Más de 25.000 personas se desplazaron masivamente el año pasado, cuando también cerca de 27.600 permanecieron confinadas, expuso ayer el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), acudiendo en ambos casos a cifras oficiales.
En un informe publicado este miércoles bajo el título “Vivir sin miedo, una deuda pendiente para Colombia”, el CICR señaló que “el incremento en el número de víctimas de artefactos explosivos y minas antipersona, la continuidad del desplazamiento forzado y el confinamiento de comunidades, la persistencia de la desaparición de personas, las agresiones contra la misión médica y las violaciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH) marcan un crítico panorama en varias regiones del país”.
Así, el CICR dio cuenta que en 2019 registró 352 víctimas de artefactos explosivos y minas antipersona, entre las que se encuentran 159 civiles. Los accidentes se presentaron en 13 departamentos del país, entre ellos, los que presentaron mayor aumento de víctimas fueron Norte de Santander, Arauca y Antioquia. En estos tres departamentos se registraron el 57% de las víctimas.
"Nuestros equipos documentaron el año pasado 987 violaciones al DIH y otras normas humanitarias. La mayoría fueron graves hechos como amenazas, homicidios, actos de violencia sexual y reclutamiento de menores. La población civil sigue sufriendo las peores consecuencias del conflicto y la violencia armada, además, hay que tener en cuenta que, en muchas ocasiones, las víctimas guardan silencio sobre esta situación por temor a represalias. “Vivir sin miedo es una deuda pendiente para Colombia", afirmó Christoph Harnisch, jefe de la Delegación del CICR en Colombia, durante la presentación del balance anual.
Harnisch sostuvo que para el CICR resulta preocupante que los actores armados continúen irrespetando las reglas mínimas de la guerra. El año pasado la organización documentó 93 nuevos casos de desaparición. Aunque las cifras reflejan en parte el complejo panorama que se vive el país, existen otros indicadores como las condiciones de salud mental, la desesperanza y el miedo, que no se alcanzan a dimensionar. "El panorama que vemos hoy es más complejo que el del año pasado. Los grupos armados están más fragmentados y el conflicto tiene nuevas dinámicas que se expresan de manera distinta en cada territorio. Esta realidad dificulta el diálogo que tenemos con todos los actores armados para promover el respeto de las normas humanitarias y hace más difícil la protección de la población civil", indicó.