35 años de la semana más trágica de nuestra historia | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Domingo, 15 de Noviembre de 2020
Redacción Nacional

Si ha existido un año que para infortunio de todos los colombianos será recordado por muchas generaciones como uno de los más dramáticos de nuestra historia reciente, ese ha sido justamente 1985.

Como si estuviera marcado por el destino con un signo trágico, ese calendario de hace 35 años estuvo sentenciado por una serie de acontecimientos previos que lo han puesto en el centro de la historia comentada de nuestras desgracias.

Para no ir tan lejos, cinco años atrás, Colombia apenas se estaba recuperando de  lo que significó en febrero de 1980 el secuestro durante 61 días de 17 diplomáticos luego de que un comando del M-19 se tomara la sede de la Embajada de República Dominicana en Bogotá.

Eso fue en  febrero de 1980, pero un mes antes había ocurrido la peor tragedia que han vivido las corralejas de Sincelejo. Un 20 de enero se desplomaron ocho de los 32 palcos dejando un saldo de 21 muertos y más de mil heridos, muchos de gravedad.

Al año siguiente Colombia rompió relaciones con Cuba, justamente porque la isla refugió a los comandantes del M-19 que tomaron la sede diplomática en Bogotá, y desde entonces nuestro Premio Nobel, Gabriel García Márquez, decidió refugiarse en México hasta el día de su muerte.

En 1982, Belisario Betancur llegó al poder con la esperanza de encontrar una salida al conflicto armado interno, se decretó una tregua pero ante el incumplimiento del Estado la violencia guerrillera arreció en todo el país.

Y un año después comenzarían las grandes tragedias naturales que de cuando en cuando han azotado a Colombia. En marzo de ese año Popayán sufrió el terremoto más devastador de su historia -5,5 grados en la escala de Richter- dejando un saldo de 380 personas muertas, más de 5.000 familias damnificadas y la Ciudad Blanca semidestruida.

Por si fuera poco, ya para entonces el narcotráfico había comenzado a mostrar sus garras. Fue cuando Carlos Lehder incursionó en la vida política con su Movimiento Latino Nacional, siguiendo los pasos de Pablo Escobar que un año antes lo había hecho en el Nuevo Liberalismo.

Y las autodefensas pintaban como el más perverso factor de violencia en el país con más de mil muertos solo en el Magdalena Medio en una guerra fratricida para defenderse de los secuestros y extorsiones de la guerrilla de las Farc.

1984 marcó otra página de dolor con el asesinato del entonces ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla en la noche del 30 de abril, en represalia por su lucha contra la penetración del narcotráfico en la política, el fútbol y la industria.

Para hacerle frente al flagelo, el Gobierno autorizó la extradición de colombianos a los Estados Unidos, a pesar de haber estado prohibida durante años.

Una semana para olvidar

Pero fue 1985 el año que cercó, en una sola semana, la peor tragedia que haya vivido Colombia en décadas. El país había sido protagonista activo del nacimiento de la Unión Patriótica en marzo de ese año; del asesinato en Cali, en noviembre, de Óscar William Calvo, exdirigente del Epl, y en agosto del excomandante del M-19 Iván Marino Ospina.

Pero vendría lo más duro. A las 11:20 de la mañana de aquel 6 de noviembre de 1985 un comando armado de 35 guerrilleros del M-19 se tomó a sangre y fuego el Palacio de Justicia y secuestró a más de 200 personas, entre ellas a casi todos los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, supuestamente para hacerle un “juicio revolucionario” por el fracaso del proceso de paz.

El país estuvo expectante por más de 36 horas hasta que vino la retoma de la edificación por parte del Ejército que no ahorró esfuerzos bélicos, ni en  personal, y menos en equipamiento.

De nada sirvieron las llamadas desde París del Nobel García Márquez clamando por evitar un desenlace fatal cuando los colombianos vieron en vivo cómo era devorado por las llamas el edificio insignia de nuestra vida republicana.

Los colombianos también escucharon en vivo por la radio cómo el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, pedía al presidente de la República, Belisario Betancur: “paren el fuego”, “nos van a matar a todos”.

Su voz no fue escuchada, y en la retoma murieron calcinadas más de 100 personas, todas civiles, incluidos los magistrados del máximo tribunal de justicia en el país.

Años después se supo por la Comisión de la Verdad integrada para esclarecer los hechos, que los militares desconocieron las órdenes presidenciales para ejecutar la retoma del edifico.

Y el expresidente Betancur, que nunca quiso hablar del tema, se fue a la tumba con el secreto de lo que realmente pasó en esas 36 horas de holocausto.

Pero las desgracias no pararon ahí. Apenas una semana después, el 13 de noviembre, cuando Colombia aún no se reponía de la toma del Palacio de Justicia, una tragedia aún mayor sellaría el peor año de nuestra historia contemporánea.

Ese día, la población de Armero, Tolima, amaneció tapizada de ceniza blanca emanada de grandes fumarolas del volcán Nevado del Ruiz que durante varias semanas presentó una actividad inusual.

A pesar del inminente riesgo, ninguna autoridad asumió la responsabilidad de ordenar la evacuación masiva. Esa noche, hacia las 9:40, comenzó la erupción del volcán Nevado del Ruiz que produjo una avalancha de grandes proporciones que encontró en el lecho de la quebrada Lagunilla el mejor canal para tomar fuerza y velocidad arrasando con todo cuanto encontró a su paso.

Las imágenes del día siguiente eran dantescas: Armero fue literalmente sepultada por la avalancha dejando un saldo de 25 mil muertos, aunque nadie sabrá nunca con exactitud cuántos fueron.  

Y como si fuera una crónica de nuestro Gabo, la realidad volvió a superar la ficción, pues la erupción del Ruíz dejó para la historia el escándalo por la toma del Palacio de Justicia pues antes que el debate político estaba la atención de las víctimas y, obviamente, el respaldo al presidente Betancur.

Así, la semana del 6 al 13 de noviembre de 1985 pasó a la historia como la semana para olvidar, pues aún hoy sus efectos se continúan sintiendo: el tema del Palacio de Justicia nunca ha sido cerrado, y de la tragedia de Armero se sabe que aún hay más de 500 niños que buscan a sus padres pues hay pruebas de que salieron vivos y dados en adopción de manera irregular.