El problema con el otro sexo sería el factor decisivo por el cual los pacíficos indígenas antillanos terminaron combatiendo a sus huéspedes
Por la deplorable falencia de la enseñanza, investigación y cultivo de la historia entre nosotros, aparece Bolívar entre los grandes hombres de la humanidad, hijo del Imperio español en sus estertores americanos, sin que siquiera se mencione el hecho, como si el gran hombre hubiese irrumpido de la nada. Lo cierto es que Bolívar es el coloso que ha parido España y América, y como tal debe recordarlo la posteridad.
¿Cómo era esa España, que fue potencia unipolar con Carlos V? Los estudiosos y curiosos que se acercan por primera vez a conocer la obra civilizadora de España en América se sorprenden al encontrarse con la leyenda negra que se ha tejido a lo largo de los siglos en su contra. Leyenda que no pasa de ser una colección de infundios y exageraciones para desmeritar la asombrosa misión que cumplieron en esos tiempos heroicos exploradores, misioneros, aventureros, guerreros, conquistadores, colonos y funcionarios peninsulares y criollos.
Es cierto que se presentan algunos incidentes armados durante la penetración española en América, más por motivos de superstición que por otra cosa, ya que los indígenas en diversas ocasiones se rindieron sin combatir. Y se convirtió al poco tiempo el encuentro en una empresa admirable de convivencia entre dos pueblos.
Se olvida que la segunda parte de la expansión española en América se efectúa por cuenta de criollos, hijos de los conquistadores que prosiguen la asombrosa obra civilizadora, con ayuda de los indígenas amigos o las malinches. El mismo Simón Bolívar descendía de antiguos hombres de armas que participan en la fundación de poblaciones, en la explotación minera y de grandes haciendas en Venezuela. Se marca así una diferencia con los colonos ingleses, franceses y holandeses, puesto que estos exterminan sistemáticamente a gran parte de la población aborigen, en tanto la reina Isabel la Católica y el Rey Fernando velan por conseguir que se establezca la paz y el orden en los territorios conquistados, a semejanza de lo que había ocurrido en España durante su reinado, cuando la liberaron de la dominación musulmana de 800 años. El modelo de Estado en Hispanoamérica deriva en buena parte del que se instaura en los territorios liberados de la Península.
Encuentro casual
La verdad es que el encuentro de dos culturas, como el que se da en lo que se denomina entonces como Las Indias, por ser el lugar a donde se dirigía el Almirante Cristóbal Colón al seguir una nueva supuesta ruta marítima de la que tenía el secreto y abrir así un lucrativo comercio con España, fue casual.
Como lo relatan las crónicas de la época, Colón se perdió en la inmensidad del mar y estuvo a punto de ser linchado por los marineros, a los que logró contener de momento al decirles que estaban por recibir un castigo del cielo y que este pronto enviaría una señal. Él sabía que en cuestión de horas estaba por ocurrir un eclipse, y al darse el fenómeno natural sobrecogió de temor a los marinos, que se someten a su voluntad, confiada su suerte al rumbo que tomaría Colón. Lo que se da en cuanto aparecen en el firmamento unas gaviotas y el Almirante decide seguirlas, esperanzado en que en algún lugar al que estas se dirigían encontraría tierra. Por eso conduce las naves al mar de las Antillas. Una tierra maravillosa con acogedoras islas de eterna primavera, que algunos marineros creyeron que podría ser el paraíso mencionado en la Biblia, puesto que se encuentran con indígenas relativamente pacíficos, un tanto perplejos, cautelosos, mujeres generosas y abundancia de alimentos. Como los jefes tribales tenían varias mujeres, solían prestar alguna al invitado, que éste debía devolver cuando su ‘dueño’ lo dispusiera. Pero los españoles, posesivos a la manera occidental, se amañaban con las muchachas, por lo que en algunos casos rehusaban devolverlas.
Para sutiles investigadores y antropólogos el problema con el otro sexo sería el factor decisivo por el cual los pacíficos indígenas antillanos terminaron combatiendo a sus huéspedes, a los que al comienzo toman por dioses, para descubrir luego que, a su juicio, eran débiles mortales que dependían de la mujer.
Otro de los grandes obstáculos que encontraron los europeos en las Antillas es que así como los nativos aceptaban convertirse al cristianismo y seguir sus ritos, los castellanos no consiguen convertirlos al trabajo diario y sistemático, puesto que eso no estaba en sus costumbres ancestrales. De momento les sobraban las frutas, los comestibles, el pescado y no tenían problemas de sobrepoblación, ni valoraban, inicialmente, el oro a la manera occidental, por lo que el pago que recibían por sus esfuerzos no los estimulaba. Son formas diversas y contrapuestas de ver la vida. No eran perezosos, sino que el dorado metal no compensaba sus esfuerzos.
La religión
A su vez, los Reyes Católicos expulsan en 1492 a los judíos, en el mismo año del descubrimiento del Nuevo Mundo, en tanto se les permite a los que se conviertan al catolicismo quedarse en el país. Al abjurar de sus creencias religiosas, muchas familias de conversos siguen practicando sus ritos en la clandestinidad de sus hogares. Frente al problema indígena, los Reyes dictan leyes humanitarias para protegerlos. La Reina Isabel dispone que no deben trabajar más de ocho horas, una ventaja que en Occidente tarda siglos en generalizarse.
Contribuye a entender la mentalidad de la monarquía española desde el tiempo de los Austria, como el regionalismo y la lucha institucional por sus fueros, tan diferente a otras naciones europeas, hechos como el que le ocurre a Carlos V, quien retorna de Alemania como emperador y encarga a un comisionado a las Cortes de Valladolid, para que asista a la ceremonia de investidura en la que se le tomaba juramento, como un simple formalismo. Las Cortes rechazan al enviado especial y le mandan decir al Rey que debe presentarse personalmente y reconocer los fueros del país o ellos no le reconocerían a él.
Los historiadores recuerdan que en las Cortes le manifestaron que no debía olvidar que en España “el Rey no es más que un servidor retribuido de la nación”. Y estamos rememorando al Emperador más poderoso de su tiempo, que sacudió el polvo del Vaticano cuando sus milicias perseguían y arrastraban a sacerdotes, obispos, cardenales y monjas por las calles y sus palacios y conventos, durante el saqueo de Roma el mes de mayo de 1527. La Guardia Suiza ofrenda su vida para impedir que sacrifiquen al pontífice Clemente VII a las puertas del Castillo de Sant'Angelo, por estar en liga en política con los franceses y contra España.