La actual pandemia del Covid-19 nos ha impuesto unas condiciones extraordinarias de vida. Nos ha impuesto restricciones a la movilidad y, por lo tanto, a la posibilidad de salir, a la posibilidad de vernos y abrazarnos con nuestras familias y amigos. Nos ha llevado a aprender para adaptarnos a las nuevas condiciones de interacción con los demás.
Pero, por supuesto, nos ha impuesto otras cosas mucho más críticas. Nos ha impuesto un dilema que, aunque algunos propongan que no lo hay y aunque el presidente Duque intente enviar señales de que todo está bajo control, nos sigue mostrando nuestra vulnerabilidad como sociedad: el dilema de tener que elegir entre la economía y la salud. El dilema es no trivial: no se trata de la codicia de los ricos versus la salud de todos. Si fuera así, sería muy fácil tomar partido.
Creo que justamente ese dilema y el hecho de que no sea trivial nos han puesto, como sociedad, a reconocer mucho mejor la existencia de los más vulnerables entre nosotros, de aquellos que los más privilegiados nos habíamos acostumbrado a que fueran parte del paisaje y cuya vulnerabilidad aparecía como una realidad inevitable de la sociedad, como una ley natural, pero en el campo social. O, incluso, ya casi ni siquiera aparecía: aunque la miráramos todos los días, ya casi ni la veíamos. (Claro está, ese darnos cuenta del que estoy hablando no es de todos; más bien, simplemente es un acento social que percibo. Y si lo percibo mal, si estoy siendo muy optimista, pues entonces es la oportunidad para que ocurra.)
Esto se origina en que las dos caras de este dilema nos afectan a todos, pero afectan a cada uno de una manera diferente. Esto ocurre de manera selectiva: es más probable que yo me vea más afectado si pertenezco a un grupo de aquellos que, en nuestra sociedad, es de los que tradicionalmente ha sido vulnerable. Las restricciones para la movilidad y para el trabajo afectan a muchos -y, por supuesto, hay que ver las nuevas cifras de desempleo en Colombia-, pero de manera especialmente grave a los trabajadores informales (ver https://www.eltiempo.com/economia/sectores/trabajo-en-colombia-las-cifras-del-empleo-informal-durante-la-cuarentena-por-covid-19-487578).
En el caso de la salud, hemos visto que el Covid 19 es especialmente letal para los adultos mayores y para quienes tienen ciertas condiciones médicas preexistentes. Pero no es sólo un asunto de que quienes ya han vivido muchos años tengan un cuerpo que se haya debilitado con el paso natural del tiempo, o que haya personas que, por mala suerte en la vida, tienen unas condiciones médicas preexistentes que los vuelven más vulnerables a la enfermedad. Todo esto se exacerba por las condiciones que, como sociedad, hemos impuesto de maneras inequitativas a diferentes grupos sociales. Por ejemplo, en Europa la mortalidad entre adultos mayores que viven aislados en hogares de cuidado es escandalosa (ver https://cider.uniandes.edu.co/es/noticia/dignificar-vejez-evitar-Covid-abril-20#gsc.tab=0 y https://www.euronews.com/2020/05/08/the-deadly-impact-of-covid-19-on-europe-s-care-home).
Las tasas de mortalidad en Estados Unidos en las poblaciones afrodescendientes y latinas son muchísimo más altas que en otras poblaciones, lo cual está relacionado con un acceso muy desigual a lugares para vivir con buenas condiciones de vida y con servicios de salud (https://www.vox.com/identities/2020/4/7/21211849/coronavirus-black-americans).
En Bogotá, no es por pura casualidad que la localidad de Kennedy, con una gran mayoría de población de estrato económico dos, tenga índices de contagio y de muertes mucho más altos que el resto de la ciudad. Y, además, hay otras afectaciones exacerbadas por la pandemia además de la economía y la salud. Una de ellas es la violencia familiar, cuyas víctimas son mayoritariamente las mujeres y los niños (ver https://www.eltiempo.com/colombia/medellin/violencia-se-instala-en-casa-por-efecto-de-la-cuarentena-498662).
Un cuidado ciudadano
Ese reconocer mejor o darnos más cuenta de las vulnerabilidades de nuestra sociedad, y de las de varios grupos dentro de ella, tiene que traducirse en cuidado, en cuidarnos a nosotros y entre nosotros. Un cuidado ciudadano. La ética ciudadana en la pandemia tiene que ser una ética del cuidado. Esto tiene que ver con no dejar que la actitud de “yo hago lo que yo quiero con mi vida” se cuele a todas nuestras decisiones cotidianas y no cotidianas, porque, en este momento con mucha mayor claridad que nunca, lo que yo hago con mi vida afecta a otros y especialmente a aquellos más vulnerables.
Creo que este cuidado tiene al menos dos niveles que es necesario considerar. Por un lado, en el corto plazo, de forma paliativa, cuidarnos a nosotros mismos y a otros a nuestro alrededor. En términos de salud, todo lo posible por reducir al máximo las probabilidades de contagiarnos y de contagiar a otros a nuestro alrededor. En este momento la frase “mi cuerpo, mi decisión” -que es propia de las campañas que promueven la despenalización del aborto y que yo apoyo resueltamente- no puede usarse ahora para justificar salir a la calle, entrar en contacto con muchos otros y llevar una vida normal, como lo hacían algunos manifestantes estadounidenses en protesta por las restricciones de confinamiento en su país (ver https://www.bbc.com/news/world-us-canada-52359100).
En términos económicos, tenemos que ocuparnos de que todos estemos bien, de que todos -el Estado y los ciudadanos- garanticemos juntos que no dejamos a nadie por fuera de unas condiciones dignas de vida, y de la vida misma, por cuenta de esta pandemia. Esto puede implicar que quienes tenemos privilegios económicos estemos dispuestos a compartir en solidaridad.
El segundo nivel de actuación me parece no menos importante. Tiene que ver con aprender mucho mejor sobre cómo nuestras sociedades han creado las vulnerabilidades que hacen que, tanto en la vida “normal” como en situaciones extraordinarias como ésta de la pandemia del Covid 19, hagan que algunos grupos de la población no tengan la posibilidad de vivir en condiciones plenamente dignas. El cuidado ciudadano tiene que llevarnos a apoyar las políticas y los gobernantes que nos llevan hacia esa sociedad del cuidado en lugar de alejarnos de ella, a buscar la equidad y la dignidad para todos. Y tiene que llevarnos a apoyar las luchas de todas las organizaciones que están buscando una sociedad más justa.
Ojalá que nuestro renovado reconocer a los otros, nuestro renovado darnos cuenta de cómo estamos como sociedad, impulsado por esta situación extraordinaria, nos ayude a tomar buenas decisiones y a emprender buenas acciones de cuidado ciudadano.