Un país del centro de África con heridas muy profundas de la guerra se ha recuperado con inversión puntual en educación y se proyecta como un territorio para la colocación de recursos, el crecimiento económico y el aumento del turismo
CUANDO se habla de prácticas exitosas en educación los clichés siempre responden a países desarrollados como Singapur (una ciudad), Finlandia, Japón o Estonia, naciones pequeñas y sin cercanía a las realidades colombianas. Por eso, si hay que mirar un país parecido y que nos puede enseñar para pensar la educación, a partir del segundo centenario, es Ruanda.
Ruanda es una pequeña nación africana en medio de las montañas Virunga, es un poco más grande que Cundinamarca. Sin embargo, tiene más de 12 millones de habitantes y una geografía abrupta como la colombiana, que incluye en un pequeño territorio, montañas, volcanes, lagos, mesetas, valles y pisos bioclimáticos desde el cálido, hasta el frío.
El país a pesar de su diversidad tiene una de las historias de horror más grandes de la historia. Una guerra civil que enfrentó a los grupos étnicos, los hutus, la población mayoritaria y que durante el periodo colonial belga padeció la mayor discriminación racial, y los tutsis, más altos, y más claros, por lo que los belgas decidieron co-gobernar con ellos. En los años 60 los tutsi pierden el poder y quedan reducidos a minoría. La venganza de los hutus en la década del 90 termina en una masacre con más de 1 millón de muertos y 2 millones de desplazados, la mayoría tutsis, el país llegó a ser uno de los más pobres del mundo y símbolo del horror.
Hoy, cuando se conmemoran 25 años de la masacre, Ruanda presenta los mejores indicadores educativos del África y recibió el premio a las mejores prácticas educativas que otorga la Comunidad Británica de Naciones. Los logros se pueden sintetizar en los siguientes puntos:
- Mayores recursos focalizados para educación. No es la frase de cajón de Colombia que afirma que la educación nunca había tenido tantos recursos, pero realmente la mayoría de ellos se van a pagar pensiones, salarios de profesores y en comida. La diferencia es que en Ruanda esos incrementos se miden en aumento de recursos para la elaboración de currículo, compra de libros de texto, capacitación docente, créditos para la educación y así se pueden medir políticas en función de la calidad.
- Se hizo una nivelación salarial porque se descubrió que los profesores de primaria y preescolar eran peor pagos que los de secundaria. Eso llevó a que se buscara nivelar para llevar profesionales de mejor cualificación a la educación inicial.
- Las metas que propone el Ministerio de Educación son medibles y cuantificables, incluyen asistencia pedagógica y seguimiento. A diferencia de nuestro país donde cada administración empieza de cero y elimina la memoria histórica y las experiencias exitosas de las administraciones anteriores.
- Se creó un nuevo currículo que incluyó dotación de materiales de texto y didácticos por parte del gobierno. El fortalecimiento de los acuerdos de paz y la enseñanza de la historia como objetivo de cerrar las heridas fue central. Colombia tiene en eso una responsabilidad central. No podemos eliminar la historia o modificar expresiones para acomodarse a los intereses políticos del gobierno. La negación de las realidades sociales y de los hechos llevaron a Ruanda y Colombia a prolongadas guerras. Los ruandeses lo aprendieron, los colombianos, no podemos perder la oportunidad del fin del conflicto armado.
- Existe una articulación entre sector empresarial y formación. De ese modo fundaciones y organizaciones religiosas han apoyado las mejoras en infraestructura y en formación docente.
- En la educación superior se han fortalecido los temas de investigación en las universidades e implementado programas como Financiación Dependiente del Ingreso, es decir, el gobierno financia la educación de estudiantes talento en áreas específicas y cuando ellos se gradúan y emplean, destinan un porcentaje de su salario para que otros estudiantes pueden acceder al beneficio.
En general temas como la paz, el cierre de las heridas del conflicto armado, la inversión en textos escolares, la mejora de la infraestructura educativa, el mantener buenas prácticas y destinar recursos para objetivos claros y medibles son tareas que el sector en Colombia debe revisar, valorar y tratar de implementar.