El mundo hispanoamericano en la Capitanía General de Venezuela, en el cual vive la familia de los Bolívar, ha sido debidamente expurgado por diversos historiadores y es similar al de las castas del resto de la región. Entre sus antepasados se destacan varios conquistadores, forjadores de riqueza y desarrollo en los campos, siendo prósperos ganaderos, dueños de minas y exportadores de cacao, fieles a la corona y participan activamente en los ritos religiosos, dando la debida compensación a la Iglesia Católica.
Salvador de Madariaga cuestiona la predilección del padre de Simón Bolívar por las esclavas de sus campos, en flor de juventud; algunas reprochan esos devaneos en quejas al Obispo en sus visitas pastorales a las haciendas de la familia. Se interesa por la cultura y en su biblioteca reposan libros de sumo interés, como la Riqueza de las Naciones de Adam Smith. En un mundo jerarquizado tratan lo mejor posible a los esclavos y empleados de sus haciendas. Así la leyenda negra diga lo contrario.
Se destacan las muertes que en toda su existencia dictó la Inquisición en España, oficialmente 31.912, en tanto durante la implantación por Enrique VIII del protestantismo en Inglaterra se reportan 72.000 víctimas, que la historia oficial omite. Es de recordar que se insiste en los muertos de la Inquisición en España, sin mencionar los efectos de la persecución religiosa en Inglaterra y otros países, como Francia donde durante la noche de San Bartolomé, mueren más de 30.000 hugonotes.
Los Bolívar entienden el sentido aristocrático de la vida como indeclinable vocación de servicio, siempre dispuestos a defender la soberanía española de Venezuela a costa de la propia bolsa y la vida, como de colaborar con el Cabildo por la prosperidad de Caracas, privilegiar sus ventajas y aportar a la solución de los problemas que se presentan a consideración de esa institución de las más avanzadas de su tiempo. Cuentan con parientes y amigos en la Corte de Madrid, que los favorecen.
El Cabildo de Caracas tenía facultades para nombrar Capitán General de Venezuela en caso de enfermedad o muerte del mismo. Los hidalgos mantienen numerosas prerrogativas y poder local, como sus pares en el resto del Imperio. El padre de Simón Bolívar vive en tiempos de la llegada al trono de España de los Borbones, con la negociación que consigue el rey de Francia Luis XIV, tras la paz de Utrecht, cuando España cede Los Países Bajos, Cerdeña, Nápoles, el Milanesado, Sicilia, Gibraltar y Menorca. Es bajo el régimen de los Borbones -que ya mencionamos- cuando se aumentan los tributos en España y América, lo que provoca el descontento de propietarios y comerciantes. Siendo esa etapa de grandes obras e impulso a la cultura y las comunicaciones en América. Se multiplica el número de colegios y universidades, lo mismo que la calidad de los estudios, comparativamente superan los de las 13 Colinas del Norte.
Por entonces, la Iglesia Católica recibe en su seno a los elementos más capaces sin importar su condición social. Lo mismo que se dicta un Código de los Esclavos (1789) que los protege de los excesos de los amos y permite el nombramiento de mulatos en diversos cargos, lo cual desata el descontento de los criollos americanos. Es de anotar que en los resguardos indígenas la economía sigue siendo próspera, incluso en tiempos de crisis económica generalizada del Imperio, por lo que los visitadores regios denuncian que algunos blancos se hacen pasar por indígenas en esos centros anticíclicos productivos, para contar con los mismos beneficios de los indígenas protegidos por la corona.
La historia de España está plagada de luchas regionales y de las ciudades por defender sus fueros frente a la corona, en menor escala se dan esas tensiones en América, heredera de parte de esas instituciones y costumbres. Con la diferencia que mientras en la Península, gracias al apoyo regio, varios ¨favoritos¨ extranjeros gobiernan, en Venezuela los mantuanos son muy celosos de sus prerrogativas y se muestran un tanto hostiles a los comerciantes canarios y españoles de su tiempo. Es de anotar, también, que la gran mayoría de los funcionarios al servicio de la corona en América, tienen excelente formación y capacidad administrativa, superior en varios casos al compararlos con sus sucesores de la República.
La guerra de la Independencia de los Estados Unidos no consigue que los criollos se movilicen en América por la separación. Venezolanos pudientes, lo mismo que los criollos de cierta influencia en el resto de Hispanoamérica se esfuerzan por defender sus privilegios y statu quo.
Trescientos años de orden en América es una proeza casi sin parangón en la historia. La sangrienta revolución francesa suscita en mayor grado la solidaridad con la corona. Así como por cuenta de la revolución francesa y el levantamiento de los esclavos negros en Haití, asesinan los amos franceses y los derrotan en sangrientas revueltas, los criollos americanos entran en pánico al vislumbrar que sus esclavos y manumisos se levanten. Los círculos literarios entre los afrancesados españoles y criollos comentan las tesis de los filósofos de la Ilustración, siendo quizá el más leído entre los autores prohibidos Voltaire, más que manejar la dialéctica y el humor, con libros como el Cándido que se leen con regocijo y espíritu reflexivo. A pesar de las prohibiciones, no pocos de los funcionarios peninsulares afrancesados cargaban esos escritos en su equipaje personal, para prestarlos de manera clandestina a sus amigos criollos.
Con este estado de cosas que miramos a vuelo de pájaro, no es de extrañar que por cuenta del aislamiento hispanoamericano y el conformismo aldeano, muchos criollos consideren que no estábamos maduros para la Independencia. Los indígenas son realistas o indiferentes. Los esclavos no confían en los amos criollos. En Simón Bolívar, templado en la ruda moral de los señores, que parecía nacido para defender el Imperio Español que ayudaron a forjar sus antepasados, por razones que veremos más adelante, se va incubar la decisión inquebrantable de liberar Hispanoamérica, incluso contra la voluntad momentánea de los pueblos. Bolívar se convierte en un caudillo de tozudez inquebrantable, capaz de nadar contra la corriente.