Mañana a la media noche se cumplirán exactamente siete meses desde que el Covid-19 impuso en la ciudad Capital y en el país, una nueva realidad que, al parecer en el corto y mediano plazo llegó para quedarse.
Hace siete meses Bogotá, el epicentro político, económico y financiero del país, era una ciudad que caminaba a media marcha, pues la Capital se encontraba en alerta ambiental por un pronunciado deterioro en la calidad del aire, y el Covid-19, que había llegado no hacia mucho (el 26 de febrero procedente de Milán), comenzaba a propagarse con velocidad, y para el 19 de marzo ya había contagiado a un total de 33 personas.
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Hoy, 213 días más tarde, la calidad del aire de Bogotá es favorable y si bien el Covid-19 está hasta cierto punto controlado, ya no son 33 sino 292.964 los casos de contagiados que ha habido en la ciudad (hoy 24.497 activos), de los cuales 7.212 han fallecido y otros 261.255 se han recuperado.
Al comienzo del simulacro, que tenia presupuestado durar cuatro días y que a mitad de camino fue interrumpido por la primera cuarentena decretada por la Casa de Nariño, el objetivo central era el de robustecer el sistema hospitalario y de unidades de cuidados intensivos, que en aquel entonces sumaban un total de 935 camas.
Las cuarentenas se fueron prolongando en el tiempo, ya fueran sectorizadas o por comorbilidades, y las UCI fueron aumentando hasta llegar a las 2.179 que tenemos hoy. No obstante, yendo más allá de las cifras y con la proyección de que habrá un repunte en noviembre (específicamente a mediados y finales del mes entrante como lo indicaron los modelos matemáticos de la semana pasada), ¿Cuál es hoy, siete meses después, el balance frente al manejo que se le dio a la pandemia en la ciudad Capital?
EL NUEVO SIGLO consultó a cuatro epidemiólogos que han seguido de cerca las medidas tomadas por la Capital, y si bien todos ellos coincidieron en que las medidas fueron hasta cierto punto acertadas, el manejo de la pandemia, en términos generales, fue un desastre de salud publica, tanto nacional como distritalmente, “y el mensaje es que pudo haber sido peor”.
“No podemos dar un parte de éxito con más de 7.000 muertos, que pesan duro, pero pudo haber sido peor si no se hubiera hecho lo que se hizo”, comenzó por referir el epidemiólogo de la Universidad de los Andes, Jorge Luis Hernández, quien dijo que en Bogotá se hizo una cuarentena temprana y una serie de cuarentenas parciales, lo cual estuvo bien, “pero faltó haber aumentado el número de UCIs de forma oportuna, pues en un comienzo se prometieron alrededor de 4.000 UCIs, meta que no se cumplió y Bogotá quedó rezagada en eso”.
Adicionalmente, Hernández dijo que a la ciudad le faltó mucho en subsidiar las cuarentenas para las personas mas vulnerables, para que de esta manera fueran aislamientos viables, medida algo que se instauró con éxito en Argentina y Chile, y en ese orden de ideas, señaló que el Prass o DAR, para la ciudad de Bogotá, no ha sido efectivo.
“Lo que nosotros hemos visto en nuestros estudios es que mas o menos la mitad de las personas que requieren aislamiento no lo hacen porque no pueden y siguen transmitiendo la enfermedad. Adicionalmente, el gobierno Nacional y Distrital bajaron el número de pruebas y eso no se puede hacer”, añadió el epidemiólogo, quien dijo que en Bogotá se sigue presentando la información como un conteo de muertes y de casos, y de acuerdo con él eso no sirve.
“Seguimos presentando la información como en marzo: un conteo de casos y de muertos. Eso no sirve: hay que mostrar indicadores de respuesta como cuántas personas están en aislamiento, cuántas cadenas de transmisión se han cortado y en dónde están y se han aislado los focos, más allá del número de contagios y de fallecimientos. Se necesitan los conteos de los indicadores Prass”, finalizó diciendo el epidemiólogo.
Un manejo técnico
Por su parte, de acuerdo con el epidemiólogo de la Universidad del Rosario, Carlos Trillos, el manejo que la ciudad Capital le dio a la pandemia fue un manejo técnico y responsable, en donde se fue mirando el comportamiento y la dinámica de transmisión viral.
“En respuesta a esa mirada se fueron tomando desde medidas muy estrictas, como la cuarentena total, a medidas más focalizadas de acuerdo a las localidades con mayor riesgo, lo que fue muy acertado”, le dijo a EL NUEVO SIGLO el epidemiólogo Trillos, quien añadió que el seguimiento de las personas potencialmente infectadas, así como a los rastreos epidemiológicos, “tuvieron un manejo bastante responsable aunque faltó”.
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En esto coincidió el investigador en la evolución de enfermedades infecciosas del Departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad de los Andes, Mauricio Santos, quien refirió que en Bogotá se tomaron las medidas que se tenían que tomar bastante temprano, y las medidas restrictivas tuvieron un efecto grande. Así mismo, Santos coincidió con el epidemiólogo Hernández, en que aún se pueden mejorar los rastreos epidemiológicos.
“Aún podemos hacer un trabajo mucho mejor y es en cómo hacer esa detección de los casos y aislar todos los casos relacionados. En términos epidemiológicos la pandemia se intervino y se manejó apropiadamente y en este punto ya no se pueden sacrificar otros factores como el económico, de salud mental y de educación, lo que tendrá que tenerse muy en cuenta en la siguiente etapa de intervención”, le dijo a EL NUEVO SIGLO el investigador, quien añadió que el gobierno debe llegar a un punto medio en el que se promuevan actividades económicas de bajo riesgo pero con herramientas de control y prevención en el sistema.
Frente a la crítica de varios concejales al modelo del cupo epidemiológico empleado por la Alcaldía Mayor para regular las actividades sociales en la nueva normalidad, el director del Departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad de los Andes, Juan Manuel Cordovez, dijo que “el cupo epidemiológico no fue nada distinto a una forma didáctica de presentar los resultados de los modelos matemáticos que hicimos a la ciudadanía. Criticar el cupo epidemiológico es como criticar el uso de los modelos matemáticos como herramientas para la toma de decisiones”, le dijo a EL NUEVO SIGLO el profesor Cordovez.
Adicionalmente, reiteró que los modelos matemáticos lo que hacen es estimar y predecir con la mayor información disponible, el número de personas contagiadas que puede haber en un día que aún no ha llegado, y si bien él reconoció que la medida es criticable y cuestionable, “porque es una cosa muy seria adivinar el futuro, hay que entender que aquí se está “adivinando” con la información más dura y completa. El cupo y el costo no se apartan ni un milímetro de lo que es un ejercicio de modelación matemática partiendo a la población por sectores económicos, un dato que es confiable”, finalizó diciendo Cordovez.