LAS CONTROVERTIDAS afirmaciones del presidente colombiano, Gustavo Petro, en las que incluso llegó a acusar esta semana a Israel de querer convertir la Franja de Gaza en un “campo de concentración” y hasta habló de “neonazis” que buscan la destrucción palestina, generaron un alud de reacciones nacionales e internacionales en su contra.
“Ningún demócrata en el mundo puede aceptar que Gaza sea convertida en un campo de concentración. Los campos de concentración son prohibidos por el derecho internacional y quienes los desarrollen se transforman en criminales de lesa humanidad”, trinó Petro.
También sostuvo que “… desde muy joven estudié el conflicto palestino-israelí y sé de la inmensa injusticia que ha sufrido el pueblo palestino desde 1948. Igual que sé de la inmensa injusticia que sufrió el pueblo judío por los nazis en Europa desde 1933… Ahora los neonazis quieren la destrucción del pueblo, de la libertad y de la cultura palestinos. Ahora los demócratas y progresistas queremos que se imponga la paz y sean libres los pueblos israelíes y palestinos”.
Estados Unidos, la embajada de Israel en Colombia, el Congreso Judío Mundial, expresidentes, excancilleres, dirigentes políticos, editorialistas, académicos y múltiples sectores nacionales e internacionales descalificaron las palabras de Petro, no solo por plantear una insólita y cuestionable comparación de la legítima defensa de Israel ante la ofensiva terrorista de Hamás, sino porque no condenó de manera frontal el violento ataque de este grupo radical fundamentalista contra varias ciudades israelíes el pasado fin de semana, que dejó más de un millar de civiles asesinados y un centenar de secuestrados.
De hecho, el embajador del Estado judío en nuestro país, Gali Dagan, al rechazar las afirmaciones presidenciales, indicó que “esas comparaciones, que no tienen nada que ver con la realidad, me duelen mucho; pero bueno, las personas pueden decir lo que consideran. A mí me encantaría invitar por supuesto al señor presidente y sería un gran honor para mí acompañarle al Museo del Holocausto en Jerusalén”.
A su turno el Congreso Judío Mundial le replicó duramente a Petro: “Lo que usted está diciendo es un insulto a los seis millones de víctimas del Holocausto y al pueblo judío. Sus comentarios aquí y los demás en su perfil (de la red X) ignoran por completo los cientos de muertos y secuestrados durante el ataque asesino de Hamás contra civiles israelíes. Esta publicación es una vergüenza para usted y su país. Un líder mundial debería hacerlo mejor”.Entre tanto, Deborah Lipstadt, embajadora del Departamento de Estado estadounidense contra los asuntos antisemitas, no dudó en advertir: “Nos sorprendió ver al presidente colombiano, Gustavo Petro, comparar al gobierno israelí con el régimen genocida de Hitler. Condenamos enérgicamente las declaraciones del presidente Petro y le pedimos que condene a Hamás, una organización designada como terrorista, por su bárbaro asesinato de hombres, mujeres y niños israelíes”.
Ya el vocero adjunto del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Vedant Patel, había advertido que “es increíblemente inapropiado estar comparando cualquier respuesta de nuestros aliados israelíes con el nazismo”.
Todas estas reacciones llevaron a no pocos sectores en Colombia a concluir que el presidente cometió no solo un grave yerro diplomático y de política internacional, sino que incurrió en una especie de “negacionismo” sobre el horror del Holocausto judío a manos de los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
Aquí una crónica sobre cómo el planeta se dio cuenta de uno de los actos más bárbaros de la historia de la humanidad, que no solo les costó la vida a seis millones de inocentes, sino que produjo un punto de inflexión en la era moderna:
Barbarie escondida
Al final de la Segunda Guerra Mundial, la liberación de los primeros campos de concentración tuvo poca repercusión, pero las imágenes de lo que los aliados descubren allí, en un primer momento censuradas, hicieron tomar conciencia al mundo del horror del Holocausto.
La liberación de estos campos de exterminio tuvo lugar en medio del avance hacia Berlín de los ejércitos soviéticos, estadounidenses y británicos.
Comenzó el 24 de julio de 1944, con el descubrimiento de Majdanek (en los suburbios de Lublin, Polonia) por el Ejército Rojo, y terminó el 8 de mayo de 1945 con la liberación de Theresienstadt (o Terezín en checo) en el norte de Praga.
Desde junio de 1944, el teórico de la “Solución Final” y el jefe de las SS, Heinrich Himmler, ordenaron la evacuación ante la llegada de los aliados y la transferencia de los detenidos a otros campos de concentración.
La orden se dirigía, en primer lugar, a los campos ubicados en los países bálticos, amenazados por el avance del Ejército Rojo. Antes de huir, los oficiales de las SS tenían como consigna borrar todas las huellas de sus crímenes.
