Si quisieran romper la negociación, ya lo habrían hecho. En realidad, cada parte busca posicionarse mejor en la mesa
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Hay distintas formas de ver el pulso que vienen manteniendo el gobierno Duque y la guerrilla del Eln en la antesala a este viernes, cuando vence el plazo de un mes que el Presidente de la República dio para evaluar la viabilidad o no del proceso de negociación de paz que heredó de la administración Santos.
Un pulso que, incluso, se puede considerar casi que ‘normal’, pues es propio de dos partes cuando están a punto de sentarse a la mesa y cada cual trata de demostrar la mayor cantidad de posturas de fuerza y de corte radical, de forma tal que tenga margen de acción para flexibilizar y ceder en algunos aspectos sin que ello comprometa sus inamovibles en la negociación.
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En ese orden de ideas, la forma en que Ejecutivo y guerrilla juega sus respectivas cartas deja entrever que ni uno u otra quieren romper el proceso de negociación o, si esto llegara a suceder, buscan que a nivel nacional e internacional quede claro que la culpa fue de la contraparte.
Las cartas del gobierno Duque son visibles. Ganó las elecciones con la promesa de ajustar una parte del acuerdo de paz con las Farc, a sabiendas -así la ciudadanía no lo tuviera claro- que cualquier modificación legal o constitucional no operaría retroactivamente, es decir que no aplicaría para lo ya pactado con esa exguerrilla, sino hacia adelante. Y en esa dirección lo único que hay pendiente es la negociación de paz con el Eln.
En segundo lugar, desde el mismo día de su posesión Duque decidió apretar: anunció un plazo de un mes para revisar el proceso con el Eln y determinar qué hacer con el mismo. Es decir que lo puso, como se dice popularmente, ‘en capilla’.
Una carta más del Ejecutivo dentro de su estrategia fue la presentación al Congreso de un proyecto que ‘corrige’ un aspecto puntual pero clave de lo negociado con las Farc: el secuestro y narcotráfico como conexos con el delito político de rebelión. Una reforma así, que tardaría un año en aprobarse en el Parlamento, introduce, de entrada, un elemento de presión al Eln para que negocie rápido antes que cambien, en su detrimento, las reglas del juego en cuanto a tratamiento flexible a sus crímenes de secuestro y narcotráfico.
Una tercera movida gubernamental es el replanteamiento inmediato de la estrategia antidroga y de la ofensiva militar y policial contra los demás actores armados ilegales, bajo la urgencia de recuperar el imperio de la autoridad en todo el territorio, sobre todo de las zonas de donde salieron las Farc, que fueron ocupadas a sangre y fuego por sus propias disidencias, el Eln y las bandas criminales, financiadas por un narcotráfico disparado y la minería ilegal.
Y, en cuarto lugar, la Casa de Nariño decidió activar un nuevo plan internacional para tratar de forzar un restablecimiento de la democracia en Venezuela, en donde el chavismo, que protege a parte de la cúpula del Eln, derivó en una peligrosa y desestabilizadora dictadura.
La otra orilla
El Eln también ha realizado sus respectivos movimientos con miras a la posibilidad de sentarse a la mesa con un gobierno como el de Duque, de sangre uribista, la corriente política más crítica de los procesos de paz.
Una primera movida fue la de abstenerse de negociar con el saliente gobierno Santos las bases de un cese el fuego bilateral. Según varios analistas, si el Eln firmaba esa tregua le quedaba difícil al electo Duque reversar, de entrada, un proceso con tregua a bordo. Sin embargo, para la cúpula guerrillera pareció más ‘rentable’ tener pendiente un tema tan crucial porque obligaría al nuevo Gobierno a sentarse a la mesa, ya que un asunto de esa importancia no se podía enterrar o congelar así por así, más aún cuando la oposición insiste que el Ejecutivo quiere “hacer trizas” todo lo andado con las Farc y el Eln.
En segundo lugar, y fiel a su reconocida táctica de negociar bajo presión, el Eln decidió lanzar una escalada de secuestros que en menos de una semana dejó a nueve cautivos, entre militares, policías y civiles en Chocó y Arauca.
Aun con el riesgo que implicaba secuestrar en medio del mes de revisión del acuerdo por parte del nuevo Gobierno, lo cierto es que esa guerrilla sabía que, de un lado, la ola de plagios ponía de presente su capacidad de hacer daño y, de otro, obligaría al nuevo Ejecutivo a tener que ‘negociar’ las liberaciones con el tinglado de siempre: drama y presión de los familiares de los cautivos, ofrecimientos de mediaciones locales y externas, participación del Comité Internacional de la Cruz Roja, protocolos para paralizar operativos de la Fuerza Pública en determinados lapsos y zonas, eco mediático y pantalla política para la facción insurgente.
Pero…
Visto lo ocurrido en los últimos días es obvio que esas primeras movidas de ambas partes tuvieron efecto aun antes del 7 de septiembre. De un lado, bajo la tesis de que no “negociaba” secuestros el Gobierno rechazó todo el ‘show’ que quería montar el Eln para liberar a los secuestrados y lo conminó a devolverlos antes del viernes si quiere seguir negociando. Pero, de otro, la guerrilla ha entendido que Duque no se arriesgará a romper el proceso sin siquiera sentarse a la mesa en La Habana.
El Gobierno, presintiendo esta última lectura, no sólo reiteró que el futuro del proceso depende de la liberación incondicional no de 9 sino de 20 secuestrados, sino que también abrió la posibilidad de que el máximo jefe eleno, alias ‘Gabino’, hoy en Cuba, pueda ser capturado por la Interpol, pues sigue vigente la circular roja en su contra. A ello los elenos respondieron indicando que liberarían por su cuenta a los nueve secuestrados pero uno de los cabecillas de frente condicionó esa posibilidad a que cesen los operativos y haya protocolos humanitarios, pues corren peligro los plagiados… Es decir, que le devolvió la pelota al Gobierno, que es responsable de la vida de todos los colombianos, plagiados o no.
Como se ve, ambas partes están haciendo sus movidas. Si fueran a romper el proceso, ya lo habrían hecho señalando a la contraparte de ser la culpable. Pero no, la negociación sigue viva, con cada bando buscando posicionarse lo mejor posible… Quedan dos días para el viernes y muchas cosas pueden pasar aún.