Al igual que en las grandes ciudades del mundo, el crecimiento de la población de Bogotá se desacelera paulatinamente hasta llegar a estabilizarse probablemente dentro de 20 años. Este fenómeno, un tanto desapercibido por las autoridades locales, es explicado porque el saldo migratorio ha llegado a cero y, el crecimiento vegetativo tiende a ser también cero.
La aparición de las tecnologías de la información y la comunicación han hecho accesible la salud, la educación y el empleo casi desde cualquier punto geográfico y ha logrado desdibujar el tradicional atractivo de vivir en los grandes centros poblacionales. De otra parte, la congestión del tránsito, la baja calidad del medio ambiente, la inseguridad y el alto costo de la vivienda, se han convertido en impulsores de la emigración.
El reciente censo de población ha comprobado que la capital colombiana ha ingresado ya al grupo de las más grandes ciudades del mundo, cuya población dejará de crecer. El llamado saldo migratorio o diferencia entre el total de personas que se trasladan a vivir en Bogotá y el de quienes deciden salirse de esta ciudad, ya es nulo.
Migración
“Esto significa el punto final de la gran corriente migratoria registrada desde mediados del siglo XX, que había sido responsable del vertiginoso crecimiento de Bogotá. Ahora, por el contrario, algunos pobladores de la capital prefieren emigrar para tener una vivienda más amplia o menos costosa; otros, un clima más saludable y, no pocos de los jóvenes, una oportunidad de empleo estable y mejor remunerado en localidades donde el mercado laboral es menos competido”, señala Carlos Roberto Pombo Urdaneta, presidente de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, entidad que adelantó el estudio con base en los resultados de los últimos censos poblacionales.
Para el experto, lo anterior quedó claro con los resultados del censo de población 2018, al mostrar crecimientos inusitados de algunas ciudades. “En gran parte -agrega- explicados por la desviación de flujos migratorios antes dirigidos a Bogotá y por haberse convertido en destinos de los emigrantes capitalinos. Es el caso de poblaciones no tan próximas a Bogotá como Fusagasugá, Villavicencio, Ibagué o Armenia y de poblaciones vecinas como Mosquera, Madrid, Cajicá, El Rosal, Cota y Funza”.
“Desde el censo de 2005 se había confirmado que Bogotá había entrado en la segunda transición demográfica. El número de nacimientos por cada mujer ya estaba descendiendo muy apreciablemente hasta el punto de acercarse a la llamada tasa de reemplazo, donde si solo hay dos hijos, ellos apenas llegarán a reemplazar a sus padres en el inventario total de habitantes en el futuro”, añade Ernesto Rojas Morales, vicepresidente de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá y exdirector del DANE.
Estancamiento
Combinados estos dos fenómenos -saldo migratorio cero y crecimiento vegetativo al límite de la tasa de reemplazo-, el resultado es el estancamiento del crecimiento poblacional antes de 2040; así, la población máxima sería de 8.494.714 para 2039, año en el cual empezaría a decrecer a razón de 3,739 personas por año o más.
Dichas proyecciones fueron realizadas por la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá aplicando el modelo Dapps del Censers Bureau de Estados Unidos con uso de las estadísticas vitales DANE y una estimación del saldo migratorio.
“Este es un hecho muy esperanzador para los capitalinos. En consecuencia, la ciudad en lugar de tener que destinar enormes recursos para satisfacer las necesidades de una población que no existirá, los podrá destinar a mejorar la calidad de vida de los reales residentes en el Distrito”, señala Pombo Urdaneta.
Rojas Morales, por su parte, advierte que los datos crudos del censo 2018 revelados oficialmente por el DANE arrojan una población de 7.2 millones de habitantes para Bogotá, “cifra que difiere notoriamente de la adoptada para diseñar el Plan de Ordenamiento Territorial –POT- que se encuentra en estudio de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca – CAR. Más grave aún, es constatar que el POT está diseñando una ciudad futura, la del año 2031, de nueve millones y medio habitantes que, según los estudios comentados, nunca existirá”.
Cifras en manos, los expertos arguyen que los cambios socioculturales han generado nuevas formas de ocupación del territorio. Y consideran que estos hallazgos deben plantear serios interrogantes a quienes tienen la responsabilidad de adoptar el nuevo POT 2019 – 2031. Se preguntan, por ejemplo, si se justifica sacrificar más suelo sabanero, la tierra más fértil del país, en espera de una población que no va a llegar o si en lugar de destinar inmensos capitales en nuevas urbanizaciones no sería más propio hacerlo en mejorar las muchas precarias existentes en cerros y humedales. “La aprobación de un nuevo POT es un hecho crucial para el futuro de Bogotá, debemos preguntarnos si en lugar de dedicarle inmensos capitales a la expansión urbana, deberían destinarse a la renovación, la densificación de barrios y a la generación de espacio público”, concluye Carlos Roberto Pombo, presidente de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.