Edwin Cameron, quien trabajó con activistas y académicos para encontrar en los marcos legales las bases para el desmonte del Apartheid, habla sobre la reconciliación en nuestro país.
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El día en que Edwin Cameron, a sus nueve años, asistió al funeral de su hermana mayor, quien había muerto en un accidente automovilístico, vio llegar a su padre acompañado de dos policías. En principio creyó que su papá iba a una clínica de rehabilitación para superar su alcoholismo, pero lo cierto era que estaba en la cárcel por robar carros. Ese vívido encuentro con la ley impulsó a Cameron a estudiar derecho y lo llevó a convertirse en uno de los jueces más importante de Sudáfrica.
Cameron es reconocido por ser un activista comprometido con los derechos humanos y la justicia social durante el régimen del Apartheid, el sistema político de segregación racial que funcionó de 1948 a 1992 en Sudáfrica. Durante esta época, defendió a miembros del ANC (Congreso Nacional Africano), la organización política que se opuso al sistema y promovió la igualdad de derechos para las personas homosexuales.
Durante los años ochenta, en el punto más crítico de la violencia, Cameron trabajó con activistas y académicos para encontrar en los marcos legales las bases para el desmonte del Apartheid. En los 90 participó en los diferentes sistemas de justicia transicional que construyeron la democracia en el país, como la Comisión de la Verdad y Reconciliación y la redacción de la actual Constitución sudafricana.
Por eso ocupó altos cargos como juez de la Corte Suprema de Apelaciones, de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte Constitucional. Su llegada a esta última en 2008 fue una noticia trascendental en el país por ser una figura pública de alto perfil que había revelado su condición VIH positivo. Decidió hacerlo público luego del asesinato de la activista Gugu Dlamini, quien fue apedreada por una pandilla de jóvenes luego de revelar en una emisora radial que tenía el virus.
Se enfrentó a las políticas negacionistas de la epidemia del VIH que tuvo el expresidente Thabo Mbeki en el país. Escribió un libro llamado ‘Testigo del Sida’, donde cuenta su lucha contra esta enfermedad que ha logrado controlar con terapia antirretroviral. En el prólogo, Nelson Mandela, el primer presidente negro de Sudáfrica y quien pasó 27 años en prisión por estar en contra del Apartheid, lo proclamó uno de los nuevos héroes de la nación sudafricana.
El pasado agosto, Edwin Cameron se retiró de la Corte Constitucional en medio de reconocimientos, y a partir de enero será el inspector de prisiones de Sudáfrica. Se ha comprometido a reformar el sistema penitenciario, pues considera que la idea del encarcelamiento es un poco brutal y no es la mejor respuesta para el alto índice de violencia de la sociedad sudafricana.
Visitó Bogotá como invitado especial para la presentación de publicaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, donde dio una charla magistral e hizo parte de encuentros con organizaciones sociales que trabajan en construcción e implementación del acuerdo de paz alcanzado en 2016 entre el Estado y la entonces guerrilla de las Farc.
La académica del derecho de la Universidad de Harvard, Martha Minow, critica el concepto de perdón que usó la Comisión de Verdad y Reconciliación (CVR) sudafricana, pues según ella, se convirtió en una cuestión individual y no colectiva, se desvinculó de la aproximación legal de los derechos humanos. ¿Está de acuerdo?
Creo que es una crítica justificada. La manera en que se llevaron a cabo las audiencias de la CVR fueron de una manera muy individualizada. Hubo algunas audiencias frente a problemas estructurales donde se culpaba al Parlamento, a los medios de comunicación, al trabajo de los jueces por las leyes perjudiciales, pero la Comisión no se concentró en autores individuales.
Como hombre blanco me opuse al Apartheid, pero solo me comprometí totalmente cuando tenía 24 años. A pesar de hacerlo continué beneficiándome de él por el hecho de ser blanco. Lo que quiero decir es que hubo una aspecto colectivo que generó una acumulación de beneficios por el Apartheid.
