Afeitarse la barba y dejar de usar ropa negra. Así intentan pasar desapercibidos los militantes del Estado Islámico (EI) en Mosul y sus afueras, ante la ofensiva que busca reconquistar la segunda ciudad de Iraq, donde viven cerca de 1 millón y medio habitantes.
El EI conquistó Mosul en agosto de 2014 y desde entonces decretó, además de un centenar de normas, que todos los hombres tenían que dejarse crecer la barba y las mujeres tenían que vestirse de burka, tapando todas las partes de su cuerpo, sin excepción alguna. Quienes se negaron fueron encarcelados por “inmorales”, al no seguir los mandatos que impuso la organización.
Como la barba, en el califato proclamado por Abu Bakr al-Baghdadi, en junio de 2014, existen normas que prohíben ver televisión o tener teléfonos celulares, cuenta el periódico The Guardian. Los habitantes que viven bajo su dominio sólo pueden dedicarse al Islam o atender labores relacionadas con la organización.
El califato del EI, que reúne todas las regiones que hicieron parte de los antiguos califatos (Andalus, la mitad de África, Medio Oriente, Turquía e Indostán), está presente en Libia en algunas aldeas de África, Siria, Iraq y Pakistán. Su capital, compartida entre Raqqa (Siria) y Mosul (Iraq), está a punto de caer en manos de la coalición que congrega fuerzas leales al gobierno de Iraq, milicias peshmergas -milicias kurdas- y el contingente aéreo norteamericano, británico y francés.
Mosul, el corazón del EI, es tres veces más grande que Raqqa. Fronteriza con Turquía y Siria, esta ciudad tiene los pozos petroleros más lucrativos de Iraq, surtiendo varios países de la zona. Su riqueza, sin embargo, no sólo es económica. A lo largo del Siglo XX, ha sido la casa de yazidies, armenios, cristianos, sunitas y chiitas, convirtiéndose en una zona de intercambio cultural y religioso, hasta que llegó el EI.
Tan pronto la organización tomó la ciudad, destruyó 45 iglesias y otras tantas las convirtió en mezquitas, imponiendo la Sharia –ley islámica- como modelo de vida. Al mismo tiempo, saqueó el banco central de Mosul, llevándose 500 millones de dinares iraquíes (256 millones de libras), lo que la convirtió en la organización terrorista más rica del mundo.
Punto de inflexión
La coalición que intenta retomar la ciudad, en la llamada “Batalla de Mosul”, marca un punto de inflexión para derrotar al Estado Islámico. Según Ellen Lapsion, miembro del Centro Stimson y ex funcionaria del Departamento de Estado, en World Politics Review (WPR), la organización terrorista ha perdido el 90% del territorio que controlaba y ahora se refugia en Raqqa, próxima parada de la coalición, y en pequeños poblados con grupos de no más de 15 combatientes.
Por eso, el comandante de las fuerzas terrestres de Estados Unidos en Irak, General Gary Volesky, le dijo al portal The Long War Journal, que la captura de Mosul no significa el fin del EI. “Se espera que sus combatientes se retiren al desierto y lleven a cabo ataques terroristas y traten de reestablecer la insurgencia”, espetó el general, quien contó que varios, de los entre 3.000 a 5.000 combatientes del EI, han abandonado la ciudad.
Han pasado 12 días desde que el presidente de Iraq, Haider al- Abadi, declaró que iniciaba la reconquista de la ciudad. Existe un sentimiento generalizado de que en las próximas semanas la coalición va a tomarse Mosul. Las tropas hasta el momento han reconquistado decenas de pueblos aledaños a la ciudad, a la espera de recibir señales para iniciar la ofensiva final.
Pero aún no se sabe cuándo comenzará la reconquista del hoy bastión yihadista. Volesky indicó que es “muy pronto para saber cuánto tiempo tomará la operación”. Algunos hablan de pocas semanas, otros de meses, lo cierto es que miles de civiles se encuentran en la zona y algunos de ellos están siendo usados como escudos humanos por el EI, anunció la ONU esta semana.
Con la certeza de que Mosul va ser recuperada, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Ashton Carter, se reunió con su homólogo francés, Jean-de Yves Le Drian, para analizar una nueva ofensiva: la toma de Raqqa.
Según The Washington Post, Carter dijo que están entrenando fuerzas locales para retomar esa ciudad siria, segunda capital del EI. No se sabe, de momento, cuándo iniciaría la ofensiva, pero lo cierto es que Estados Unidos seguirá fiel a su tesis de movilizar exclusivamente contingente aéreo, sin poner un solo efectivo en tierra, tal como lo ha hecho desde que comenzó la guerra en Siria en 2011.
Post Mosul, ¿nuevo Iraq?
“La batalla de Mosul” representa un reto frente una nación asediada por las guerras y las divisiones étnicas y religiosas. La reconquista de esta ciudad es una nueva oportunidad para que los países involucrados se comprometan, de verdad, a construir un país con un Estado fuerte y presente en todo el territorio.
