“Mi marido pensó en bajar la reja”: doña Flor | El Nuevo Siglo
JENNY, HERMANA de Flor, la acompaña por ratos en la atención a los clientes de la tienda ubicada en el barrio La Rosita, en la localidad de Fontibón.
Foto cortesía
Miércoles, 23 de Diciembre de 2020
Redacción Nacional

“Mija, bajemos la reja y vámonos para la finca. No nos expongamos”, fue la reacción de Bernardo al enterarse de la llegada del nuevo coronavirus a Colombia y ante las medidas adoptas para contener su propagación, entre ellas el simulacro de cuarentena en Bogotá, previo al aislamiento nacional  obligatorio.



“No señor, si usted quiere váyase que yo me quedo. La gente necesita comer y por temor no podemos dejarlos sin las provisiones”, fue la respuesta de Flor, quien como lo hacía antes de la pandemia, “sagradamente todos los días a las 7:00 a.m.” continuó subiendo la reja a la espera de sus habituales clientes.

Flor, Bernardo y el ‘Tío’, atienden un negocio en el barrio La Rosita de la localidad de Fontibón. Aunque todo el día venden, al igual que la pandemia, tienen un horario pico y es el de la hora previa al almuerzo.

Entre las 11 de la mañana y la 1 de la tarde, los habitantes del sector se disputan las frutas y verduras frescas que allí les ofrecen.

“Sabemos que todo lo que venden es fresco y de buena calidad, por ello venimos con la seguridad de que lo que compremos, es bueno”, decía una de las clientes antes de iniciar las cuarentenas.

¿Cambió en algo la situación desde mediados de marzo? “No. Los primeros días se incrementaron las ventas porque la gente quería abastecerse, pero luego se fue normalizando”, recuerda Flor, una antioqueña llegada del municipio de Yarumal, muy conocida en el sector por su amabilidad, tranquilidad y “don de gentes”, a decir de quienes la conocen.

También cuenta que cuando decidió quedarse a seguir atendiendo su negocio tomó todas las medidas preventivas sugeridas. En su tienda, en donde vente frutas, verduras, granos, elementos de aseo y todo lo que una familia pueda necesitar, demarcó la distancia e instaló dispensadores de alcohol y gel antibacterial.

“Desde luego”, explica el ‘Tío’, “la gente siempre tenía cierta precaución y ellos mismos sugerían esperar a que salieran las personas para ingresar y no exceder el máximo de clientes que podían estar dentro del local”.

Agrega Flor que “nosotros, para que los compradores se sintieran tranquilos, optamos por el lavado de manos continuo. Acá uno coge muchas cosas, recibe dinero, manipula los alimentos y por eso desde que empezó la enfermedad cumplimos con todas las recomendaciones que hacen las autoridades de salud”.

Flor, su hermana Jenny, quien también ayuda por ratos en la tienda y el ‘Tío’, despachan mientras van contando sus experiencias durante estos meses en los que “claro, uno siente algo de temor pero yo creo mucho en Dios y sé que si me cuido no me va a pasar nada”. Y no le ha pasado.

En ese momento aparece Bernardo y Flor señala que “mi marido sí se fue para la finca y por allá estuvo dos meses”.

Los domicilios

¿Cómo fueron los primeros días de la pandemia cuando inició el simulacro de cuarentena? “Hubo un incremento en las ventas. La gente venía a comprar de todo y se llevaba lo que encontraba. Parecía como si se fuera a acabar el mundo”, dice Flor.

El ‘Tío’ explica que lo que más adquirían era huevos, arroz, frijol… cosas de la canasta básica. Mucha papa, verduras, frutas. “Eran ventas normales, solo que en mayor cantidad”, señala.

Con el paso de los días todo volvió a la calma desde las 7:00 de la mañana, hora en que Flor abre la tienda, hasta las 8:00 de la noche, en que la cierra “para que la Policía no venga a molestarme”, dice mientras observa a un uniformado que es cliente  y quien responde con una sonrisa.

Tan normales han regresado a ser los días que el ‘Tío’ indica que “acá nos falta mucha disciplina. La gente no es consciente de los cuidados que hay que tener, por eso cuando se empiezan a aglomerar toca pedirles que guarden la distancia, que no entren sin el tapabocas, que se apliquen el gel”.

Pero a la vez recuerda que a él, que es el encargado de llevar los domicilios, “que gracias a Dios se incrementaron porque me llega algo más de platica”, en la etapa más crítica de la pandemia la gente pedía que les llevaran el mercado y “algunos exageraban”.

“A veces llegaba con los mercados y me decían: déjelo ahí y pase la factura por debajo de puerta y por ahí mismo me entregaban el dinero, esperaban unos minutos y gritaban ¿‘Tío ya bajó las escaleras? ¿Ya salió?’ y cuando les respondía que sí, abrían la puerta y entraban el mercado”.

Otros, dice, “se asomaban a la puerta y preguntaban ‘¿cómo están, cómo se sienten?’ y cuando les respondíamos bien gracias a Dios”, ahí si entraban. Lo mismo ocurría con algunos domicilios, me preguntaban ¿cómo están por allá, se han sentido bien, no han tenido ningún síntoma?”

En familia

Parte del éxito del supermercado de Flor y Bernardo es la calidad y frescura de las frutas y verduras que venden. Pero ¿si Bernardo se fue, quién se encargó de surtir el negocio?

“Pues el covid-19 dejó a mucha gente sin empleo. Mis cuñados entraron en esa colada así es que uno de ellos, Eduardo, se hizo cargo de ir todos los días por las frutas, las verduras y todo lo que se necesitaba. Así nos ayudamos como familia y vamos saliendo adelante”, dice Flor.

En familia también atienden el negocio con una rutina que incluye ir en la madrugada a Corabastos a comprar el surtido, subir la reja, que durante la pandemia subió y bajó como de costumbre todos los días sin excepción, incluidos domingos y festivos, y se cierra a las 8 de la noche.

“Durante la jornada no hay descanso. Se desayuna antes de abrir y de ahí en adelante las medias nueves toca de a poquitos porque en la medida que llega la gente hay que atenderla. Lo mismo pasa con el almuerzo. Si estamos comiendo y llega alguien, se despacha y luego se sigue”, comentan.

¿Y, cómo se llama ese popular negocio ubicado en el barrio La Rosita? A nadie le importa si tiene nombre o no. Lo que cuenta es que muchos de los vecinos van a donde “Flor o Bernardo” y cuando ven pasar al ‘Tío’ en su bicicleta cargado de mercado, es porque a “Flor le pidieron un domicilio”.

“Acá viene uno a comprar, pero también a conversar. Muchas veces hacemos tertulias, claro ahora toca a dos metros de distancia, pero hablamos de lo que pasa en el sector y algunas otras cositas porque Flor, Bernardo, el Tío o quien esté atendiendo siempre son buenos anfitriones, buenos conversadores y uno se distrae”, dijo una señora de unos 65 años que pidió no ser identificada.

La Pandemia sigue y ahí continúan Flor, su esposo Bernardo y el ‘Tío’ atendiendo porque “la gente necesita comer… y nosotros también”.