La reconstrucción ética del individuo y la sociedad | El Nuevo Siglo
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Jueves, 7 de Marzo de 2019
Germán Calderón España (*)
Las conductas anómicas producen grandes trastornos a la sociedad porque implementan una cultura dañina y reprochable. Nueva entrega de la alianza entre la Procuraduría y EL NUEVO SIGLO 

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Si la ética es la rama de la filosofía que estudia la conducta humana y la razón es la facultad de la mente que nos permite establecer juicios de valor respecto de una cosa o situación, ¿por qué en ocasiones obramos en forma irracional y sin ética?

Ambas, tanto la ética como la razón, nos ayudan a determinar qué es bueno y qué es malo o, qué es correcto y qué es incorrecto.

Particularmente, los colombianos le tenemos una aversión muy fuerte a la regla, a la norma, fenómeno que se denomina “anomia” y que produce una degradación social que va consolidando una costumbre sobre la cual hasta se disfruta cuando actuamos sobre la línea de lo malo y lo incorrecto.

Somos felices, como se dice vulgarmente, “colándonos” en las filas de los establecimientos bancarios o a las entradas de un estadio o de una feria; también cuando en una carretera y ante un trancón, nos salimos del curso normal al que debemos someternos todos por igual, para intentar sobrepasar a quienes preponderan el respeto a los demás.

Estas conductas anómicas producen grandes trastornos a la sociedad porque implementan una cultura dañina y reprochable, puesto que causamos estragos en la formación de nuestros hijos que ven a diario ejemplos nada buenos a seguir.

El problema radica en que no nos damos cuenta que justo lo que le enseñamos a las nuevas generaciones se convierte en paradigmas nefastos cuando, por el contrario, deberíamos estar aplicando en forma estricta y rigurosa el proverbio que dice: “instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.

Debemos poner en marcha estrategias para adoptar senderos buenos y correctos que fomenten en los niños valores que servirán para contar con seres humanos fuertes en pequeñas cosas que convierten la conducta en un manantial de virtudes.

No hay cosa que nos haga sentir más orgullosos de nuestros hijos, que recibir el halago de un tercero cuando percibe de ellos que son personas decentes y respetuosas. Aquellas que respetan las filas en el banco, en el estadio, en la feria o en el trancón.

 

ENS

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El servidor público

Esto en el plano general de la vida de los seres humanos; pero quiero dirigirme hacia el terreno de los servidores públicos y de los particulares que administran recursos estatales.

El concepto de “servidor” proviene de la palabra “servicio”, que significa “trabajo, especialmente cuando se hace para otra persona”; y el concepto de “público” nos indica “que es sabido o conocido por muchas personas”.

Entonces, el servidor público es quien trabaja para otras personas que lo van a saber o conocer ¿Qué esperan esas personas de usted cuando desempeña un servicio público? La respuesta es que esas personas quieren recibir de ese servidor lo bueno y lo correcto. Y si todos quieren recibir las cosas así, todos debemos actuar también de esa forma para satisfacer a los demás. Es un asunto que se desprende del amor a uno mismo y a sus semejantes.

Igualmente, si todos los servidores públicos actuamos pensando en los demás, la cultura del mal y de lo incorrecto se transforma en la cultura del bien y de lo correcto. Es decir, la cultura de la ética y la razón. Por tanto, estaremos aportando a la reconstrucción de los individuos y de nuestra sociedad.

El cumplimiento de las funciones encomendadas al servicio público, de acuerdo a los postulados de la ética pública y la razón, a más de producir la satisfacción del deber cumplido, ofrece la tranquilidad personal que permite conciliar el sueño, disfrutar de su familia y de sus amigos, emprender proyectos vitales y la esperanza de una recompensa que, tarde o temprano, la vida otorga. Pero si la vida se dedica a otro sentido, el de lo malo y el de lo incorrecto, causa zozobra y ansiedad, como la que proyectan los autores de actos de corrupción que día a día vemos en los noticieros.

No más sentémonos a ver el último desafío a la ética pública protagonizado por un fiscal de la JEP recibiendo dinero en un hotel del norte de la ciudad, a quien, sin pretender violar su presunción de inocencia, se le ve en un estado deprimente de descomposición cuando la autoridad actuó. Presuntamente incurrió en una irregularidad, hecho que será de estudio de las autoridades competentes, y posiblemente será sancionado ¿Qué logró hasta ahora? Dañarse a sí mismo, a su familia, su honra y buen nombre, que son valores supremos y universales con los que se construyen las sociedades.

Por estas consideraciones, exhorto a todos los servidores públicos para que actuemos conforme a los contenidos de la ética y la razón, como así nos invita a hacerlo permanente y consistentemente el procurador general de la Nación, Fernando Carrillo Flórez, quien funda su gestión en la cultura de la ética pública para el bienestar de nuestra sociedad, de nuestras instituciones, del país y de los individuos en particular. Además, porque como lo aseguró desde su primer día de ejercicio del poder disciplinario y sus aristas constitucionales: “ser corrupto no aguanta”. Así también estaremos poniendo un grano de arena en la reconstrucción ética de los individuos y de la sociedad.

¡Las victorias de lo malo y de lo incorrecto son efímeras y fugaces, mientras que los triunfos de lo bueno y lo correcto son perennes y perdurables, porque se escriben con tinta indeleble!

 

(*) Procurador Delegado para la Vigilancia Administrativa y Judicial - Procuraduría General de la Nación.