Crónica de Mabel Kremer
El senador Carlos Fernando Motoa, a sus 36 años, es uno de los pocos jóvenes solteros que quedan en el Congreso de la República.
Aunque se declara un eterno enamorado de las mujeres, su verdadero amor es la política. Un amor que empezó desde muy pequeño, cuando su padre Miguel Motoa, otro enamoradizo del arte de servir, le sembró en el corazón algo que ya traía en la sangre. “Desde los 7 años me atraía el tema político. Acompañaba a mi papá a las reuniones de barrios en Palmira y para mí era una fascinación escucharlo en sus intervenciones”, asegura el Senador, quien claramente desde esa edad ya tenía elegido el camino a seguir.
Su juego favorito de niño era precisamente jugar al político. “Me aprendía apartes y frases de los discursos de mi papá y lo imitaba. Me convertía en el show de las fiestas familiares, porque era muy curioso ver a un niño tan pequeño diciendo discursos políticos”, cuenta.
Mientras su padre aplaudía esos pinitos en la carrera que él mismo ha hecho durante 30 años, su otro gran amor su mamá soñaba algo diferente para él. “Mi mamá nunca quiso que fuera político. Ella más que nadie sabe lo difícil que se torna la vida familiar. Siempre me decía que la política nos obliga a estar más pendientes de los demás que de la casa”.
Pero en este caso, la vocación de servicio y las ganas pudieron más que los consejos de su mamá. Motoa decidió seguir su corazón y a los 21 años, graduado de Derecho de la Universidad San Buenaventura, ya era Jefe de la Unidad Jurídica de la Alcaldía de Cali.
El camino político
En su cabeza siempre hablaban dos voces. La de su padre impulsándolo a seguir adelante en política y la de su madre diciéndole “que fuera tan solo el mejor abogado del mundo”.
Pero la vida puso en su camino un cargo que lo confrontó con su propia voz. “Me nombraron director del CALI”, es decir el Centro de Administración Local Integrada, “de la comuna 6 de la ciudad, que reúne un poco más de 200.000 habitantes. Allí tuve tanta cercanía con la comunidad y fue tan exitoso mi trabajo con la gente, que ese cargo me llevó a entender que trabajar en el sector público era lo mío”, recuerda el Senador que, entre otras, estudió preescolar en el jardín de su mamá y terminó especializándose en Entes Territoriales y Derecho Administrativo, con una Maestría en Gobierno de la Universidad Externado de Colombia.
A los 25 años, Motoa se lanzó al ruedo político en forma y empezó una exitosa campaña para llegar a la Cámara de Representantes. Sin embargo, una duda jurídica hizo que el joven saliera del abanico electoral. Su padre en aquel momento era el Alcalde de Palmira, su tierra natal, lo que supuestamente lo inhabilitaba para ser candidato.
“Aunque el Consejo de Estado en aquel momento negó dicha inhabilidad, preferí no arriesgarme a una muerte política”, dice Motoa, quien, eso sí, quedó con el panorama del Departamento muy claro en sus manos, porque alcanzó a hacer campaña casi durante un año por todos los pueblos del Valle, recorrido que se convirtió en la semilla para que cuatro años más adelante llegara pisando fuerte al Salón Elíptico.
Ante su renuncia a la candidatura a la Cámara de Representantes, a Motoa le llegó un nuevo reto. Aceptó la propuesta del gobernador Germán Villegas para convertirse en el Secretario de Gobierno más joven del Valle del Cauca.
A los 26 años recibió el cargo con los ojos del país puestos en el Departamento por los tres sonados secuestros masivos de esa época. “Teníamos en nuestra historia reciente el secuestro de la Iglesia La María, el del Kilómetro 18 y el de los Diputados del Valle. Tenía que demostrar que la juventud no era sinónimo de inexperiencia o de irresponsabilidad y logramos con batallones de montaña y soldados campesinos, desterrar el secuestro masivo de la región”, dice el abogado, quien, después de haber cumplido su tarea con la seguridad del Departamento, se lanzó de nuevo a la Cámara de Representantes, donde la semilla sembrada cuatro años atrás floreció.
Siempre cumplo mis metas
Dice Motoa que tiene poca resistencia al fracaso. Podríamos decir que donde pone el ojo, pone la bala. Quienes lo conocen aseguran que no hay meta que no logre, porque si hay alguien que lucha hasta el final y no claudica fácilmente es el senador Motoa, actitud que heredó especialmente de su madre.
Y “aunque los votos no se heredan”, el legado que le ha dejado su padre es el de tener la verraquera para lograr su propia impronta. “Siempre quise tener mi propio ejercicio político. Quería hacer mi propio camino alejado de cualquier protección de mi papá”, cosa que ha logrado.
En su paso por la Cámara de Representantes es recordado por el proyecto de ley que logró reglamentar las medidas de seguridad en las piscinas del país. “Las cifras hablaban por sí solas. La tercera causa de muerte en menores de siete años era por la falta de mecanismos de seguridad en las piscinas”. Ley que fue reconocida por la presidenta de la Cámara de aquel momento Nancy Patricia Gutiérrez como una de las más destacadas durante su gestión.
Pero sin duda alguna, lo que marcó también su paso por la Cámara de Representantes fue la polémica ponencia de reforma constitucional para la segunda reelección de Álvaro Uribe, que planteaba la posibilidad de que el Presidente volviera al Solio de Bolívar pero con un periodo de por medio. “El fondo de mi ponencia no era sobre bases políticas. Fue un trabajo profundo en materia constitucional, que por supuesto iba en contra de la posición del Gobierno. Pero el estudio estaba muy bien sustentado y mis decisiones van hasta el final”, dice con el carácter que lo identifica. Sin embargo, el Senado hizo lo suyo y la reelección inmediata por tercer periodo desapareció del panorama constitucional.
Por ahora Motoa sigue brillando con luz propia, dentro de esa nueva generación de políticos que ya están escribiendo una nueva historia en el país.
Tiene pendiente un viaje soñado a San Agustín, en el Huila, que jamás ha hecho por temas de seguridad. Encontrar la mujer que le quite el noviazgo con la política y le ponga a latir el corazón de verdad. Retomar quizás el piano que de niño tocaba majestuosamente. Volver a pasar por Turquía, de donde vienen realmente sus raíces, y un pendiente que seguramente logrará: ser Gobernador del Departamento que lo vio nacer, su adorado Valle del Cauca.