Se lidiaron 7 toros (Castella, quien ya tenía la gloria en el bolsillo, quería más), se cortaron 7 orejas y un astado fue indultado. A hombros el empresario, el ganadero y la terna. Emotiva despedida de Wilson Chaparro ‘El Piña’, famoso banderillero a quien César Rincón le cortó la coleta.
La del 1 de marzo era una corrida de expectación. Y había entusiasmo, pero algo de zozobra por ese viejo adagio taurino que reza: “Corrida de expectación, corrida de decepción”. Sin embargo, la de este domingo fue una tarde histórica. Para bien.
El ambiente en los alrededores de la Santamaría previo al festejo hacía evocar tiempos de antaño cuando ir a toros era una actividad que no revestía ningún reproche para los aficionados. No hubo despliegue policial en exceso y en el entorno se respiraba tauromaquia, tanto en las tiendas como en los cafés aledaños.
Al llegar al ruedo, este se encontraba convertido en una obra de arte: el pintor Domingo Zapata lo había llenado de color y de mensajes fuertes, como su trazo, el cual contagió de alegría al respetable cuando con una banderilla escribió en la arena “Te amo”, acompañado de un corazón.
El sol se asomó y con él, Sebastián Castella llenó de torería a la Santamaría. Un melocotón que estaba de sobrero saltó al redondel (el primero sufrió una lesión antes del tercio de banderillas). Y el galo llegó a comerse el mundo: arte con el capote, temple con la muleta. Los tendidos se calentaron y se volcaron con el diestro.
La primera faena era la premonición de una gesta. Culminó la misma con una estocada fulminante; la gente se paró ondeando pañuelos blancos y el usía concedió las dos orejas. Con esto, ya el francés se había garantizado, nomás al empezar la tarde, salir a hombros. Pero su hambre de gloria no tiene límites.
Lidió en cuarto lugar a ‘Corta Pelo’, un toro negro que, cuando sonaba la música en una faena de cuajo por parte de Castella, se resintió de una mano y no quedó de otra que abreviar. Por eso, y viendo el cariño de los espectadores, el francés regaló el sobrero.
Séptimo toro: para concluir un festejo que ya tenía a todos como triunfadores, el de Béziers se metió entre los pitones de ‘Adivino’ y levantó al público al verlo jugarse la vida, dirían algunos, sin necesidad (ya tenía todo ganado). De no ser por los aceros, otro trofeo hubiese paseado.
A Bogotá volvía “el rey”, Andrés Roca. Y lo hacía tras una ausencia por, según indicó, haber tenido problemas gastrointestinales que se complicaron. Una para de algunas semanas. Llegó a una plaza que lo idolatra, de donde siempre ha salido en hombros. Y esta vez fue igual.
En su primero, segundo de la tarde, de nombre ‘Zorro’, Roca Rey se fue con toda. Estaba ya “picado”, como se dice entre taurinos, al ver que su compañero de terna ya había alcanzado el triunfo. Con la capa, ya los “fans” deliraron. Al tomar la muleta y pegar pases profundos, con mano baja, lentos, todo el presente se puso de pie. El limeño dejó un espadazo que hizo que el toro doblara pronto. Sin embargo, el puntillero no atinó, levantando al animal que debió ser descabellado. Esto no fue impedimento para que dos pañuelos blancos se asomaran por el palco presidencial.
Fue suficiente con una faena para ver al peruano, pues el cuarto fue un toro que padeció la falta de fuerza. No tuvo más que hacer Andrés que tomar los aceros y despachar a su oponente.
Cerraba el cartel un joven paisa, de origen sencillo, que no ha fallado en sus compromisos. Juan de Castilla ya había triunfado hace un par de años en Bogotá. Y justamente lo hizo ante un toro de Juan Bernardo Caicedo (más coincidencias premonitorias en esa tarde).
La cereza del pastel la puso el antioqueño. ¿Por qué? Pues, con un toreo elegante, clásico, con verdad, fue llevando de ‘Talentoso’ a ser aclamado. El colombiano no quería ser el único en salir a pie de la Santamaría y por eso entró con un ímpetu desbordante a atender su compromiso. Cuando vio el potencial de su toro, y con el fin de evitar que se fuera a diluir en la muleta, ordenó tener una pica justa. Luego, de rodillas, plantó rostro a su oponente.
Había caído la noche (eran ya pasadas las 7:00 p.m. y los festejos, usualmente, terminan a las 6:30 p.m. por tarde). Pero nadie se quería ir. Había ganas de toros. El casi lleno en los tendidos aclamaba a la empresa, al ganadero, a la terna. El ambiente ayudó a que este bravo toro recibiera la petición al unísono de indulto. El usía sacó el pañuelo amarillo y el júbilo se tomó a la Santamaría. Dos orejas que se sumaron a la primera que había cortado en el tercer lugar luego de una faena con compromiso y una estocada imponente.
Tarde histórica por el resultado, por el arte (con pintura incluida), por la afición. Tarde para el recuerdo por el retiro de un veterano banderillero, Wilson Chaparro mejor conocido como ‘El Piña’.
Es cierto que a veces toca a ir a 10 corridas para que salga una buena, pero la de este domingo saldó la cuota para unas cuantas más. En 2020 hubo toros en Bogotá.