Movidas callejeras de la vida urbana | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Abril de 2016

Por Catherine Nieto Morantes

Periodista EL NUEVO SIGLO

CRÓNICA. Son las 10:30 a. m., y el quiosco de don Luis Garzón, un vendedor ambulante de la carrera 7ª con calle 11, a una cuadra de la Plaza de Bolívar en el centro de Bogotá,  comienza a ser asediado por algunos hombres que no precisamente vienen a comprarle comestibles, sino a solicitar un turno para sentarse a jugar una partida.

 

Frente a su puesto se ubican dos mesas y en cada una reposan de a 3 tableros de ajedrez, así mismo 12 sillas de plástico sin espaldar, justamente para esos hombres que como en ese momento se detuvieron en dicho punto para programar el reloj, estimular su mente y lo más deseado, lograr cantar el jaque mate.

 

Este punto, al igual que el ubicado en la misma carrera pero con calle 19, cada vez reúne más curiosos aprovechando el espacio que brinda el septimazo, con el fin de reunirse en torno al juego ciencia, sin envidiarles nada a los escasos clubes destinados para ello.

 

Don Luis, el creador de esta iniciativa, tiene 52 años y lleva 35 jugando ajedrez, actividad que aprendió en San José del Guaviare a raíz de la violencia, pues tenía que entrarse temprano a su casa debido a los toques de queda que se imponían en la zona. “Yo me encontraba en San José del Guaviare con mi hermano  mayor y en el tiempo de la violencia por allá en el año 87 nos metíamos con él temprano para la casa sin hacer nada. A mi hermano le enseñaron a jugar ajedrez y él me enseñó a mí. Al cabo de media hora aprendí a hacer mate y le ganaba a él”, recuerda.

 

De los 8 años en que el Distrito le entregó el quiosco en este punto, la frecuencia de clientes se le creció desde hace 2, a raíz de dicha idea. “A través de la administración de Lucho Garzón nos dieron estos quiscos y después de ello vino el gobierno  Petro, el cual nombró un alcalde local, quien invitó a las personas que quisiéramos hacer parte de un programa llamadoRed de Economía de la Candelaria y a partir de ello se desarrollaron muchas actividades culturales y por eso el ajedrez está dentro de la cultura porque es  un juego ciencia y desde ahí se  hacen muchas amistades, se puede incluso hacer una red de ajedrecistas a nivel del mundo”, afirma.

 

Sobre cómo se le encendió el bombillo para instalar esta opción, Garzón lo define como una anécdota: “Es una anécdota. Yo tenía mi esposa y en este punto trabajábamos los dos, vivíamos peleando por las ventas y el dinero, y la verdad no encontraba la salida. Alguien del comercio jugaba ajedrez y en una discusión que tuve con ella, estuve por ahí triste sentado en una silla y él me dijo que si me gustaba el ajedrez y le dije que claro, entonces nos pusimos a jugar ajedrez. Yo tenía un tablero en mi casa y lo traje al otro día, lo puse en una tabla encima de una caja en dos sillitas, una del Distrito y una mía y ahí se juntaba la gente. Entonces ya mi mente empezó a trabajar. Al otro día compré 3 ajedreces y coloqué encima de una tabla y comenzó ahí el negocio del ajedrez en este punto”, cuenta.

 

Prefirió el ajedrez

Vestido con pantalón de lino, bléiser, camisa y zapato de material, don Luis administra su club ambulante al que ya bautizó como Punto de Ajedrez LG La Candelaria, actividad que lo llena por completo y que finalmente prefirió por encima de su esposa, luego de su cansancio por pelear, “por estar jugando ajedrez ella me insultaba mucho, porque ella vendía en el puesto y yo estaba pendiente de esto, y pues decidió irse y yo sigo aquí con mi negocio”.

 

“Me nace jugar ajedrez porque a través del ajedrez se pueden recuperar muchos valores, personas, se socializa y en especial uno desarrolla  la capacidad intelectual”, destaca Garzón. 

 

Don Luis heredó la venta ambulante de su padre, oficio que no dejará por más que el ajedrez crezca, pues a sus clientes mientras juegan les da sed o hambre y él como en un club privado, despacha sus comestibles y cuando le queda tiempo se sienta a jugar.

 

Según don Luis, el punto de ajedrez es para todas las personas, pero en especial estas mesas son ocupadas por abogados, joyeros, comerciantes, empleados, gente de la Corte, del Senado, representantes a la Cámara, o personas que pasan por allí  a hacer vueltas, también han jugado  infinidad de extranjeros por ser un punto tradicional de Bogotá.

 

La durabilidad del participante depende de la agilidad del jugador, entre 3 minutos por reloj o partidas de media hasta hora y media. “Mi propósito es hacer una red de ajedrecistas a nivel del mundo y cobro no por volverme millonario sino por ayudarme al negocio, les cobro $1.000 por cada una de las personas que juegan por el tiempo libre que quieran, puede alcanzarles para todo el día”.

El hombre no permite apuestas ni peleas cuando alguien pierde, y si esta situación se llegara a presentar, le retira el servicio y las piezas. Así mismo está pendiente de detectar trampas para que esto no le genere desprestigio a su puesto y por seguridad de sus clientes.

 

Sobre la influencia del ruido en la concentración, don Luis cuenta que “en mi experiencia personal el ruido molesta porque es de concentración. Aquí hay muchas personas que cantan, que bailan, ponen bafles y eso interrumpe. Ellos se adaptan pero siempre molesta”.

“En ocasiones se pierden fichas, pero es porque se caen y sin culpa las patean, entonces toca reponerlas, pero la gente es muy amable y educada, viene gente culta. En Colombia debería dictarse ajedrez en el colegio como en Cuba y Rusia, porque así los niños pueden desarrollar su capacidad intelectual”, resalta.

 

Hasta las 9:30 p. m., que dura su negocio abierto, un estimado de 30 a 100 personas son las que visitan su puesto para jugar, los días más movidos son de lunes a viernes, aunque el punto se abre de domingo a domingo. Al cierre sus mesas y sillas reposan en una feria artesanal y en una cafetería, mientras puede conseguir una carpa para que sus visitantes se cubran de la lluvia y el sol.

 

Don Luis espera que su iniciativa siga creciendo y desea ser visitado algún día por una entidad deportiva para que apoye más la expansión del ajedrez, “me gustaría tener algún acercamiento con la Liga de Ajedrez de Bogotá para ver si se puede sacar adelante este proyecto a nivel de todas las localidades, colocar ajedrez comunitario y que desde el ajedrez pueda sacarse gente que esté sin hacer nada, como los adictos a la drogadicción”, concluye.