Tras movilizar a más de 400.000 manifestantes en las calles, el movimiento de protesta social israelí se enfrenta ahora a la necesidad de encontrar una estrategia de cara al futuro, en espera de una respuesta del gobierno de Netanyahu.
Más de 400.000 israelíes desfilaron el sábado en la noche por el centro de Tel Aviv y en unas quince ciudades de Israel manifestándose a favor de “la justicia social” y contra el costo de la vida, un récord desde que comenzó el movimiento social a mediados de julio, según los medios.
De acuerdo a la prensa, el volumen de las manifestaciones prueba que la movilización no ha decaído, y mantiene la presión sobre el primer ministro conservador Benjamin Netanyahu.
Este último anunció anoche que la comisión a la que encargó proponer un programa de reformas presentará sus recomendaciones antes de dos semanas.
Frente a la importancia de la impugnación, Netanyahu ha prometido revisar su credo liberal para responder al descontento social, pero sin dejar de recordar que las crisis económica impone condiciones, provocando el consecuente escepticismo de los contestatarios.
“El movimiento de protesta social es un éxito. Trastocó el programa de prioridades políticas y mostró al gobierno que la opinión pública no tenía la intención de abandonar todo”, estimó el comentarista económico Néhémia Shtrasler.
Pero este destacó también que los organizadores - jóvenes profesionales y estudiantes de clase media - se encontraban en una coyuntura y obligados a elegir entre reivindicaciones radicales o reformas económicas más limitadas.
De hecho, los dirigentes del movimiento social están divididos en relación a las formas y a los objetivos de su lucha.
Después de la gigantesca movilización del sábado, los moderados consideran que habría que desmontar los campamentos de tiendas, emblema del movimiento, mientras que los más radicales proponen hacer más drástica y más ofensiva la protesta.
Por el momento es aún difícil saber si “un núcleo de nuevos líderes, con el talento y las aptitudes necesarias, saldrá de ese grupo o si una nueva fuerza política está emergiendo para pulverizar las anquilosadas coaliciones tradicionales”, comentó Aviad Pohoryles en el tabloide Maariv.
Para la mayoría de los analistas, la ola de impugnación de este verano de 2011, que se refiere tanto a los valores éticos como a la economía, imprimió ya una marca imborrable en la sociedad israelí.
“Nada de lo ocurrió este verano está perdido”, estimó el editorialista estrella Nahum Barnéa, según el cual el movimiento es la expresión de un verdadero hartazgo de una parte de la juventud y de las clases medias frente a las “sumas entregadas a la colonización” y “al enriquecimiento de los allegados al poder”, en un contexto de alza generalizada del costo de la vida.
AFP