Estoy de acuerdo con Minow con que en el proceso de la CVR no se le prestó suficiente atención a la noción de culpa colectiva, pese a que revisó factores estructurales.
¿Cuál sería una interpretación más acertada del perdón?
Creo que debe tener ambos factores: el elemento individual, donde existe responsabilidad, porque las acciones finalmente las comete una persona, pero también tiene que tomarse en cuenta el contexto, la sistematicidad y sus beneficiarios.
Creo también que el perdón está subestimado porque parece un concepto espiritual, pero de hecho es un término muy práctico y funcional en las relaciones humanas. La justicia reparativa donde el autor de un crimen se encuentra con la víctima o con la familia, y puede confesar y aceptar la responsabilidad, tiene mucho potencial.
¿Cuál fue el impacto de la Comisión de Verdad y Reparación en Sudáfrica, teniendo en cuenta que hoy es un país muy inequitativo y con altos índices de criminalidad?
El proceso de la CVR tuvo un profundo impacto en la percepción pública del Apartheid y de perpetradores que hicieron cumplir estas leyes de segregación racial. No hay duda de que trajo a la luz muchos sucesos crueles e injusticias penales que no se hubieran conocido si no la hubiéramos tenido.
Lo que sucedió luego del Apartheid es que entre 1990 y 1994 tuvimos un aumento increíble en la violencia, pero después de la democracia los niveles disminuyeron del 1994 hasta 2010, desde entonces volvieron a crecer significativamente. Creo que el asentamiento político y el proceso de la CVR tuvo un efecto bueno en general; las estadísticas muestran eso.
Sudáfrica y Colombia comparten muchas cosas en común, una de ellas es que también somos un país muy religioso. ¿Cuál sería una buen acercamiento para el perdón en el proceso de paz?
Creo que la cuestión religiosa es algo que no compartimos. En Sudáfrica no hay una religión dominante, las iglesias anglicana, metodista, congresional, presbiteriana, iglesias tradicionales africanas tienen entre el 5 y el 10% de la población, mientras que en Colombia hay una historia de dominación por parte de la Iglesia Católica.
Michael Ignatieff dice que ponemos mucha fe en la verdad y pensando en que la verdad puede sanar. ¿Cree que en un proceso de paz como el de Colombia la verdad puede sanar?
Creo que sí. No creo que sea un método de sanación por sí mismo, pero es una condición indispensable. No se puede perdonar a menos que se sepa lo que pasó. Puedes aceptar algo si no sabes, puedes hasta superarlo, pero ¿cómo puedes perdonar sin saber lo que pasó realmente? La verdad es una condición indispensable.
¿Qué consejo le daría al presidente Iván Duque y a su partido político que abiertamente se han opuesto al proceso de paz?
Enfáticamente no tengo ningún consejo. Lo único que diré es que el compromiso a la paz es indispensable. El deseo de resolver un conflicto por medio de eliminar o subyugar a la otra parte en un triunfo militar es una idea errada.
En Sudáfrica logramos una resolución constitucional poco satisfactoria en 1994, pero nos permitió pensar en un futuro juntos. Un futuro al que aún no hemos llegado, porque hay pobreza, racismo, discriminación de género y altísima desigualdad; pero al menos tuvimos ese proceso.
Así que diría, sin darle un consejo al presidente, que un verdadero compromiso a un Acuerdo de Paz es una forma de construir y de mirar hacia el futuro.
Como persona más que como académico del derecho, ¿cómo definiría la reconciliación?
Primero que todo, debe existir el reconocimiento de que hubo una transgresión. No se puede tener reconciliación sin reconocimiento, ya sea en el caso colombiano o sudafricano.
Segundo, debe haber preparación para avanzar y un reconocimiento de que ese avance beneficia a todos. Para mí la reconciliación y nuestro proceso en Sudáfrica es desesperadamente incompleto, requiere estas dos cosas para empezar, pero también requiere de otros elementos para continuar.