El 20 de marzo, a las cero horas, comenzó a regir el “Simulacro por la vida” en Bogotá. Cuatro días en los cuales la ciudadanía se prepararía para vivir una cuarentena rigurosa, en caso de que más adelante tocara decretar una medida de esta naturaleza.
Ayer se cumplieron cuatro meses desde aquel entonces y -en estos últimos 130 días- Bogotá, el epicentro político, económico y financiero del país, se convirtió en una ciudad a media marcha que poco a poco ha ido buscando nuevas formas de reapertura, pero que hoy se encuentra bajo fuego por los siguientes tres flancos:
La ocupación de las unidades de cuidados intensivos (UCI); la alerta roja de todo el sistema hospitalario y la necesidad apremiante de millones de ciudadanos para retomar sus actividades en pleno del pico pandémico -al que todavía le quedan cinco semanas de tránsito-. Sí, estas son tres variables de las que dependerá la toma de decisiones frente al manejo sanitario durante el tiempo que aún debe transitar la Capital del país.
El 20 de marzo, cuando la ciudad realmente experimentó un silencio absoluto en sus calles, ya se registraban 12 contagiados y ningún fallecimiento. Hoy, el contador va en 63.265 casos confirmados y 1.555 muertos.
La ciudad vio el cierre progresivo del aeropuerto Eldorado, de las terminales de transporte y, posteriormente, vivió la imposición de medidas para controlar la afluencia de público en las calles, comenzando por el Pico y Género, seguido por el Pico y Cédula.
Hace cuatro meses exactamente, la Arquidiócesis suspendió el servicio público para las celebraciones de la eucaristía los domingos, a la vez que estableció que los matrimonios en Bogotá se harían a puerta cerrada; además, hasta nueva orden, se restringiría el ingreso a los cementerios distritales para eventos de culto o rituales. Todas las medidas siguen igual.
Los colegios, jardines infantiles, bares, discotecas y restaurantes ya habían cerrado sus puertas hacía una semana; a su vez, hasta finales del mes entrante se llevará a cabo un piloto para restaurantes y bares al aire libre.
En Bogotá se consolidó, por primera vez en su historia, un sistema de transferencias solidarias que a la fecha ha realizado depósitos monetarios a 558.648 hogares -esto descontando la Donatón que, en un solo día recaudó $51.696 millones-.
El Transmilenio, que no ha cerrado sus puertas al público un solo día, que estuvo a punto de rebosar su ocupación máxima del 35%, ha logrado mantenerse en los mínimos requeridos para no propagar el virus, mientras la ciudad aumentó su sistema de ciclovías, que hoy suma los 550 kilómetros.
No obstante, el hurto de bicicletas, una de las mejores alternativas de movilidad en época de pandemia -y de pospandemia- está disparada y del 1 de enero al 30 de junio en la ciudad se registraron 4.712 hurtos, 798 más que el mismo semestre del año pasado.
Por esta crisis, la Administración Distrital tuvo que repensar el esquema de seguridad de la ciudad y modificar el Plan de Desarrollo 2020-2024, hoja de ruta para el cuatrienio que quedó aprobada en junio. Se han realizado 2.196 jornadas de desinfección y ha recibido 20% menos de residuos en Doña Juana.
Corferias y la compra de ventiladores
Durante estos cuatro meses, la Administración Distrital instaló el Centro Hospitalario Transitorio de Corferias que, si bien, en los últimos días ha recibido críticas pues su atención al público ha sido mínima -comparativamente con la inversión que representó- puesto que no suma los 100 pacientes dados de alta, la Alcaldesa dijo durante la semana pasada que es ahora, más que nunca, que su efectividad se pondrá a prueba.
“Corferias es un backup, es un seguro. Es para usar en caso de que los hospitales ya no den abasto. Corferias se ha usado en el timing correcto que necesita el sistema de salud. Un Corferias lleno desde marzo era síntoma que desde ese mes nos había colapsado el sistema hospitalario con ocupación excesiva y va a ir subiendo más”, precisó la Mandataria Distrital, quien añadió que es imposible dar un número de cuántas personas se atenderán durante el pico de la pandemia en este Centro Hospitalario Transitorio.
Ahora bien, la adquisición de ventiladores para robustecer la capacidad de UCI, así como la forma en la que se debería llevar a cabo la reapertura gradual de la economía han sido los dos temas que más roces han generado entre el Gobierno nacional y el Distrital.
No obstante, pese a una serie de discusiones y trinos desafortunados, según cifras de Saludata las cuales revelan que hace cuatro meses Bogotá contaba con 935 UCI -484 para otras patologías y 451 para pacientes Covid- hoy cuenta con 1.686 unidades -344 para otras patologías y 1.342 para pacientes confirmados-.
Sin acercarse a la meta trazada por la Alcaldía de llegar a las 4.000 camas, el Gobierno nacional ya ha desembolsado tres entregas de ventiladores y la Alcaldía compró 140 equipos, de acuerdo con el secretario de Salud, Alejandro Gómez -aunque algunos concejales sostienen que solo han sido comprados 89-.
Kennedy, una cuarentena efectiva
Durante 15 días, los cuales comenzaron a contarse desde el primero de junio, la localidad de Kennedy se convirtió -por efectos del cerco epidemiológico para contener el foco de contagio- en una isla al interior de Bogotá.
Con una enorme responsabilidad impuesta por el Gobierno Distrital, el sacrificio valió la pena para más de un millón de habitantes, pues este acordonamiento riguroso disminuyó el número y la velocidad del contagio en toda la ciudad. Aun hoy, cuando Kennedy sigue siendo la localidad con el mayor número de contagios -al cierre de esta edición tenía 9.527 casos-, sí pasó de representar el 30% de los contagios de Bogotá, a tan solo el 15%.