Los Obispos Católicos de la Provincia Eclesiástica de Popayán expresaron su profundo dolor y rechazo a los hechos violentos que se han presentado en las últimas semanas en los departamentos de Nariño y Cauca.
En este grupo, conformado por la Arquidiócesis de Popayán, Diócesis de Pasto, Diócesis de Ipiales, Diócesis de Tumaco, Vicariato Apostólico de Guapi, Vicariato Apostólico de Tierradentro, se manifestó en contra del atropello a los derechos humanos que atraviesan estas regiones de suroccidente del país.
“Ofrecemos oraciones y manifestamos nuestra cercanía y solidaridad a las familias de los jóvenes vilmente asesinados en el municipio de Samaniego y otras regiones del sur occidente colombiano”.
“Como Pastores, en diferentes momentos, hemos manifestado por diversos medios, preocupación por los hechos de violencia que se viven en nuestras jurisdicciones, que se suman a los varios informes y alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo, y de diferentes organizaciones nacionales e internacionales que han pedido a las instituciones gubernamentales estar más atentos a ciertas zonas en donde la violencia se hace más aguda”.
Además, señalaron que a estas alertas se suman los diversos comunicados de diferentes organizaciones sociales presentes en los territorios.
“En este orden, la muerte de estos jóvenes, no puede verse como un hecho aislado, son el reflejo de una grave problemática social y económica, que se suma a la presencia de cultivos ilícitos, narcotráfico, minería ilegal, control del territorio y grupos armados al margen de la ley”, enfatizaron los sacerdotes.
Por esa razón solicitaron especial atención a los siguientes puntos:
1. Invitamos a tener siempre presente que la vida es un Don Sagrado que Dios nos regala, para que la respetemos, la valoremos y la cuidemos, como principio fundamental de las relaciones humanas, sociales y comunitarias. Debemos rechazar todas aquellas formas de violencia que fragmentan la construcción de un país, respetando siempre los derechos fundamentales.
2. Solicitamos mayor presencia del Estado, con efectiva y planificada inversión social que genere oportunidades de vida, en las comunidades afectadas por la violencia, especialmente generando mejores alternativas para los jóvenes.
3. Invitamos a los grupos armados que, en medio de este conflicto, respeten el derecho internacional humanitario y comprendan que la violencia no es la solución a las necesidades históricas que ha vivido nuestro territorio, al contario genera más violencia.
4. Invitamos especialmente a los jóvenes a no perder la esperanza. Nos unimos a sus rechazos frente a los atropellos de la juventud y recordamos a toda la sociedad el deber de ofrecerles oportunidades para que puedan alcanzar la realización plena de sus ideales.
5. Como Iglesia Católica, hemos desarrollado diversas iniciativas que han logrado aportar a la construcción de la paz y seguiremos trabajando, desde nuestros planes pastorales, para que sea el Desarrollo Humano Integral el fundamento de la construcción de una verdadera Paz como lo enseña la Doctrina Social de la Iglesia.
6. Sigue haciendo eco en el alma de Colombia las palabras del Santo San Juan Pablo II en su visita de 1986: “Hago un llamado vehemente a quienes continúan por el camino de la guerrilla, os exhorto a poner fin a la muerte de tantos inocentes… abrid de par en par las puertas a Cristo, acoged su mensaje de paz, dejaos reconciliar por Dios.
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