De este modo, la liberación por parte de los soviéticos de Auschwitz-Birkenau (Polonia) el 27 de enero de 1945, fue precedida por la disolución progresiva del complejo a partir del verano de 1944 y la evacuación de más de 60.000 detenidos.
Cuando llegó el Ejército Rojo, sólo descubrió unos 70.000 prisioneros, incapaces de caminar y seguir a sus compañeros en las "Marchas de la muerte".
Censura, luego conmoción
El descubrimiento de los primeros campos no tuvo gran repercusión en la opinión pública.
Comisiones de investigación rusas y polacas tomaron fotografías en Majdanek y Auschwitz y los servicios fotográficos del ejército estadounidense realizaron un reportaje en Struthof, único campo de concentración nazi ubicado en el actual territorio francés, pero las imágenes no fueron difundidas al público.
En Francia en particular, las autoridades no quisieron alarmar a las familias sobre la suerte de los "ausentes" (deportados, prisioneros de guerra, reclutas forzosos).
Un verdadero punto de inflexión en el tratamiento mediático tuvo lugar el 6 de abril de 1945, con el descubrimiento del campo de Ohrdruf, un anexo de Buchenwald (Alemania). Cuando los estadounidenses, acompañados por el corresponsal de guerra Meyer Levin y el fotógrafo de la AFP Eric Schwab, entraron, se encontraron pilas de prisioneros ejecutados de un balazo en la cabeza y otros parcialmente quemados en piras aún humeantes.
El 12 de abril se organizó una visita oficial para los generales Patton, Bradley y Eisenhower. "Nunca en mi vida sentí semejante conmoción", dice este último. Su decisión es inmediata: "Debe terminar toda censura", para que el mundo supiera lo ocurrido.
Esa misma tarde, el diario francés "Ce Soir" publicaría en su portada la reacción del general Patton –"Sin piedad para los verdugos"– y la imagen de una fosa común.
El exterminio de los judíos por el régimen nazi comenzó en 1939 y se recrudeció en el verano de 1941 con la invasión de la URSS y después la creación de campos de exterminio, que causaron seis millones de muertes.
El Holocausto por balas
Las masacres de judíos comenzaron en 1939 en la Polonia ocupada. Los primeros guetos se formaron allí durante el invierno de 1939-1940 y los judíos que vivían en estos barrios cerrados fueron expuestos a un hambre extrema.
Después de la ruptura del pacto germano-soviético y la invasión de la URSS (22 de junio de 1941), los ejércitos del Reich que avanzan hacia el este son seguidos por "grupos de intervención" ("Einsatzgruppen"), que realizan fusilamientos en los territorios tomados al Ejército Rojo.
Este "Holocausto por balas" llevará al asesinato de un millón de personas, principalmente judíos y prisioneros de guerra soviéticos.
Industrialización del genocidio
A este primer genocidio por hambre y balas se agregó rápidamente el genocidio por gas, ya experimentado en Alemania en la eliminación de personas discapacitadas.
En la Unión Soviética, los comandos de la muerte acompañaron el avance del ejército alemán con camiones de gas. En Polonia, las víctimas eran llevadas a los lugares de exterminio. El campamento de Auschwitz-Birkenau, cerca de Cracovia, experimentó el Zyklon B en el verano de 1941 con prisioneros soviéticos y enfermos. En el campo de Chelmno se exterminaron los judíos de Warthegau.
En el otoño de 1941 el gobierno general (el nombre de la parte del territorio de Polonia ocupada por Alemania pero no anexada directamente) elaboró un plan para liquidar a dos millones de judíos. Era la "Aktion Reinhardt", que llevó el nombre de Reinhardt Heydrich, adjunto al jefe de las SS, Heinrich Himmler.
Se construyeron entonces tres campos de exterminio: Belzec, Sobibor y Treblinka. Una vez estuvieron operativos, las SS y la fuerza policial liquidaron los guetos y transfirieron allí a sus habitantes.
La conferencia de Wannsee
A fines de 1941, mientras el programa de exterminio sistemático de los judíos estaba en marcha, era importante para Himmler y Heydrich aclarar las responsabilidades en lo que se estaba preparando.
De esta manera, se organizó una reunión de planificación sobre "la solución final a la cuestión judía" con los directores de los principales ministerios y líderes de las SS.
El 20 de enero de 1942, en Wannsee, cerca de Berlín, quince altos funcionarios del Partido Nazi y la administración alemana ratificaron la deportación de judíos de Europa occidental, cuyo número estimaron en 11 millones, y subrayaron el papel central de las SS en ella.
El proceso industrial de exterminio se intensificaría. Judíos de toda Europa fueron deportados sistemáticamente a seis campos de exterminio, todos ubicados en Polonia (Auschwitz, Majdanek, Chelmno, Belzec, Sobibor y Treblinka), desde el verano de 1942.
