Johan Murillo Fernández solo conocía el mar por televisión. Nacido en Cúcuta, la capital de Norte de Santander, por cosas de la vida vino a palpar sus aguas de un azul intenso en el archipiélago de San Andrés.
Hoy, cuando el país está atento al fallo que debe emitir la Corte de La Haya ante la demanda de Nicaragua sobre la jurisdicción insular, casualmente Murillo Fernández dice que “en mi vida jamás pensé conocer el mar y mucho menos al departamento archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y solo sabía de su existencia por las noticias generadas por la destrucción que causó el huracán Iota, el 16 de noviembre del 2020”.
En diálogo con EL NUEVO SIGLO, desde cayo Serrana, donde presta el servicio militar en la Armada de Colombia junto con su hermano, afirma que, gracias a un primo que es infante de marina profesional, decidió incorporarse.
“La vida es muy difícil y con mi hermano debido a la situación económica de nuestra familia y por supuesto la del país, trabajábamos en lo que saliera e incluso pulíamos vidrios en los ventanales de casas y de edificios y en oficios varios”, precisó Murillo Fernández.
Señaló que “aquí entre nos, a pesar de mis 18 años, le cuento que tengo un hijo y esa responsabilidad me obligaba a trabajar en lo que saliera, así fuese por dos pesos. Por fortuna mi hermano con lo poco que consigue me ayuda económicamente cuando lo necesito”.
Con la pandemia, con la crisis económica y la escasez de empleo, un primo que también es infante de marina profesional le dijo: “Ustedes están sufriendo porque lo quieren. Presten el servicio militar como regulares en la Armada de Colombia y, una vez concluyan ese proceso, se pueden enrolar como infantes profesionales; claro, eso sí, con buena conducta y con estudio”.
Colaboración
Afirmó que “mi hermano y yo, sin pensarlo dos veces dijimos que sí y él nos ayudó, nos llevó al Distrito Militar y nos colaboró con todos los documentos exigidos. En el Cuerpo de Infantería de Marina nos prestaron toda la ayuda necesaria y nos incorporaron”.
Johan explicó que, “por fortuna, mi hermano y yo quedamos en el mismo contingente. Es una rara excepción, nunca pasa, pero lo cierto es que estamos los dos y siempre pensamos que nos tocaría patrullar zonas inhóspitas y como se dice en el argot militar ‘comer monte ventiao’. Pero no, la vida nos tenía otra sorpresa. Nos enviaron a la isla de San Andrés y así conocimos el mar que siempre soñamos, pero que para nosotros era muy difícil porque los pasajes son muy caros”.
Ya en cayo Serrana, Murillo Fernández dice que “aquí prestamos servicio 14 infantes de marina regulares, con nuestro comandante. Cómo es la vida, pensé patrullar en el monte y ahora estoy rodeado del mar Caribe. En realidad, nunca pensé estar por acá, en una isla, estar en un cayo, conociendo el mar, gracias a Dios estoy conociendo lo maravilloso que es el Archipiélago de San Andrés”.
Experiencia de vida
Precisa que “ahora conozco el mar más lindo. Tampoco pensé conocer un cayo, ni sabía que era un cayo, que eso quedaba en mitad del mar; nunca pensé que eso fuera verdad. Estoy agradecido con Dios y con esta maravillosa experiencia de mi vida”.
El infante revela que “el día es bendecido con nuestro trabajo. Siempre estamos alertas y cuidamos la pequeña isla de 600 metros de largo por 400 de ancho. Hacemos aseo y evitamos en todo momento su deterioro. Prestamos servicio por turnos y además cumplimos al pie de la letra las órdenes que nos imparta nuestro comandante”.
El joven cucuteño explicó que además de hacer guardia también cumple las funciones de escribiente y se encarga de todas las anotaciones diarias. “Mi hermano y yo somos compañeros y ahora después de tener esta experiencia pensamos seguir la carrera como infantes de marina profesionales”, sostuvo.
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Agregó que “la vida en el servicio militar se la da uno mismo. Si uno es indisciplinado, pues no la pasa bien, pero si cumple las instrucciones, las órdenes y se desempeña correctamente en todas las actividades asignadas, pues le va bien. Ahora con mi trayectoria le quiero decir a los muchachos en la edad de prestar el servicio militar que es mentira que aquí se pasa mal. Hay que cumplir con el servicio y acatar las órdenes”.
Insiste que “todo lo que uno hace en el servicio queda reflejado en el folio de vida. Lo más importante es trabajar, pensar en el futuro y en hacer una buena carrera para sacar a nuestras familias adelante. Siempre contamos con el apoyo de nuestros jefes, cuando uno tiene deseos de triunfar”.
Asegura el militar que “todos los días se aprende algo. Mi cabo Padilla, mi comandante en cayo Serrana, nos transmite sus conocimientos y nos enseña a ser correctos, honestos y a querer a nuestras familias. Él me dice que debo trabajar y estudiar mucho para sacar a mi hijo adelante. También recibo enseñanzas de mi cabo Ortega y por supuesto de mi teniente Cortés. Ellos nos dan consejos, nos orientan. Ellos conocen mi historia y saben que no tenía la mejor vida y que la pasaba muy duro”.
Desplazados
Sobre su vida en Cúcuta, el infante sostiene que “no le había comentado que también mi hermano y yo somos desplazados por la violencia. Teníamos una finca en el Catatumbo y tuvimos que abandonarla y a pesar de ser oriundos de Cúcuta, en la ciudad tuvimos muchas dificultades y en general la estábamos pasando muy mal. En la calle no se aprende nada bueno, pero aquí todos los días aprendemos algo nuevo, algo que nos va a servir para el futuro y por el bien de nuestras familias”.
Sobre su actividad diaria, manifiesta que “durante mi servicio en la pequeña isla no hemos tenido novedades. Cuando llegan los pescadores colombianos con sus papeles al día, los atiendo e informo a mi comandante que no hay novedades. Ellos nos dan pescado, barracuda, caracoles y otros. Es decir, fortalecemos nuestros almuerzos y comidas”.
Asegura que “durante los raticos de descanso no se puede pescar porque hay muchos tiburones y cuando uno se baña en el mar, con permiso del comandante, lo hacemos en la orillita para evitar contratiempos. La vida es dura, pero también tiene sus buenos momentos en la isla”.
Recuerda que “la mayoría de pescadores que pasan por aquí son colombianos, especialmente de Tolú y de Sincelejo. No hemos visto extranjeros ni buques que adelanten faenas de pesca ilegal y depredadora”.
Ejemplo a seguir
Murillo Fernández dice que “solo deseo seguir adelante, hacer la carrera y trabajar por mi hijo y por mil familia, que siempre me apoya y me anima a seguir en esta vida castrense. Ellos me dicen, y a mi hermano también, que tenemos un ejemplo a seguir que es nuestro primo, que está en estos momentos trabajando en Leticia, en el departamento del Amazonas. Nos llama y nos da ánimos para no desfallecer y seguir adelante”.
Agrega el infante sobre su experiencia en San Andrés que “he aprendido a valorar a la familia, a mi hijo, al trabajo. La Armada me ha hecho mejor persona, mi vida cambió. Son recuerdos que le quedan a uno: montar un buque; una cosa es verlo y otra estar ahí. Navegar dos, tres y más días es una experiencia genial, son buenas vivencias que tengo hasta hoy y que los jóvenes colombianos deberían adquirir”.