La guerra entre Rusia y Ucrania ha develado un enorme problema que acarrean muchos estados europeos y es la valoración, los contenidos y la información que se ofrece en la enseñanza de la historia escolar que en la mayoría de los países se ha desarrollado con el fin de generar una identidad nacional y la existencia de un estado propio. Hoy, si hay un polvorín en Europa es la región de los Balcanes, un término con el que ya la había definido el canciller alemán Bismark hace más de 100 años.
Antes de la primera guerra mundial la mayoría de los pueblos eslavos del sur estaban bajo control de dos imperios. El Austro-húngaro controlaba las actuales Eslovenia, Croacia, y parte de Bosnia Herzegovina. Por su parte los Turco -Otomanos controlaban la actual Macedonia del Norte y parte de Serbia. Al imperio, que ya era conocido como el enfermo del Europa por la seguidilla de pérdida de territorios que habían conquistado, había perdido a Serbia y Montenegro que se independizaron a mediados del siglo XIX y habían conformado sus propias monarquías.
La derrota de los imperios Austriaco y Turco, al finalizar la segunda guerra mundial beneficia a Serbia que, con el apoyo de las potencias occidentales, unifica a los pueblos eslavos del sur bajo el nombre de Yugoslavia, y se crea una nueva forma de enseñar historia escolar bajo la mirada de una grandeza del pueblo serbio unificador de los pueblos eslavos.
Los libros de texto publicados entre 1945 y 1990 valoraban la unidad de los pueblos eslavos e inclusive el idioma serbocroata pasó a denominarse yugoslavo. Pero las tensiones internas con los intereses de potencias extrajeras llevaron a la disolución de Yugoslavia entre 1992 y 1995.
De forma pacífica se separa Macedonia, con una corta guerra Eslovenia, pero el régimen serbio, apoyado por Montenegro, buscan impedir la separación de Croacia y Bosnia Herzegovina territorios donde vivía una importante población Serbia y se genera una de las guerras más crueles de los últimos cien años.
Cuando Serbia es derrotada se pide cambiar todos los libros de historia, eliminar las referencias a la grandeza del pueblo serbio, a su enorme poder en la era medieval, a su papel como unificador de los pueblos eslavos del sur. Sin embargo, eso es una herida que se mantiene en la región entre las personas que fueron formadas con los libros de la grandeza yugoslava antes de 1995 y los libros de texto actuales.
Dificultad para enseñar historia hoy
Al visitar hace dos meses varios de los países que surgieron de la desintegración, a saber, Eslovenia, Croacia, Bosnia Herzegovina, Serbia y Macedonia de Norte, se puede sentir la tensión en la escuela, el veto a la información y sobre todo las interpretaciones tan divergentes que tiene los habitantes y los educadores incluso dentro de esos mismos nuevos países, frente a la guerra, las causas, las consecuencias, la identidad nacional y el futuro.
Han pasado 27 años desde la desde la desintegración de Yugoslavia y las heridas siguen abiertas. Kosovo el último territorio en independizarse sigue sin ser reconocido por Serbia, quien lo considera parte de su territorio y de su identidad nacional, pues según la narrativa, tanto su derrota frente a los otomanos como la victoria de la independencia y creación del reino se dieron en Kosovo.
En Bosnia y Herzegovina vive un alto porcentaje de población serbia, la mayoría en la autoproclamada República Srpska, que cogobierna junto con la confederación bosnia y que se mantiene en el deseo de la independencia o la reunificación con Serbia, por otra parte, numerosas familias de origen serbio viven en Macedonia del Norte, Croacia y Montenegro y a la inversa miles de bosnios, croatas y macedonios desarrollan proyectos de vida (estudio, trabajo) en Serbia. Por eso, abordar la desintegración yugoslava y analizar el papel de los que se consideran víctimas o victimarios es un tema muy sensible que la mayoría de los estados prefieren no abordar.
En países como Macedonia del Norte se recurre a una enseñanza de la grandeza del imperio Macedonio de la antigüedad, que le ha traído problemas como Grecia, quien exigió el cambio del nombre del país y ahora con Bulgaria, quien exige que en la narrativa de la historia escolar de Macedonia se indique que hizo parte del territorio del imperio búlgaro y que el idioma Macedonio es un dialecto del búlgaro, lo que ha generado protestas y movilizaciones en el país. Sobre todo, porque el gobierno macedonio ha aceptado todas las demandas de Grecia y de Bulgaria con el objetivo de ser aceptado en la Unión Europea.
Profesores entrevistados en Macedonia del Norte, Serbia y Croacia indican que es un riesgo abordar en la escuela las guerras balcánicas porque en los colegios pueden encontrarse estudiantes de diferente origen étnico o de familias mixtas pues 80 años de unidad territorial hizo que lo común fuera la conformación de familias con diferentes orígenes y el riesgo de generar conflicto en la escuela sobre las versiones de actores del conflicto, víctimas, victimarios, ganadores y vencidos es muy compleja.
Por eso, en dichos países se favorece la enseñanza de la historia universal, antigua y medieval. Los temas contemporáneos que requieran valoración prefieren dejarse de lado. Al final se comprende que la enseñanza escolar de historia cumple un papel de consolidación de los discursos hegemónicos y en una región donde la inestabilidad sigue siendo la constante, la valoración del pasado se hace cada vez más compleja. Esa falta de análisis históricos lleva también a la desinformación, a la radicalización a partir de la desinformación y de las redes sociales, y supone un verdadero riesgo por el incremento de las tensiones que pueden desembocar en futuros conflictos armados.