Bolívar y la divagación histórica | El Nuevo Siglo
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Domingo, 8 de Septiembre de 2019
Alberto Abello

Miranda tenía grandes proyectos para Colombia y esas ideas las asimila Bolívar ya que coinciden con las que venía barruntando con su precoz lucidez política.

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EN estos días de conmemoración del Bicentenario de Colombia abundan los que escriben a la ligera sobre esos episodios cruciales de nuestro devenir y, en algunos casos, les da por divagar sobre el tema sin atender a la veracidad y rigor de los hechos de la historia, lo que conduce al desconcierto del público y la desinformación. Cuando lo que importa al historiador es el rigor de los hechos, sobre los cuales puede hacer las interpretaciones que considere pertinentes al traerlos a nuestro tiempo y de improviso mirarlos con un nuevo enfoque. Siempre bajo el prisma de la verdad. No existe otro método para desentrañar la historia y divulgarla, a sabiendas que no pocos de los que hoy improvisan sobre el tema, repiten los errores del pasado, donde prevalece la superficialidad sobre la vida y hazañas de Simón Bolívar.

Unos abominan del gran hombre y otros los exaltan de manera grotesca, cuando la verdad histórica está por encima de esos extremos, puesto que la vida de Bolívar, siendo la de un insigne luchador y campeón de la libertad americana, que sacrifica todo por liberar Hispanoamérica, se desarrolla como la de un simple mortal, sin que el día de su nacimiento se dieran hechos sobrenaturales de destacar. Su niñez, trascurre como la de un chiquillo travieso y rebelde, lo mismo que su juventud, sin que diera muestras de una genialidad especial, sino más bien de chispa irreverente, rapidez mental, terquedad y rebeldía, propia de los años mozos y una educación doméstica con profesores particulares, que de pronto lo influyeron menos de lo que se aduce. Siendo en España y Europa donde se produce un despertar intelectual que lo lleva a compenetrarse y analizar con avidez el mundo que lo rodea, leer con pasión libros de historia, filosofía, política, economía, literatura y poesía.

Es por ello que al tratarse de Bolívar, cuando se refieren hoy sus hechos, sacados al azar y el capricho de los historiadores, con desconocimiento de la genealogía de los mismos que marcan su destino y presentarlos a un público que los desconoce, sea para exaltarlo o vituperarlo, se tiende a sembrar la confusión. Más cuando algunos pretenden de manera interesada y audaz, minimizar su política y estrategia militar, sembrando por la interpretación ingenua o rebuscada, la duda entre el público. Y lo peor es la crónica mal aprendida de los que recibieron confusas enseñanzas de la historia y no han conseguido superar en el curso de sus vidas las malas enseñanzas escolares. Lo mismo que los que reducen su gesta al paso de la cordillera para caer por sorpresa sobre las fuerzas realistas, cuando detrás de todo ello está la terrible guerra que libra en Venezuela, sus expediciones a Haití, sus terribles derrotas en su propia tierra y en la Nueva Granada, junto con la lucha política incansable para educar a sus contemporáneos en su pensamiento y prepararlos para dirigir su destino.

De esta forma, mientras convertía su ejército en una Universidad donde prevalecía la movilidad social según los méritos, vendía a los parroquianos de la Patria Boba, la idea grandiosa de participar en la libertad de Hispanoamérica y forjar la Gran Colombia, concepción que se estrellaba con la mentalidad lugareña y aislacionista de la mayoría, que escasamente se interesaban por la burocracia y el tesoro local.

Por lo mismo, reducir su acción a la gesta militar es un exabrupto. Puesto que si bien es cierto que es el ideólogo y el ejecutor militar de la independencia americana, que, junto con sus tesis constitucionales, le debe mucho al Precursor Francisco de Miranda (se evidencia con la continuidad en el pensamiento de esos dos próceres americanos) a pesar del desencuentro que determinó el rompimiento brutal y la entrega por parte de Bolívar a Miranda de Monteverde, terrible episodio que analiza en profundidad Mauro Torres.

Con Miranda

El Libertador tiene un pensamiento político y constitucional objetivo y profundo, que busca atender nuestra realidad geopolítica sin imaginar republicas aéreas. No atender este aspecto de su ideario impide conocer mejor su catadura espiritual. Miranda le trasmite a Bolívar su visión de los Estados Unidos, país por el que había luchado por su independencia y que conocía a fondo, junto con su amistad por los padres fundadores, como Jefferson y Madison, pero que recelaba de su futuro prodigioso como nación por el excesivo culto al dorado metal y ambiciones territoriales que avizoraba.

Miranda tenía grandes proyectos para Colombia, que en su mente abarcaban el Continente, a la manera territorial del antiguo Imperio Inca, en su caso bajo el influjo de las instituciones europeas y constitucionales que profesaba, donde imperaría un gobierno republicano y monárquico, dado que hasta entonces en esta parte del mundo se desconocía el gobierno democrático, fuera de los cabildos a la usanza tradicional española. Ya a finales del siglo XVIII aventuraba Miranda el fin del Imperio Español en América por agotamiento del modelo autárquico económico y el contraste del desarrollo del Reino Unido y de Estadios Unidos, que, como se sabe, al caer Napoleón en Waterloo les deja las manos libres a esas potencias para disputarse el predominio mundial. Esas ideas las asimila Bolívar y coinciden con las propias que venía barruntando con su precoz lucidez política.

Miranda, lo mismo que Bolívar, estaba por el voto selectivo de los propietarios y de los que sabían leer y escribir para forzar al resto a elevarse social y culturalmente en el ejercicio de la democracia, que entendían como un deber ciudadano. Las asambleas provinciales debían elegir los senadores, que debían actuar por cinco años y hacer las leyes que regirían la federación americana. Los dos Incas serían los encargados de regir la Federación Americana, los cuales elegirían a dos ciudadanos a la manera de los cónsules europeos, a cargo del ejecutivo. Como en la Edad Media, mientras uno de los cónsules gobernaba, el otro recorría sus dominios imponiendo el orden y haciendo justicia. Los incas nombraban dos cuestores o administradores del tesoro y dos ediles o jefes de obras públicas, especie de ministros, encargados de las obras públicas y la educación.

Miranda declaraba la religión católica como nacional y estaba por la elección popular de los jueces, punto en el cual Bolívar se aparta. Lo anterior deja ver las diferencias de concepción con Bolívar, como la coincidencia de criterio. En lo religioso, Bolívar se abstiene de imponer algún credo en la Constitución de Bolivia, aunque profesaba notable respeto por la religión católica.

Con la experiencia política que curte el carácter del Liberador, al final, en los dominios que libera bajo un gobierno fortalecido se aparta de promover el Inca, que se manifiesta por el Rey Fernando VII en el Perú, es partidario de un Senado hereditario, un presidente vitalicio y de conformar la Gran Colombia, incluso de la unión con México y la integración con el resto de Hispanoamérica.