A propósito del centenario del natalicio del exprocurador y fundador de la Universidad Sergio Arboleda. Nueva entrega de la alianza entre EL NUEVO SIGLO y la Procuraduría General
__________
Los conceptos de política, de universidad y de sus realidades inmediatas -educación, formación y progreso- son usados con ligereza en conferencias, seminarios, foros, aulas de clase, artículos científicos, artículos de prensa, libros, noticias televisivas y encuentros de café. Todos los usan, pero como se usa la moda, con ligereza, según las estaciones, sin saber muy bien el qué, el por qué, el cómo y el para qué.
Así las cosas, este uso veleidoso e irreflexivo ha desnaturalizado tales conceptos. Y cuando se pervierte la teoría, las prácticas se envician. Esto se muestra al examinar las realidades del día a día, a saber: políticos de menguada estatura moral e intelectual que, precisamente por eso, se entregan con orgullo desvergonzado a intereses mezquinos y ramplones que perjudican, al final, a la comunidad que deben proteger; universidades dedicadas a privilegiar el lucro por sobre la genuina formación; profesores e investigadores llenos de ira y de ojeriza que trasmiten a sus alumnos, como una suerte de desquite vital, ideologías del resentimiento; jóvenes seducidos por un consumismo perjudicial (drogas, pornografía, promiscuidad, adicción tecnológica) que padecen, justamente por esa continuada exposición a formas de la cultura (¿o de la incultura?), una patología neuronal sin precedentes, tal y como lo argumenta el filósofo coreano y profesor de Filosofía y Estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín, Byung-Chul Han, en su texto afamado La sociedad del cansancio. Al final, todos estos malestares arrojan una ciudadanía falta de cultura y de civismo, descreída de las instituciones, huérfana de dirigentes íntegros y legítimos, reproductora de corrupción y de violencia.
La esperanza
Pero de vez en vez aparecen hombres que reivindican estos conceptos con la palabra y con las acciones. Hombres que dejan un mensaje atemporal y que cifran su esperanza en objetos nobles -ahora recuerdo que Kierkegaard, el filósofo danés y cristiano tiene un significativo ensayo titulado Elogio de Abraham, en el que afirma que todos los hombres serán recordados según la medida en que era grande el objeto de su esperanza-. Pues bien, Rodrigo Noguera Laborde fue uno de esos hombres que tuvo grande el objeto de su esperanza, y que lo atestiguó con su vida y con sus obras. Su esperanza radicó en formar la personalidad de las nuevas generaciones para el auténtico desarrollo humano y el consecuente bien común de las comunidades.
Para conseguir este propósito hizo muchas cosas: escribió una obra humanística prolífica que recorre temáticas nucleares del derecho, de la filosofía, de la filosofía del derecho, de la cultura religiosa, de la historia de la civilización occidental, de la historia política nacional, de la educación y hasta de la astronomía; fue un intelectual público y comprometido con su contexto histórico y con su comunidad, que no solamente sirvió como Procurador General de Nación y como Ministro de Minas y Energía, sino, además, como pensador activo, que defendió y enseñó y sintetizó con maestría concepciones del pensamiento tales como el Realismo filosófico, la Filosofía cristiana, el derecho natural y la educación clásica y, a la vez, que desmitificó, con el rigor del erudito y la claridad del maestro, ideologías que hoy seducen a generaciones y las sumen, a la postre, en discursos artificiosos. Ideologías tales como el relativismo, el materialismo, el cientificismo, el ateísmo, el escepticismo y el positivismo; finalmente, fundó la Universidad Sergio Arboleda, en amistad con Álvaro Gómez Hurtado. Al respecto de esa amistad, rememoro un escrito de invierno-primavera de Nietzsche, consignado en sus Fragmentos póstumos, el cual enseña lo significativa que es la opinión que tienen los grandes espíritus de otros grandes espíritus. Pues su juicio, escribe Nietzsche: “tiene detrás un instinto más fuerte y una intuición consciente más profunda”. Bueno, esa fue la opinión que tuvieron Rodrigo Noguera Laborde y Álvaro Gómez Hurtado entre sí. Desde esa intuición consciente y profunda que nimbó su alianza conquistaron una comunidad de excelentes docentes y construyeron un plan de estudios que puso sus acentos fundamentales en las humanidades. En consecuencia, los planes de estudios de la Universidad Sergio Arboleda se caracterizaron y se caracterizan por incluir un plan de formación trasversal y exigente de humanidades.
Rodrigo Noguera Laborde supo, desde que emprendió el proyecto de la Universidad Sergio Arboleda, que no bastaba con graduar técnicos del derecho o de cualquiera otra disciplina. Por consiguiente, quiso formar profesionales cultos, cuyo carácter, como decían los antiguos, hubiese sido educado en las virtudes -capacidades, en terminología contemporánea- tales como la magnanimidad, la honestidad, la liberalidad, la temperancia, el pudor, la justicia, la moderación, la probidad, la prudencia, la fe, la esperanza y la caridad. En conclusión, Rodrigo Noguera Laborde defendió la tesis de que únicamente el contacto temprano e ininterrumpido con las humanidades posibilita el florecimiento humano. Actuó en consecuencia con su idea y hoy, en la conmemoración de sus 100 años, quienes lo conocimos y lo recordamos con afecto, y renovamos nuestra promesa de seguir sus enseñanzas.
San Agustín fue una de sus influencias más notables, además de Aristóteles y de Santo Tomás de Aquino. Por ende, seguramente releyó aquella enseñanza de San Agustín que aconseja, para no dejar corromper al corazón, elevarlo a Dios; situar el querer en lo alto, igual que se sitúa a una cosecha de trigo en las alturas para que no se dañe por su contacto con la tierra y las plagas no la alcancen. Rodrigo Noguera Laborde encauzó sus quereres hacia lo alto. Por eso procuró formar su vida siguiendo los preceptos de la existencia cristiana y escogiendo, entre las tantas disciplinas del pensamiento, las que persiguen el objeto más noble, y de los pensadores, los enamorados de lo eterno y de lo bello que se consigue después de atravesar lo difícil. Rodrigo Noguera Laborde, su vida y su obra, podrían compendiarse así: ante la novedad, tradición; ante el artificio, verdad; ante el caos, orden; ante lo mudable, permanencia; ante el caos, finalidad; ante las leyes, principios; ante la duda, fe; ante el desfallecimiento, esperanza, y ante la nada, Dios.
* Director del Centro de Formación Continuada en Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda. Asesor para la Legalidad y la Convivencia de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz de la Presidencia de la República de Colombia.