Auschwitz-Birkenau, que se ha convertido en el símbolo del Holocausto, ocupó un lugar especial. Fue un centro de exterminio donde fallecieron más de 1,1 millones de personas, la mayoría de ellas judías, pero también gitanos. Era también un campo de trabajo, donde la industria alemana, en particular IG Farben, empleó a deportados "seleccionados" como esclavos.
Juicios de Nuremberg
El 20 de noviembre de 1945 se inició en Nuremberg el mayor juicio de la historia, en el que 21 de los más altos dirigentes del régimen nazi, entre ellos el sucesor designado de Hitler, Hermann Goering, tuvieron que responder por primera vez ante la justicia internacional por sus crímenes.
Desde 1943, las potencias aliadas reflexionaban sobre el destino de los criminales de guerra alemana. Incluso antes de la capitulación, se adoptó el principio de un proceso sin precedentes, ante un tribunal internacional y en público.
Sólo seis meses después del fin de las hostilidades, los fiscales, que son como los jueces de las cuatro potencias aliadas (Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Rusia) reúnen 300.000 testimonios y unas 6.600 pruebas, respaldadas por 42 volúmenes de archivos.
El proceso se celebró en una ciudad en ruinas, pero cuyo palacio de justicia conectado a una prisión sigue en pie. Nuremberg, antigua ciudad imperial, era sobre todo el símbolo del nazismo donde Adolf Hitler tuvo sus grandes reuniones y donde fueron promulgadas en 1935 las leyes antijudías.
Crímenes contra la humanidad
Ese 20 de noviembre comenzó el juicio en la sala de audiencias 600 del tribunal, en presencia de cientos de periodistas. "La verdadera parte demandante en el estrado es la civilización", declaró el fiscal estadounidense Robert Jackson.
En el banquillo de los acusados se encontraban los más altos dignatarios nazis aún vivos tras los suicidios de Hitler, Joseph Goebbels y Heinrich Himmler.
Hermann Goering, ex número dos del régimen, se codeó con Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler; Alfred Rosenberg, el ideólogo del partido; Fritz Sauckel, el responsable del trabajo forzoso, y Joachim von Ribbentrop, ministro de Asuntos Exteriores.
Los acusados debían responder por cargos de conspiración, crímenes de guerra, crímenes contra la paz y, por primera vez en la historia, crímenes contra la humanidad.
Estos son definidos como "el asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y cualquier otro acto inhumano cometido contra cualquier población civil, antes o durante la guerra, o las persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos". La noción de genocidio no se reconocería en el derecho internacional hasta 1948.
El impacto de imágenes
Todos los acusados se declararon "nicht schuldig" ("inocente"). Pero la proyección de una película grabada por los aliados occidentales en los campos de concentración dio rápidamente otra dimensión al proceso.
"Sauckel se estremece ante la vista del horno crematorio de Buchenwald. Cuando se muestra una pantalla de lámpara hecha de piel humana, Julius Streicher, jefe del diario de propaganda nazi 'Der Sturmer', dice: 'No creo eso'".
"Wilhem Frick (que redactó las leyes antisemitas de Nuremberg) agitaba la cabeza con aire incrédulo cuando una doctora describía el tratamiento y las experiencias infligidas a las prisioneras de Belsen".
Entre los 33 testigos de la acusación, la combatiente de la resistencia francesa Marie-Claude Vaillant-Couturier, superviviente de los campos de Auschwitz-Birkenau y de Ravensbruck, brinda un relato implacable de más de dos horas: a las mujeres que daban a luz les ahogaban los recién nacidos frente a sus ojos, los detenidos eran obligados a beber agua de los charcos antes de bañarse, se pasaba lista a las 3 de la mañana...
El veredicto llega el 1° de octubre de 1946: doce condenas a muerte (entre ellas una en rebeldía para Martin Bormann, el secretario de Hitler, cuya muerte se desconocía entonces), tres condenas a cadena perpetua, dos penas de 20 años de prisión, una de 15 años y una de 10 años.
Tres de los acusados evitan la cárcel. Absoluciones que sorprenden a los observadores en la época, pero responden a los detractores del proceso, que sus instigadores querían "equitativos".
El 16 de octubre de 1946, diez de los condenados a muerte fueron ahorcados. Hermann Goering se suicidó unas horas antes en su celda tragando una cápsula de cianuro para escapar de un ahorcamiento que consideraba indigno de un soldado.
Todos los cuerpos, incluido el de Goering, fueron incinerados y sus cenizas esparcidas en un afluente del Isar, para evitar que sus tumbas se convirtieran en lugares de reunión. /EL NUEVO SIGLO - AFP