Por Álvaro E. Sánchez H. *
Especial para EL NUEVO SIGLO
Desde hace muchos años se ha desarrollado una preocupación colectiva sobre el calentamiento global, la cual en forma obsesiva ha venido alienando a la mayor parte del género humano. El desarrollo mencionado ha generado todo tipo de movimientos para combatir este problema que, ciertamente, afecta nuestra expectativa de supervivencia en el planeta.
Esto sería fabuloso, si no fuera por las limitaciones de información colectiva que se tiene sobre el problema ambiental y por la irresponsabilidad con la que en general, y con contadas excepciones, se proponen soluciones.
El problema
El solo hecho de que se espere que en el año 2050 la tierra esté habitada por cerca de 9.500.000.000 de personas, es ya un factor de emisiones de CO2 que aumenta significativamente el actual, producido por la fuente primaria, es decir por el mismo ser humano en su proceso vital, en algo más de un 50%; sin contar con que la alimentación de esta cantidad de personas obliga a correr permanentemente la frontera agrícola, con el consabido deterioro de bosques, páramos y selvas, lo cual implica menos capturas de CO2.
De hecho, según un informe de la FAO del año 2012, el área de bosques se reduce anualmente en el planeta en catorce millones de hectáreas, lo cual significa necesariamente menos producción de oxígeno y menos captura de CO2.
Es claro que este aumento de la producción global de CO2 es incontrolable, por lo que se trata de enfocar los esfuerzos hacia una disminución de la producción industrial y a la disminución del uso de los combustibles fósiles; y es en este marco en donde se cometen errores que, paradójicamente, son celebrados y promocionados por algunas comunidades científicas como grandes adelantos en materia de protección del medio ambiente.
Los errores
Se ha desarrollado una cantidad importante de presumibles soluciones al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, el último de estos “importantes” inventos, es la combustión a partir del hidrógeno obtenido de la descomposición del agua, el cual se ha elogiado en varios foros y a través de algunos medios de prensa, como la panacea que permitirá evitar en el futuro la inmensa cantidad de emisiones que produce la quema de los combustibles fósiles; esto es rigurosa y científicamente cierto, puesto que las emisiones de efecto invernadero de este tipo de combustión son iguales a 0, pero ninguno de los inventores ni todos sus admiradores se ha pronunciado sobre el problema que trae el descomponer el agua, esto es, en oxígeno e hidrógeno, con la consecuente reducción no resarcible de este recurso. Si se tiene en cuenta que la cantidad agua es estable sobre la tierra, que la naturaleza por sí misma no produce agua, que los costos de producirla en laboratorio exceden la posibilidad de que ello suceda y, por tanto, cada vez hay menos agua útil por habitante, dado el aumento de la población, ¿a dónde vamos a parar si la descomponemos?
Algunas personas manifiestan que en estos términos los mares son infinitos y ese argumento suena muy sólido, pero sobre este tema se deberían formular dos preguntas: ¿Son realmente infinitos? Recordemos que el petróleo era considerado, no hace 100 años, como un recurso ilimitado. ¿Podemos entonces disponer del mar, sin afectar nuestra supervivencia? Aparentemente y según los estudios actuales, la única manera de contrarrestar los movimientos de la frontera agrícola es producir alimentos en el mar y, contradictoriamente nosotros queremos usarlo para movernos en vehículos sobre la tierra.
Así las cosas, se hace indispensable plantear el dilema de si es ético usar el agua como elemento productor de hidrógeno y plantearnos el problema desde la complejidad ambiental; quizá así podamos encontrar el camino y no condenar a nuestros descendientes a escoger entre morir de sed o morir de calor; este es el verdadero reto.
Posibles soluciones
No se trata entonces de sentarnos a esperar que los efectos sean irreversibles. Por el contrario, es indispensable buscar soluciones alternativas al problema y procurar que éstas enfoquen el planeta como un gran mundo complejo y no como partes separadas que actúen independientemente y que no analicen las posibles consecuencias de soluciones que no se estudian cuidadosamente.
Una de las principales soluciones, es sin duda alguna el control estricto a la deforestación del planeta y el mantenimiento de las fronteras agrícolas, evitando su aumento; para ello se deberían fortalecer los incentivos forestales y los programas de compensación de emisiones a través de diversos mecanismos que hagan amable su implementación y atractivo, en términos de inversión para los poseedores, el mantener los bosques, ya que hoy por hoy las trabas burocráticas de éstos procesos hacen mucho más atractivo el desplazamiento de la frontera agrícola.
Otra indiscutible solución es la creación de normas que obliguen a las empresas a tener sus compensaciones de emisiones en el país, no solo por las emisiones generadas en la producción sino también por las emisiones que genere a futuro el bien producido; si es claro que lo ideal es no tener emisiones, es también claro que en el evento de tenerlas lo mejor es compensarlas y compensar no es mitigar, es mas bien evitar que ocurran los efectos nocivos de una acción. Si ésta acción fuera tomada como norma se generaría, no solo un importante bienestar ambiental, sino una gran cantidad de empleo en mano de obra no calificada, empleo que tanta falta le está haciendo al país.
Se debería también tener en cuenta la necesidad de desarrollar más y mejores tecnologías para el desarrollo de diferentes actividades humanas. Ello solo se logrará con un impulso decidido a la investigación en temas energéticos y de combustibles alternativos; aunque el Gobierno nacional ha hecho recurrentes anuncios sobre la puesta en marcha de incentivos a éstas investigaciones, ellos aún no se han materializado en la forma en que debiera haberse hecho.
Por ahora deberemos hacer algo o definitivamente decidir si es mejor morir quemados o morir de sed.
* Director Maestría en "Gestión y evaluación ambiental"- Escuela de Ingenierías, Universidad Sergio Arboleda