La gente ya está acostumbrada al fétido olor a basura que inunda toda la atmósfera en la que se inscribe el relleno sanitario de Doña Juana; una montaña hecha de toneladas y toneladas de residuos, alrededor de la cual se fueron consolidando (en los últimos 32 años) barrios habitados por miles de familias que han tenido que aprender a vivir entre la podredumbre, por generaciones.
Aunque el ultimo deslizamiento de alrededor de 80.000 toneladas de basura prendió las alarmas sobre su manejo, y hace menos de una semana la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios le impusó cuantiosas multas (por más de $5.000 millones) al operador del relleno, Centro de Gerenciamiento de Residuos Doña Juana (CGR), hay personas que han hecho su vida al lado de este vecino y hoy, en medio de la alerta sanitaria del Covid-19, temen por la salud y la seguridad de sus hijos y claman hoy por su clausura.
#Envideo El dilema de las familias que conviven las 24 horas al lado de una montaña de basura ? pic.twitter.com/jeBnAeyz2r
— EL NUEVO SIGLO (@ElNuevoSiglo) May 19, 2020
Esa es la solicitud, por ejemplo, de Carlos Garzón, un agricultor de 29 años que vive hoy en la casa en la que lo criaron sus padres en el barrio Pasquilla, ubicado a medio kilómetro del relleno (entre Mochuelo alto y Mochuelo bajo). Aunque aclara que nació en Bogotá, toda su vida ha transcurrido en esta zona y hoy está criando allí a una bebita de 16 meses, como cientos de familias.
“Yo vivo muy cerca al basurero y huele muy maluco, especialmente cuando hace mucho sol o cuando hace mucha lluvia. Por estos días, ya se están levantando nuevamente los olores más fuertes y la presencia de roedores y moscos empeora. Me preocupa porque las moscas transmiten muchas enfermedades y cuando uno va a comer tiene que estar espantándolas constantemente así cierre las ventanas”, le dice a EL NUEVO SIGLO Carlos, quien nos confiesa que antes era más indiferente a todas estas condiciones pero ahora, en calidad de padre y con el Covid-19 en la ciudad, está más preocupado por las condiciones de salubridad de su barrio.
Vivir al lado de la basura no es nada fácil, pero él ha sobrellevado toda la vida aquellas circunstancias de este lugar, en el que ya no crece nada, pues los gases y el metano que por décadas han sido absorbidos por el suelo, han hecho que allí ya se vea verde. No obstante, hoy su temor más grande es la salud de su hija de un año y medio.
“Me da muchísimo susto que se me enferme la niña. Las malas condiciones de higiene, por lo que han dicho, pueden complicar la salud si uno se contagia de coronavirus y acá hay mucho zancudo y mucha rata”. Carlos, además, ha vivido los tres grandes deslizamientos de basura de este relleno, y aunque apenas era un niño recuerda vagamente el desbordamiento del relleno en 1997.
A su vez, recuerda la intensidad del olor a basura por varios meses, aunque aclaró que el olor, los zancudos y las ratas son factores de vida permanentes, con o sin desbordamiento.
“La gente ha aprendido a vivir con el relleno. A diario, los comercios y la comunidad continúan su rutina porque esta situación va a seguir así. Porque los reclamos que hemos hecho una y otra vez no han servido de nada”, precisó.
El derrumbe
Los perjuicios del primer deslizamiento de basura, de tres que han padecido los vecinos de relleno (el otro fue en el 2015 y el tercero fue hace no más de dos semanas), duraron alrededor de ocho meses y el concejal Álvaro Acevedo, que no era un niño cuando ocurrió, sí lo recuerda con nitidez. Él vivía, como ahora, en el tercer anillo a menos de 15 hectáreas del relleno sanitario, en la parte alta de Rafael Uribe Uribe.
Ese deslizamiento, añadió el Concejal, produjo olores fétidos y nauseabundos. Contaminó todo el ambiente e hizo que proliferara la presencia de roedores. A su vez, se incrementaron los zancudos, las moscas y hubo muchos brotes dermatológicos, gripes, enfermedades gastrointestinales, sin contar que varios miembros de su familia desarrollaron enfermedades respiratorias crónicas.
Adicionalmente, este deslizamiento produjo el taponamiento del río Tunjuelito y la Administración tuvo que usar unos socavones para desviar esas aguas que, como estaban contaminadas, produjeron el incremento de plagas. Así lo recuerda Acevedo, quien dijo que en algunos predios aledaños alcanzó a llegar la basura.
“Sufrimos los que estábamos a menos de 15 hectáreas, imagínate las familias que están pegadas al relleno sanitario. Imagínate los barrios colindantes como los de Ciudad Bolívar por el costado occidental del relleno, y los barrios de Usme por el costado oriental. Esos barrios aledaños como Santa Librada están súper afectados y frente al último deslizamiento aún hay afectaciones a pesar que pusieron unos bultos de cal para mitigar el olor”, precisó el funcionario.
¿El problema?
El geólogo Juan Manuel Moreno Murillo, profesor de la Universidad Nacional y quien trabaja el área de la geomorfología de la dinámica fluvial, asociada con los cambios en el terreno por procesos naturales y alotrópicos, le explicó a EL NUEVO SIGLO el porqué de los deslizamientos.
El terreno geológico del sitio en el que se encuentra el relleno sanitario Doña Juana, en la cuenca de la quebrada Mochuelo, es estable. Contrario a lo que muchos piensan, lo que se ha deslizado son las acumulaciones históricas de basura, unas encima de otras. ¿Qué está haciéndose mal en el procedimiento?
“La disposición de los residuos se ha hecho sobre una superficie inclinada. La norma internacional dice que cuando se hace un relleno, este debe ser un espacio para rellenar. Doña Juana no es un relleno propiamente dicho. La norma dice que en los rellenos se deben colocar los desechos previamente clasificados y seleccionados, luego se deben colocar capas entre los desechos de superficies arcillosas. Una capa de basura, una capa de arcilla y así sucesivamente. Y el relleno Doña Juana históricamente no se ha desarrollado así”, precisó el geólogo a este Diario, quien a su vez señaló que este lugar debe cerrarse.
Aunque técnica, la explicación es bastante sencilla: entre las capas de basura deben ponerse capas de material arcilloso que absorban y contengan. Por el contrario, en este relleno se “ha colocado solamente basura y se han puesto coberturas que, en las últimas modificaciones del bloque 11, son tipo polímeros con superficies deslizantes”, continuó aclarando.
A esto, se suma el hecho que en Doña Juana hay una pendiente y los fluidos que salen de la basura (adicionales a la lluvia natural) generan superficies de basura inestables. Moreno aclaró que frente a los fluidos se necesita crear un sistema de drenaje dentro de la basura que capture muy bien todos esos líquidos que se desprenden de la misma y llevarlos a plantas para tratamientos posteriores.