El pronóstico, sin embargo, antes de que la coalición entre a Mosul, es que los países involucrados en la ofensiva tienen agendas paralelas alejadas del interés de Iraq. “La derrota militar de Isis en Mosul no va a terminar el conflicto, lo cambiará”, dice Ellen Laipson, explicando que si los objetivos no coinciden, este país se puede convertir en una nueva Siria, con múltiples actores involucrados en el conflicto.
Laipson plantea un escenario poco positivo. Según ella los kurdos, cuya milicia peshmerga ha sido fundamental en el avance hacia la ciudad, actúan con base en su agenda independentistas, que involucra partes de Iraq, más que por el interés de acabar con las células terroristas y construir un nuevo país.
Los turcos del mismo modo tienen un objetivo claro e independiente al de Bagdad: restaurar la vilayet – división administrativa del Imperio Otomano- como parte de sus intereses expansionistas en Iraq a través de milicias sunitas financiadas por Estambul.
Estos, y muchos otros actores, están involucrados en la ofensiva contra el Estado Islámico y por ahora actúan en coalición, pero existe temor de que cada uno desarrolle su propia agenda y use a Iraq como escampadero de sus intereses, como pasó con Siria.
La complejidad no sólo es a nivel internacional. Iraq, como la mayoría de países en Medio Oriente, tiene divisiones religiosas muy marcadas. En especial, existe un conflicto entre las mayorías chiitas que gobiernan en Bagdad y minorías sunitas, que dominan zonas como Mosul; también hay enfrentamiento entre minorías cristianas y yazidies.
Construir el “tejido social” de un país fragmentado por los conflictos religiosos resulta un reto de suma complejidad para las autoridades iraquíes. En Bagdad se teme que tras la reconquista de Mosul muchos sunitas de la ciudad tomen represalias contra los chiitas, quienes, tanto en las fuerzas del ejército iraquí como en las milicias, son la principal población involucrada en la operación.
Haider al- Abadi, presidente de Iraq, es consciente que Mosul es tan sólo una parte de la recuperación institucional en Iraq. Expertos esperan que cuando logre la salida del EI de su territorio, debe incluir en sus fuerzas militares y aparato institucional a sector sunitas.
Pero esta tarea es difícil ante la presencia, avasalladora y dominante, de Irán. El régimen de los ayatolás tienen importantes intereses en Iraq, buscando ampliar su eje de dominación en países de mayoría chiita, como este y Siria. Su intención es hacerle contrapeso a Arabia Saudita en la región, líder de los países sunitas y presunto financiador del EI.
Ante este panorama, Estados Unidos juega un rol determinante. Su cercanía con Arabia Saudita y su nueva amistad con Irán, lo convierten en el punto de encuentro entre estos dos países involucrados en la posible reconstrucción de Iraq.
Además, el gobierno de Obama, que sale de la Casa Blanca en enero de 2017, tiene que mostrar algún avance en Medio Oriente poniendo su capital político, militar y económico en Iraq, ante las críticas de sectores republicanos que han llamado “fracasada” a su política exterior.
Cae el EI, resurge Al Qaeda
La eventual derrota del Estado Islámico en Iraq y Siria no significa el fin del terrorismo yihadista. Aprovechando el debilitamiento del ejército de Abu Bakr al-Baghdadi, Al Qaeda ha mostrado “signos de recuperación”, cuenta Frida Ghitis, columnista experta en asuntos exteriores en WPR.
Como se sabe, el Estado Islámico surgió de una de las ramas de Al Qaeda en Iraq. Sus violentos métodos, que incluso generaron el rechazo de los líderes de la mayor organización terrorista, hicieron que se dividieran y se fundara el Estado Islámico de Iraq y Siria, en febrero de 2014.
A partir de entonces, EI y Al Qaeda se convirtieron en feroces rivales. Grupos leales Al Qaeda, como Jabhat Fatah al- Sham, combaten contra el EI en las calles de Alepo o Homs, diferenciándose de las fuerzas de Bakr al-Baghdadi en sus métodos.
Según The Long War Journal, Al Qaeda ha incrementado su número de ataques. En África ha ejecutado más de 100 en los últimos años, mayoritariamente en Malí, Níger, Costa de Marfil y Burkina Faso, lugar del recordado atentado en un hotel donde murieron 30 personas.
Su potencial igualmente se ha incrementado en Afganistán y Pakistán, donde murió Osama Bin Laden, con un aumento de acciones en contra de la población civil. En Afganistán se alió con los talibanes, acorralando al gobierno de turno y generando la movilización inmediata de efectivos de Estados Unidos.
El resurgimiento de Al Qaeda y la posible derrota del EI demuestra que la la guerra contra el yihadismo tiene diferentes frentes. No basta con acabar con un grupo como el EI. Ante todo se necesita construir condiciones institucionales que consoliden a los países y no permitan que el radicalismo islámico encuentre nuevos lechos por explotar. Mosul, puede ser el principio de ello.