LINEAMIENTOS puntuales para los retos que actualmente enfrenta Bogotá, entregó el Nuncio Apostólico, monseñor Luis Mariano Montemayor, al nuevo Arzobispo de la ciudad, monseñor Luis José Rueda, en la ceremonia cumplida en la Catedral Primada.
Creatividad de espíritu para enfrentar los retos que tiene la Iglesia frente a esta metrópoli pidió el representante del papa Francisco, quien en su homilía se refirió, entre otros temas, a los problemas sociales, la migración venezolana, la pandemia del Covid-19, la falta de vocaciones y las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
Por considerarlo de interés para nuestros lectores, reproducimos el texto completo de la intervención del Nuncio:
“En primer lugar permítame presentar un caluroso saludo en nombre del papa Francisco a todos los estimados asistentes a esta ceremonia de toma de posesión, ya sea de manera presencial o por los medios de comunicación
Señor Arzobispo no pasare a describirle la formidable estructura pastoral que su ilustre antecesor le entrega como misterio de la Arquidiócesis de Bogotá. Tampoco le describiré la cantidad y calidad de los agentes pastorales, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos que lo acompañaran en el ejercicio de su ministerio.
Permítame mencionarle algunos desafíos pastorales de su tarea apostólica en Bogotá:
El Santo Padre le ha pedido que sea pastor de esta gran arquidiócesis cuya jurisdicción abarca aproximadamente el 50% del área metropolitana de la capital de Colombia y un área rural que se proyecta hacia los Llanos orientales. Santafe de Bogotá ha llegado a ser una gran urbe, cosmopolita, en continua expansión y figura merecidamente entre las de mayor desarrollo de la América del Sur.
Los organismos del Estado central, las principales fuerzas políticas de la Nación, así como las representaciones diplomáticas de numerosas naciones y organismos internacionales tienen aquí su sede. Lo mismo ocurre con los principales medios de comunicación social (prensa, radio y televisión) que alcanzan a cubrir todo el territorio de la República.
A su inteligencia y corazón de Pastor ha sido confiado en cuanto Primado un cuidado particular de las relaciones de la Iglesia Católica y el Estado colombiano, teniendo como horizonte no solo el bien de la comunidad eclesial, sino también del país entero.
La población de la arquidiócesis está compuesta por gente provenientes de toda Colombia, de los más pudientes a los más vulnerables. Sin ninguna duda Bogotá, que por ser el principal centro educativo del país puede ser considerada una Atenas suramericana, ofrece a sus habitantes magníficas oportunidades económicas y culturales. Sin embargo presenta también graves problemas sociales.
En efecto, un porcentaje muy alto de sus habitantes vive en condiciones de pobreza, con necesidades básicas apenas satisfechas. Un elevado número de entre ellos, venidos en sucesivas oleadas de migración interna, no llegan a desarrollar un sentido de pertenencia y arraigo. Poco a poco se han venido acentuando problemáticas sociales muy conflictivas, a saber, los cordones de miseria, la violencia urbana, la insuficiencia de los servicios de salud, el déficit de vivienda. Presenciamos una dolorosa falta de equidad en las oportunidades de progreso humano y social.
Desde una perspectiva religiosa, los bogotanos conservan ciertos rasgos de la cultura tradicional colombiana, los valores familiares muy arraigados y una ciudad muy profunda. Pero la ciudad desarrolla, cada día más, las características de una sociedad multicultural. Vivimos una proliferación impresionante de grupos y denominaciones religiosas, cristianas y no cristianas, algunas ellas de corte intimista y espiritualista. Y otras, en cambio, que unen su credo a políticas partidistas explicitas.
Al mismo tiempo se percibe una creciente indiferencia religiosa de muchos bautizados y en algunos ambientes se respira incluso un clima de animadversión visceral a las propuestas de la Iglesia católica, cualesquiera que ellas sean.
Monseñor Luis José: los últimos, los excluidos, los desplazados, los alejados, los indiferentes, los no creyentes, en suma, todo el espectro de lo que el papa Francisco llama las periferias existenciales son encomendados preferencialmente a su corazón de Pastor. En favor de ellos, en esta ciudad capital pero con una proyección nacional, usted es llamado a ser instrumento generoso y fraterno de reconciliación, para contribuir a cerrar tantas heridas muy profundas que se reflejan en las desigualdades, en los odios de clase y de partido, en el dolor inmenso de las víctimas de toda violencia.
