 80 en el puente de Guadua.
Pero no se queja del olor. En el tramo que él recorre, explica este lanchero de 34 años que tiene una hijita de dos, el olor no se siente como en el punto en el que se hacen las descargas de las aguas negras del río Juan Amarillo, llegando a la calle 80, y “el agua es color petróleo. Eso es solo un tramito, pero sin duda yo no navego agua limpia, mucho menos cristalina. Es agua tratada. En el recorrido de la 80 a Cota, en ocasiones he visto niños en el barrio Parcelas echando nado porque el color y el olor del agua ya han cambiado”, añade.
Reitera que el olor es aguantable y ríe cuando EL NUEVO SIGLO le pregunta si ha llevado a su esposa y a su hija a navegar. “Sí, les hice un recorrido corto”.
Aun así, Beto es consciente de que el río puede dar sorpresas, sorpresas no muy agradables, y agradece que a él no le haya tocado lidiar con una situación como la que sí tuvo que vivir su colega procedente del Pacífico colombiano.
“Antes tenía un compañero proveniente del Chocó que encontró en el río Bogotá un cadáver. Él pasó el reporte, llamó a la Policía y el caso pasó creo que a Medicina Legal. Uno pasa el reporte y ya. A mí afortunadamente no me ha pasado nada de ese tipo, pero una vez, por los lados de Lisboa, me cogieron a piedra. Cuando uno va por el río temprano no hay lío, pero más tarde uno encuentra mucha gente metiendo vicio. Uno no les dice nada pero reporta a la Policía y una vez, por los lados de Cota, nos cogieron a piedra”, añade.
Concluye, no obstante, que lo peor que ha tenido que recoger fue el cuerpo de un perrito, aunque a otro que rescató con vida lo llevó a un refugio. “La gente es muy inconsciente. Alguien lo botó al río como si fuera basura, esperando que las aguas se lo llevaran, cuando lo encontramos chapoteando. Paramos, lo recogimos y lo trajimos a una fundación de perros abandonados”.
“A mucha gente le genera curiosidad mi trabajo pero no me molesta para nada. Mucha gente me pregunta: ‘¿Cómo navega el río con ese olor?’, pero yo les digo siempre lo mismo: hay partes donde no huele fuerte y uno va con careta y con implementos de protección. La recuperación del río es un proceso que todo el mundo debería conocer. Lo quiero”, finalizó.