ÁNGELA Merkel logró alcanzar un acuerdo de principio para dirigir un nuevo gobierno en Alemania con el apoyo de los socialdemócratas y prometiendo "un nuevo comienzo" para Europa.
Al término de cinco días de difíciles negociaciones, y una última sesión maratoniana de 24 horas en Berlín, la canciller conservadora se felicitó del compromiso alcanzado que le permitirá seguir en el poder cuatro años más, y a Alemania salir del bloqueo político sin precedentes en el que se encuentra sumida.
Las elecciones legislativas de septiembre, marcadas por un retroceso de los partidos tradicionales y la entrada de la extrema derecha, no dieron lugar a una clara mayoría.
Tras el fracaso en noviembre para formar una coalición mayoritaria con los ecologistas y los liberales, la canciller se había quedado sin margen de error si quería conservar las riendas del país. Y se había declarado dispuesta a "encontrar un compromiso constructivo" con el SPD pero sin traspasar algunas líneas rojas.
El acuerdo de principio de 28 páginas al que llegaron los democristianos de la CDU y la CSU y los socialdemócratas fue validado por los partidos. Al final, nuestra "base decidirá", advirtió sin embargo la dirección del SPD en un comunicado, recordando que un posible acuerdo tiene que ser obligatoriamente aprobado por los militantes.
El texto establece las grandes líneas de los objetivos del futuro gobierno de coalición y abre el camino a negociaciones detalladas sobre la política. Un proceso que puede durar semanas
De momento, las dos familias políticas, que ya gobernaron juntas en la coalición saliente (2013-17), pusieron de relieve la cuestión europea.
Ángela Merkel prometió ante la prensa "un nuevo comienzo para Europa" junto a Francia, en un contexto en el que el proyecto europeo está debilitado por el Brexit y el auge de las tendencias nacionalistas.
El jefe de Estado francés, Emmanuel Macron, se congratuló de estos progresos y que Merkel "pueda avanzar hacia un gobierno de coalición que será útil y que es esperado en Europa y Francia".
Pero pese al compromiso, nada es aún definitivo. Por parte de los socialdemócratas, la decisión de entrar en un nuevo gobierno de coalición con los conservadores debería recibir también la luz verde de los delegados del partido durante un congreso extraordinario previsto el 21 de enero y cuyo desenlace es incierto.
Las bases del SPD son muy escépticas ante la idea de volver a servir de apoyo a los conservadores. En el mejor de los casos, el nuevo ejecutivo será investido a finales de marzo, mientras los socios europeos de Alemania se impacientan. Para intentar convencer a los militantes, Martin Schulz, líder del SPD, habló de un resultado "formidable".
Aunque no obtuvo todo lo que quería, ni mucho menos. Y eso a pesar de la buena situación en la que se encuentra la primera economía europea, cuyas arcas públicas no han estado tan llenas desde la reunificación, con más de 38.000 millones de euros de excedente.
Los conservadores se negaron a crear un "seguro médico ciudadano", reclamado por el SPD, una especie de Seguridad Social en la que todo el mundo tendría que cotizar para reducir las desigualdades entre seguros privados y públicos.
El SPD tampoco consiguió, como había pedido, aumentar los impuestos sobre las rentas más elevadas.
Respecto a la política migratoria, tema de discordia durante mucho tiempo, los dos bandos acordaron limitar el número de solicitantes de asilo en el país a entre 180.000 y 220.000, como exigían los conservadores.
Incluso con este acuerdo, el contexto político es desfavorable, tanto para los democristianos como para los socialdemócratas. Algunos medios ya calificaron su posible alianza de "coalición de perdedores" puesto que cada uno ya fue sancionado por sus electores en las legislativas.