Los bogotanos que son luchadores y buscan con denuedo no sólo sobrevivir, sino mejorar su situación, exigen de más en más, que sus autoridades civiles y religiosas sean capaces de superar sus intereses particulares para favorecer los proyectos ciudadanos que le apuesten al bien común y sean capaces de construir una ciudad incluyente, solidaria y participativa.
Establecer una relación respetuosa y amical con todas esas realidades ciudadanas tan diferenciadas, así como desarrollar una colaboración generosa en favor del bien común de los habitantes conservando su propia identidad, es uno de los grandes retos para la vida pastoral y la acción evangelizadora de la Iglesia Católica en Bogotá.
También en Bogotá la crisis familiar se ha convertido en un grave problema social y pastoral, pues fragiliza el tejido social y debilita la transmisión de los valores humanos y religiosos necesarios para sostener la vida de la comunidad. Muchos jóvenes sufren el flagelo de la drogadicción, de la criminalidad juvenil, del desempleo y la falta de oportunidades para proyectarse al futuro. Un número importante de ellos se ha distanciado de la Iglesia, se muestra indiferente a sus iniciativas o simplemente no las conoce. Por eso, señor Arzobispo, el acompañamiento pastoral y el sostén de la realidad familiar y juvenil de nuestra ciudad exige intensa presencia amorosa y largueza de miras.
Una de las principales riquezas de la Arquidiócesis son los dos seminarios mayores que actualmente y como fruto de un largo camino de preparación ofrecen a la Iglesia personas consagradas en el ministerio sacerdotal. Sin embargo en los últimos años las ordenaciones sacerdotales han disminuido mientras las necesidades pastorales de los fieles aumentan. Será necesario dinamizar la pastoral vocacional ya existente y fomentar grupos pro vocacionales en cada comunidad parroquial para hacer sentir el sostén fraterno de los fieles a las vocaciones sacerdotales y religiosas.
La ciudad de Bogotá se caracteriza por la presencia de una importante y creciente comunidad universitaria, conformada por numerosas y prestigiosas instituciones académicas, tanto públicas como privadas. Solo las de inspiración católica son más de diez. Es urgente, por tanto, dar una atención prioritaria al desarrollo de una pastoral universitaria, que abarque de forma integral el mundo de la ciencia, la academia y la cultura.
El doloroso drama de los migrantes venezolanos en lugar de ir terminando se va agravando, en las dificultades que plantea la integración social de los contingentes ya radicados en los municipios y ciudades del país. Más de 350 mil solo en Bogotá. Permítame entonces no sólo pedirles que la solidaridad y la nobleza de alma que los distingue como colombianos y bogotanos continúe expresándose generosamente en favor de los hermanos venezolanos, sino también exhortarles a poner en marcha una sapiente pastoral de migrantes.
Señor Arzobispo, usted asume la dirección y animación de esta iglesia particular en un momento de incertidumbre frente al futuro. La pandemia generada por el Covid.-19 plantea la tarea evangelizadora de la Iglesia muchos desafíos que reclaman urgentemente respuestas nuevas, quizás inéditas. Es el momento de la creatividad del espíritu y de la docilidad generosa a los signos de los tiempos para poder responder con altura evangélica a los retos del momento.
Para responder a los desafíos que he brevemente enumerado y para consolidar una nueva presencia de la Iglesia en la región capital, usted no está solo: 3.900.000 habitantes de esta ciudad se identifican como católicos. Los bogotanos católicos son entonces numerosos, muchos de ellos no sólo generosamente disponibles, sino también muy capacitados profesionalmente para influir decisivamente tanto en la vida y la tarea pastoral de la Iglesia como en la vida política y económica de la ciudad.
Hago votos para que la Iglesia particular de Bogotá puesta a su cuidado pastoral experimente la protección maternal de la Santísima Virgen María que vela amorosa sobre nuestra ciudad desde los cerros de Monserrate y de Guadalupe.
Ruego que ella, madre de Dios y de la Iglesia, lo sostenga en la tarea de construir una comunidad arquidocesana conforme a la voluntad del Señor. Así sea."